El country es la gran excepción de la música popular estadounidense. Cualquier otro género inventado allí se traduce de manera automática al resto de Occidente, pero justo nos cuesta entrar en el que más se identifica con el corazón del país. Hablamos de un territorio en las antípodas culturales de grandes ciudades como Nueva York Los Ángeles y San Francisco. Seguramente su fuerza sean unas raíces rurales incompatibles con la cada vez más estandarizada industria musical global. En todo caso, Dolly Parton no es exactamente una artista country, sino un gigante de la historia de la música música popular, autora de himnos tan arrolladores como I Will Always Love You (una de las pocas canciones pop que es imposible no haber escuchado), Jolene (desgarrador melodrama sobre la infidelidad) y Coat Of Many Colours (emocionante declaración de su orgullo de clase trabajadora, que la artista sigue citando como la favorita de su propio repertorio).
A lo largo de su carrera ha despachado más de 100 millones de discos, cifra que confirma su estatus de estrella universal. Bien entrado el siglo XXI, Dolly Parton sigue siendo noticia por los continuos premios a su carrera -el último, un Grammy-, por el estreno de su musical De nueve a cinco en Londres y por su ambigua relación con el feminismo, movimiento del que fue pieza clave en Estados Unidos pero con el que no se termina de identificar. Además está negociando una secuela de la película De nueve a cinco (1980) con Parton acompañada por Jane Fonda y Lily Tomlin.
La artista tiene una relación ambigua con el feminismo. Sin duda, es una figura de empoderamiento, que disfruta contando que con 19 años, durante una excursión en Nueva York, sacó una pistola para espantar a un tipo que la había confundido con una prostituta. Otra de sus historias favoritas cuenta cómo en los años 70 se negó a ceder a Elvis Presley el 50 por ciento de los derechos editoriales de I Will Always Love You, condición impuesta por el entorno de 'El Rey' para que la cantara (su representante, el célebre coronel Tom Parker, imponía condiciones draconianas). La recompensa vino después, con la versión de Whitney Houston, que fue tema principal del taquillazo El guardaespaldas (1992), generando millones para Parton. Nadie puede negar a la diva country un fuerte carácter para enfrentarse a los hombres, pero se resiste a definirse como feminista o a militar en el movimiento #MeToo.
¿Me hace falta el feminismo?
Así explica su postura: “He sufrido acoso asexual, pero he sabido manejarlo porque vengo de una familia con seis hermanos y comprendo cómo piensan los hombres. En mi vida he conocido más hombres buenos que malos. Estoy de acuerdo en que el mundo es de ellos, pero no es su culpa, solo una circunstancia de la vida que todos hemos permitido que ocurra”, declaró en una reciente charla con The Guardian. En todo caso, Parton se siente tan identificada con sus género que ha llegado a decir que “es una suerte haber nacido mujer, en caso contrario me hubiera tenido que hacer 'drag queen'”. A lo largo de su carrera, ha recibido un fuerte apoyo de la comunidad LGTBI, hasta el punto que los concursos de imitadoras se convirtieron en un lugar común.
"Todavía no he encontrado un hombre cuyo culo no fuese capaz de patear si no me trataba con el debido respeto”, dijo el mes pasado al recibir el premio Persona del año de MusiCares
Parton también participó en otro título clásico del cine feminista, Magnolias de acero (1989), pero sigue sin sentirse identificada con el movimiento. “Soy feminista si eso significa estar con las mujeres, pero no siento necesidad de manifestarme, sostener carteles o adherirme a etiquetas. Creo que la forma en que he llevado mi carrera y mis negocios habla por sí misma. No pienso en ello como feminismo”, dijo hace unos días a la periodista británica Hadley Freeman. El mes pasado, cuando fue nombrada ‘Persona del año’ por la organización MusiCares, ofreció un discurso de ocho minutos donde resumió su filosofía de género en una sola frase: “Todavía no he encontrado un hombre cuyo culo no fuese capaz de patear si no me trataba con el debido respeto”.
En la última ceremonia de los Grammy, celebrada el pasado febrero, ofreció una soberbia 'medley' de su mayores éxitos, flanqueada por la estrella pop global Katy Perry y por su ahijada Miley Cyrus, además de otros músicos de prestigio. Pocas estrellas son capaces de brillar así a los 73 años. En el evento de MusiCares, le rindieron tributo en forma de versiones estrellas tan diversas como Pink, Norah Jones y Mark Ronson, entre otros. “Este tipo de homenajes son un poco como el porno, no estás personalmente involucrada, pero aún así los disfrutas”, dijo en su intervención, entre carcajadas del público.
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Parton empezó a cantar a los siete años, pero antes ya juntaba un palo y una lata para fingir que era una guitarra con la que ofrecía una recital en el Grand Ole Opry, templo de la música country en Nashville. Su público eran los patos, cerdos y gallinas de la familia, que sobrevivía en una modesta casa en las colinas con una sola habitación. Su último proyecto cinematográfico es la banda sonora de Dumplin (2018), cinta que narra la historia de una adolescente con sobrepeso que trabaja en una franquicia de comida rápida y está obsesionada con sus canciones. La película cuenta en su reparto con Jennifer Anniston y está producida por Netflix. La historia es una defensa de la belleza no convencional y el carácter singular de cada persona. Más allá de su posicionamiento en el debate feminista, está claro que la cantante es una figura femenina poderosa, con impacto duradero en la cultura popular.
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