Escritor, artista, director de ópera, cineasta vanguardista e iconoclasta, Fernando Arrabal llega a sus 88 años con bríos, demasiados mas bien. Es uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX español, pero la mayoría lo recuerda por un asunto menos excelso: Arrabal protagonizó el momento televisivo más inquietante de la televisión española. Lo hizo en el programa de Fernando Sánchez Dragó, El mundo por montera, al que acudió completamente borracho y proclamó a voz en grito la llegada del milenarismo o mineralismo. La embriaguez del contertulio provocó una pintoresca alharaca.
Arrabal nació en Melilla, en 1932. Su padre, un oficial fiel a la República, fue encarcelado en 1936 y condenado a muerte. La pena le fue conmutada por la de treinta años de prisión. Consiguió escapar y desaparecer para siempre. Su madre, una convencida falangista, no tuvo una relación fácil con su hijo, al que intentó obligar a cursar la carrera militar. Esa tensión con la figura materna se refleja en varias de las obras de Arrabal, entre ellas La carta de amor y La virgen roja, que la editorial Almuzara reedita ahora, motivo por el cual Arrabal accede a contestar por escrito un cuestionario remitido por Vozpópuli.
Arrabal nunca coge el teléfono. Sólo si se trata de su médico. Al menos eso dice él. El resultado ha sido cuanto menos inquietante: un cadáver exquisito en formato pregunta, respuesta. Todo rematado, eso sí, con fogonazos líricos más parecidos a un verso que a un titular. Al ser preguntado por cuál es su visión, ahora que cumple 88 años, de aquel programa con Dragó y, aún más importante, saber qué opina de que el periodista se hubiese hecho de Vox, Fernando Arrabal se sale con la suya y se lleva el agua a su molino: “Los místicos no cesan de preparar sus chuletas para el juicio final”. Tampoco hace alusión alguna al Gobierno de Pedro Sánchez, que en el año 2019 acordó concederle la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X.
De la cárcel a la legión de honor
La dramaturgia de Arrabal está marcada por su paso por París, ciudad a la que llegó en la década de los cincuenta y en la que aún vive. Allí conoció a André Breton, representante y papa negro del Surrealismo. En 1963, creó el Movimiento Pánico, alusivo al dios griego Pan, junto a los artistas Roland Topor y Alejandro Jodorowski. Los 88 años le han dado para todo, incluso para entablar amistad con Samuel Beckett o Andy Warhol, aunque de la sensación que todo aquello le sabe poco a Arrabal ahora: “Me queda la impresión de que no vi nada. ¿Tengo que jugar una partida de ajedrez con Pan o contra mi quintaesencia? Con tantos maremotos, convulsiones y tsunamis ¿reinventándose el fuego bajo el agua sin que yo me dé cuenta ?”.
En 1967 fue encarcelado por el gobierno franquista y posteriormente liberado, siendo considerado a la muerte de Franco como uno de los “cinco españoles más peligrosos” (dudoso honor que compartía con Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri 'La Pasionaria', Valentín González 'El Campesino' y Enrique Líster). Su gusto por la polémica y su talento para eclipsar los debates tanto entonces como ahora lo distinguen como un iconoclasta. Un muy honorable y gamberro caballero de la Legión de Honor de la República Francesa, distinción que obtuvo en 2005. El personaje Arrabal se impuso sobre el escritor Arrabal. ¿Ha sido generoso uno con el otro? “Menos que lo fue Beckett con su carta al tribunal que me juzgaba o que lo fue el sorprendente mensaje de Arthur Miller a su colega del Tribunal de Orden Público de Madrid”.
Su teatro
Autor prolífico de teatro, poesía y narrativa, sus piezas dramáticas se inscriben en el teatro del absurdo. Son casi 70, pero entre las más importantes se encuentran Los hombres del triciclo (1957), Picnic en el campo (1958), El cementerio de automóviles (1958), que fue adaptada al cine en los años ochenta, Orchestration théâtrale (1959), El laberinto (1961), El arquitecto y el emperador de Asiria y El jardín de las delicias (1967), que ese año conquista el Gran Premio de Teatro de París. Al preguntar si le ha quedado alguna por escribir, contesta: “¡Tantas! De todo fuego hago mi leña; construyo tales castillos en el aire que no me valen sus escombros”.
En 1993, Arrabal recibe en Francia el Premio de Teatro de la Academia Francesa. Se publica su teatro completo en 1997 y en 2001 es reconocido con el Premio Nacional de Teatro por Cementerio de automóviles. En 2003 recibe el Premio Nacional de Literatura Dramática con su obra Carta de amor estrenada sucesivamente en Jerusalén, Madrid y París con gran éxito. Y en 2005 publica ¡Houellebecq!.
Además de su teatro, Arrabal tiene también obra narrativa, su novela La torre herida por el rayo, premio Nadal en 1984. Sus ensayos, también tan prolíficos como su poesía, incluyen los libros Carta al general Franco (1978), Carta a los militares comunistas españoles (1978), Mil novecientos ochenta y cuatro. Carta a Fidel Castro (1983), Carta a José María Aznar (1996) y Un esclavo llamado Cervantes (1997) así como La dudosa luz del día (1994), con el que gana el XI Premio de Ensayo de Espasa.
La virgen roja y la España actual
Llama la atención que, dentro de su amplia bibliografía, Almuzara elija La virgen roja, una historia basada en un hecho real que publicó en 1987. En esta novela, Arrabal aborda la historia de Aurora Rodríguez Carballeira, feminista doctrinaria y apasionada por la metafísica, decide quedarse embarazada de un progenitor elegido para tal fin. ¿Su objetivo? Concebir una hija a la que iniciará en la alquimia desde temprana edad y a la que preparará para cumplir un papel relevante en la historia del pensamiento y el movimiento feminista.
El talento de Hildegart demuestra ser excepcional, al convertirse en la abogada más joven de España capaz de mantener estrecho contacto con escritores y políticos de la época y cuyas publicaciones eran admiradas por H.G. Wells, Ortega y Gasset o Gregorio Marañón. Militó en el PSOE y destacó por su trabajo en la Liga Mundial para la Reforma Sexual... pero el gran proyecto de Aurora se ve amenazado cuando Hildegart crece y decide abandonar el nido materno para continuar sus estudios. La madre, contrariada, toma una brutal decisión.
-¿Es la tragedia lo que mantiene vigente a La virgen roja en la España actual?
-¡El porvenir ¡ya! Tiene razón, redactora Borgo, es vigente Antonia Rodríguez (madre de Hildegart)... porque fue pionera. Fue un ser fresco, lozano, tremendo y fenomenal superdotada que le infundió truenos al tic tac del reloj. No era lista, ni viva, ni despierta.
En medio de una pandemia universal y a punto de entrar en una crisis económica, institucional y política tanto en España como en Europa, toca preguntar a Arrabal por su visión de ambas. “Cuando se me pregunta que es España creo poder contestar, pero si me preguntara cómo está ahora no sabría qué decir. Palabras sí encuentro como chuchurri, bienquista, soleada, radiante, despejada, ínclita, hermosa o más inapreciable que incalculable o más soberbia que suntuosa o más desmedida que colosal (…) Comprendo mal a Europa desde que el celibato es cada vez más hereditario. Europa es como Marte: desde la más remota historia los marcianos esperan el coraje cívico en perfecto estado de conservación a pesar de su desuso”.
A la respuesta, Fernando Arrabal añade, curándose en salud y por si se prestara a la confusión alguna de sus palabras: “No pesco espinos en mis sueños. Los malentendidos se reservan únicamente a los malentendientes”. Así es este hombre con nombre de suburbio: estrambótico como un inframundo e imprevisible como un barril de pólvora en un obrador.
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