Contra todo, desde hace ya mucho. Así vive Fernando Savater: en guardia. Contra la intolerancia, contra la cerrazón, contra la violencia, contra el fanatismo. Y aunque aseguró que no escribiría más este tipo de libros, darse de baja de lo urgente resulta imposible para alguien como él. Por eso el escritor y filósofo ha publicado Contra el separatismo (Ariel), un panfleto que arrincona y desmantela el desvarío del secesionismo y la impostura de las equidistancias. Lo hace con siete argumentos. Siete. Con eso le basta para despejar la ecuación del absurdo. ¿Cuál va a ser? El tema catalán y su escalada de pesadilla.
Vinculado a la cosa pública, el filósofo, escritor y profesor universitario tiene una obra de más de 40 libros. Conocido por sus duras críticas contra el nacionalismo vasco y su compromiso con determinadas causas públicas –impulsó el foro de Ermua, en 1998- la escritura de Savater significó un punto de inflexión tanto para los lectores novatos como veteranos: Ética para Amador y Política para Amador dan fe de ello. Al menos dos generaciones han encontrado en esas páginas una catedral laica donde ir a poner el remojo cualquier catecismo.
La tarde en la que esta conversación tiene lugar, Savater luce tirantes y camisa a cuadros. Además, claro, de gafas y su acostumbrada sonrisa rematada con ojos achinados. En Savater nunca falta el humor, tampoco la ironía, esas dos pinzas con las que él extrae virutas de sentido, trozos sanos de la necrosis ciudadana. En este caso, qué más sino… Cataluña, la razón de ser de este libro y de esta entrevista
Contra el todo (1982), Contra las patrias (1985), (Voltaire) Contra los fanáticos... Ahora Contra el separatismo. No se da abasto usted.
Siempre he actuado así. No soy de esos que van flotando por encima del mundo y pensando en lo que escribía Heidegger. Me dedico a una rama de la filosofía que tiene dimensión teórica pero también capacidad de aplicarse. La razón práctica. Por muchas cosas que ocurrieron: los atentados, la violencia, y ante el hartazgo de toda esa intolerancia e intransigencia, pues intervengo más.
En menos de un año, dos panfletos. El de Voltaire fue justo el anterior.
Con el libro de Voltaire había decidido poner fin a este tipo de libros. De hecho, está decidido. No escribiré más No pensaba escribir más, pero esto de Cataluña me ha indignado profundamente. Es una injusticia tremenda. Cataluña, la parte más beneficiada en España desde el siglo XIX, la que ha tenido una mayor proyección del Estado para desarrollar su industria y potencial económico, la que que ha sido la región peor administrada y más corrupta y debe 71 millones de euros al estado, que encima sea la que va a dictar lecciones de democracia y decir que está oprimida, me parece terrible.
El independentismo catalán viene incubándose desde hace mucho tiempo, ¿qué hizo que estallara esta versión, digamos, enloquecida?
Esto es como los gremlins cuando los toca el agua. Hemos estado mimando un gremlin muy simpático pero que al mojarse se convirtió en un monstruo. Eso es lo que estamos viendo ahora. ¿Cuál ha sido el gremlin malo? Pues, en primer lugar, la necesidad de ocultar la corrupción : el 3%, la familia Pujol. La mejor forma de tapar eso era decir: ‘la culpa la tiene Madrid’. Luego está la crisis económica. Cuando a España le iba bien, nadie quería ser separatista. Todo el mundo quería seguir en el barco, pero cuando empezaron los recortes, comenzó lo de la culpa la tiene España y nosotros nos vamos para no tener que pagar las deudas.
España, como las banderas en los balcones, se ha convertido en un arma arrojadiza. ¿Qué hacemos con eso?
La ciudadanía no tiene porqué convertirse en un arma arrojadiza. Ser ciudadano de un país democrático quiere decir que aceptando una ley común, puedes ser como te dé la gana. Donde sea que hayas nacido puedes elegir, es la libertad democrática. No hay ciudadanía para hombres y mujeres, ni para negros o blancos, o católicos y protestantes. Y por supuesto no hay catalanes, murcianos, vascos. Eso sólo existe en los nacionalismos y las religiones.
En una hipotética reforma constitucional, ¿sería conveniente revocar competencias?
Si nos vamos a meter en una reforma constitucional, que es para mirársela despacio, sobre todo con la presión de los nacionalismos, yo suprimiría los derechos históricos. Porque nadie sabe muy bien a quién o quiénes se refiere, pero tiene unos efectos malos. En el terreno de la educación suprimiría la enseñanza religiosa dentro de la educación pública. Habría que defender una laicismo consecuente del Estado. Y por supuesto, en la educación no digo yo que todas las competencias deben revertir sobre el Estado, pero este tiene el deber de vigilar que se está haciendo en la educación y que ésta no puede depender de un capricho de las autoridades regionales. Ellos pueden actuar como caciques, tampoco los medios de titularidad pública de las autonomías .
En el libro habla del mecanismo de lengua vehicular. ¿Cataluña ha inculcado el odio a España a través de la lengua?
El rechazo, mas bien. Es una animadversión irracional. No sé si se ha inculcado el odio a lo español o el hecho de que todo lo que se odia se le llama español. No ocurre sólo con los catalanes. En el País Vasco hemos padecido algo exactamente igual: la manipulación permanente de la información en medios públicos y en la educación, donde no se han enseñado las partes positivas. No creo que se eduque para poner bombas al prójimo, en el caso del País Vasco, pero nunca se ha explicado la importancia de la Constitución y de las leyes compartidas. Eso es lo que me indigna de las banderitas blancas. ¿Cómo que blancas? No, ¡blancas no! Hay escrita una constitución en esas banderas. Eso es lo que estamos defendiendo.
Habla de la polémica con el homenaje a Miguel Ángel Blanco, el que Manuela Carmena no quiso asumir. ¿Se perdió el espíritu de Ermua?
Recientemente, los socialistas en el País Vasco, y sobre todo fuera del País Vasco, no quisieron significar el homenaje a Miguel Ángel Blanco, cuando fueron los propios socialistas quienes encabezaron el espíritu de Ermua. Ahora son los primeros que se han borrado. En Cataluña, también. El precedente en Cataluña fueron las protestas con el asesinato de Ernest Lluch. Esa fue la primera. Carlos Rovira fue y habló, como diciéndole a una banda terrorista: fíjate bien dónde matas, que no sea en nuestra territorialización. Es la vileza más grande que he oído en mi vida. Eso es significativo y se ha ido extendiendo hasta hoy.
¿Qué es lo más grave en Cataluña: Montilla, el ‘buenismo’ de Zapatero o el actual Podemos?
Montilla no es inocente con respecto al nacionalismo, tomaba posición. El buenismo, en el caso de Zapatero, era malo porque defendía lo que tenía que defender. En el caso de Podemos hay la utilización consciente del separatismo: no nos signifiquemos, pero empujemos para que salgan las grietas, el edificio se venga abajo y nosotros podamos sacar provecho de esos cascotes. Eso es lo peor.
El 155 no revierte las cosas, ni siquiera las arregla. ¿Y entonces, qué esperar?
Existe la sensación de que una cosa que venimos arrastrando tiene que arreglarse en dos días. Es decir, la misma gente que no veía ningún problema en la inmersión lingüística o en los programas de televisión deleznables dedicados al independientismo, ve de pronto que ahora todo eso hay que resolverlo en un minuto. Eso no va ocurrir.
¿Se puede reprochar al gobierno de Mariano Rajoy haber sido..?
Pachorra…
Lo ha dicho usted.
Por supuesto. Si colocamos el inicio de todo esto en la Díada de 2012, desde entonces, no hemos hecho más que hablar. Cada dos por tres el rey estaba allí tratando de reconocer que todos nos queríamos mucho. Y Rajoy también. Y Soraya se montó un despacho. No se hacía más que hablar y dialogar. No se tomó ninguna medida educativa, ni contra los medios de comunicación. SI en ese campo en particular, los medios, no se quiere tomar medidas ahora, imagínate tú entonces.
¿Se tuvo que aplicar el artículo 155 antes?
Hombre claro, para eso está el 155, para cuando algo está desvirtuándose. No vas a sacar el látigo en una familia cuando el niño se ha acostumbrado a la rebeldía.
Dice usted que durante los años de ETA, en el País Vasco se sintieron solos. ¿Lo han estado también los catalanes?
En el País Vasco estábamos más solos de lo que sentíamos. La gente te compadecía, pero de aquella manera: ‘hombre, no puede ser’. Muchos catalanes se quejan de que el resto de España había comprado la idea de que Cataluña era un oasis. Parecía algo simpático. Nada de eso: vivían un acoso. En el País Vasco era evidente que el asunto no era para nada simpático. Levantando muertos por semana, era obvio que no. Nosotros estábamos solos. Y peor después. Como dejó haber asesinatos y Otegui se ha convertido en un hombre de paz, los demás seguimos apestados. La gente que se ha distinguido por enfrentarse al nacionalismo obligatorio y a ETA en el País vasco siguen relegados. Ya no te van a pegar un tiro. Ya no te va a pasar nada, pero tampoco te van a llamar para un puesto público.
¿A qué se refiere, exactamente?
Donosti ha sido capital cultural, han llamado a mucha gente pero no me han llamado a mí o a Raúl Guerra Garrido, a Aramburu tampoco, hasta que sacó Patria. Es una cosa tremenda. En aquel entonces eras un apestado. No se te reconocía en absoluto, ni siquiera los nacionalistas moderados, que al ser tan moderados no te iban a matar pero no les hacía ninguna gracia que estuvieras la situación. Era, insisto, una soledad tremenda. En Cataluña no lo sé de primer mano porque no le he vivido, pero otros testimonio aseguran que se sentían más solos, precisamente, porque como no había muertos, todo parecían histerias. Pero había un hostigamiento bastante importante .
Los intelectuales salen mal parados en este libro. Habla de la inteligencia galinácea, que hizo la vista gorda. ¿Ha sido realmente así?
En gran medida sí. Es verdad que como muchos intelectuales tenían más relación con Cataluña que con el País Vasco, nuestros libros se editan ahí, hubo algunos que se dieron cuenta. Pero también hubo miedo y ambigüedades. De un intelectual se espera algo iluminador. Ha habido algunos, pero la mayoría de los artículos que se publicaban eran personales, contaban lo que les pasaba, no lo que ocurría en general. Sí, se echa en falta coraje, decisión y voluntad de aclarar. Por eso todo el mundo se agarró a las banderas en blanco.
Pensamos que las cosas se calman pero… ¿y si ganara el independentismo en las elecciones de diciembre?
Que es lo que yo creo que va a pasar. Si estamos hablando de que a la situación a la que hemos llegado es una combinación entre unas fuerzas que han manejado el dinero con grandes dispendios propagandísticos en vez de cuidar la necesidades reales de Cataluña con una falta de honradez notable, si creemos que la educación ha sido parte importante del problema al igual que los medios de comunicación, si todas esas causas se mantienen, los efectos van ser otra vez los mismos. Suponer que con esas mismas causas, el 21 de diciembre todo va a ser distinto, que seremos buenos y que va a salir un San Jorge montado en un caballo blanco, me parece una tontería. El 21 de diciembre pasará lo mismo.
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