Cultura

Fernando Trueba: "Estamos en una época en la que se abusa de las franquicias y de repetir fórmulas"

El cineasta dirige a Matt Dillon y Aida Folch en 'Isla perdida', un thriller luminoso ambientado en Grecia

Fernando Trueba viaja a Grecia en su nueva película, Isla perdida, un thriller en el que se une la luminosidad del mar Mediterráneo al cine negro estadounidense. De nuevo, el cineasta madrileño vuelve a contar con Aída Folch, protagonista de otras dos de sus películas -El artista y la modelo (2012) y El embrujo de Shanghai (2002)-, y recurre asimismo al actor estadounidense Matt Dillon. El realizador ha hablado con Vozpópuli sobre este proyecto, los homenajes cinematográficos involuntarios o las reglas de la industria audiovisual actual.

Pregunta: En esta película, la protagonista es Alex, una mujer que huye de su vida y que descubre que, de algún modo, no puede escapar de ella, como si tuviera un destino marcado o una maldición.

Respuesta: Es una persona que está tratando de empezar de nuevo, de huir de ciertos errores, y sin darse cuenta se vuelve a equivocar. Más que tener una maldición, se mete en algo por amor y se mete en eso que se llama hoy en día una relación tóxica, en un lío más grande que del que salía. 

P: Juegas con los géneros, algo intencional para que haya cierta sorpresa.

R: Para mí es una película de género, pero quería empezarla como una realidad cotidiana, y hasta bella, hermosa, luminosa y optimista, y poco a poco deslizarnos hacia ese lado más oscuro en el que se introduce. Ya no estamos en los años 30 y 40, que, desde el principio, desde la primera escena, sabías si era un filme "noir". El umbral de credibilidad del espectador actual es de otro tipo, y entonces el juego de empezar en un mundo reconocible, real, y poco a poco irnos hacia lo otro era también más interesante cinematográficamente, visualmente. 

P: ¿Hay aquí un tributo a algunos maestros del suspense?

R: En esta película, de alguna forma, no es que al hacer la película esté pensando en ellos ni un segundo, pero sí a la hora de decidir el tipo de película que quiero hacer, probablemente el hecho de que haya sido un gran lector de Patricia Highsmith y sea un gran espectador de Hitchcock, eso tiene influencia en el hecho de hacer una película como esa y luego rodarla. Eso no quiere decir que al hacerla esté haciendo homenajes, porque yo hago la película a mi manera. Hay un lado de Highsmith en el rollo de americanos perdidos en Europa, pero ella habría contado la historia desde el punto de vista del personaje de Max y yo lo hago desde la perspectiva de una chica normal que va a trabajar a Grecia en verano. 

P: ¿Encuentras en el thriller una herramienta para hablar de cuestiones como el amor tóxico?

R: Las películas no sirven para hablar de cosas, sino para contar historias. Pero obviamente las películas siempre tienen un trasfondo, ya sea de la realidad como de la imaginación. Obviamente, esta película se puede leer desde esa perspectiva, de una mujer presa. Continuamente leemos historias de mujeres que terminan presas de un amor que al final termina como una pesadilla. Siempre está por ahí y desgraciadamente estamos muy familiarizados con eso. 

"Cuando se habla de emigración pongo siempre un ejemplo: en la Grecia clásica, de todos los filósofos que escuchamos en el bachillerato y la universidad, solo uno era de Atenas, todos eran emigrantes"Fernando Trueba, director

P: Hay varios elementos que sitúan al espectador en el momento en el que se desarrolla esta historia, como un móvil nokia antiguo o el atentado contra las torres gemelas de Nueva York. ¿Por qué decidiste ambientar esta película en este año, en 2001?

R: Me interesaban dos cosas. Por un lado, el pasado de Max. Quería que ocurriera alrededor de 1969 o 1970, una época tremenda, para bien y para mal, que por un lado es la época de Woodstock, pero también la época de Sharon Tate. Es la época del rock and roll, pero también la época en la que mueren Janis Joplin, Jimi Hendrix y montones de músicos de jazz. Yo quería que el pasado que está enterrado se desarrollara en aquella época, y que nuestra historia, 30 años después, me llevara al 2000 o 2001, una época en la que ya existen los móviles, pero no hay ese estado de ahora. 

P: En ese momento uno podía trabajar en un enclave turístico y encontrar vivienda en él. Si no fuera por esas referencias temporales, sería imposible creer esta trama. 

R: Donde va Alex no es la Grecia turística, sino un poco aislada, un poco despoblada. De hecho, durante el rodaje, ninguno de los griegos que trabajaron en el rodaje conocía el lugar y se pasaban el día dándome las gracias por haberles descubierto esa parte. Acude gente que tiene barcos y que se detiene para comer en alguna de las tabernas de pescado que hay. El golfo pagasético no es la zona turística que vemos de Grecia. 

P: De todos los asuntos que llenan las portadas de los periódicos, ¿cuál es el que más te enerva?

R: Que seamos tan hipócritas o tan crueles con los emigrantes, a la hora de darles los peores trabajos y pagarles mal, y a veces de explotarlos o tenerles viviendo en condiciones infrahumanas. Les necesitamos y a la vez les maltratamos. Sobre todo, porque no creo que ningún lugar sea de nadie. Creo que el mundo es de todos. Cuando se habla de emigración pongo siempre un ejemplo: en la Grecia clásica, de todos los filósofos que escuchamos en el bachillerato y la universidad, solo uno era de Atenas, todos eran emigrantes. La riqueza siempre ha venido de ahí. 

Fernando Trueba y Aída Folch

P: Vuelves a trabajar con Aída Folch. ¿Qué te gusta de ella?

R: Es una actriz muy concienzuda, muy trabajadora, muy seria en el trabajo y, a la vez, es muy persona, da un papel de una chica normal, te la crees, te puedes identificar con ella, y además tiene un primer plano fantástico. Me entiendo con ella profesionalmente y también personalmente, me resulta muy cómodo. Hemos trabajado tres veces y con diez años entre cada película. Cada vez hemos trabajado en una lengua, se ha metido en personajes distintos, trabajar en otro idioma. Es una gran trabajadora y una gran actriz. 

P: A pesar de la diferencia cultural, lingüística y también de edad, los actores protagonistas, Aída Folch y Matt Dillon, encuentran una química. ¿Qué ha sido lo más difícil de esta pareja, que mantiene una relación que va mutando en la historia?

R: Los buenos actores lo saben dar y lo saben hacer. En ese sentido, eso no me ha planteado problemas. Ha funcionado muy bien en pantalla. 

"En todas las épocas se pone de moda hacer una película y repetirla. Yo, al contrario, he intentado toda mi vida hacer cosas distintas, explorar cosas nuevas, aunque a veces vuelvo a terrenos conocidos"Fernando Trueba, director

P: ¿Crees que existe poco riesgo o cierta uniformidad hoy en día en el cine?

R: En todas las épocas se pone de moda hacer una película y repetirla. Yo, al contrario, he intentado toda mi vida hacer cosas distintas, explorar cosas nuevas, aunque a veces vuelvo a terrenos conocidos y que me gustan, porque eso también está bien. Creo que estamos en una época en la que se abusa de las franquicias y de repetir fórmulas, eso es un poco cansino a veces, pero yo, como espectador, lo que hago es no ir. Voy cuando tengo posibilidades de ver una buena película. 

P: ¿Puede afectar a la creatividad el cambio de las reglas del juego que han potenciado las plataformas, a la manera en la que los directores, guionistas y productores piensan en los proyectos?

R: Siempre ha afectado. En los años 60 estaba el productor que obligaba al director a hacer una película comercial y encima con su novia de protagonista, eso era típico y nadie se llevaba las manos a la cabeza. El sistema de la época era así. En el cine mudo tenías a los directores peleándose con unos productores, siempre estaba la lucha del artista por sacar el proyecto con independencia y hacer lo que quería contra una industria que a veces estaba más interesada en el dinero. Y luego había artistas que siempre han sabido manejarse muy bien dentro de eso, como Hitchcock, que consiguió hacer un cine que llevaba siempre al público, pero controlar él lo que hacía, aunque no siempre se le apreció. En su época de oro los críticos se metían mucho con él, lo atacaba, de ahí la famosa entrevista en la que le preguntaron por las críticas y él dijo: "He ido llorando al banco a ingresar los beneficios de la taquilla".

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