La Filosofía fuera de la educación, quitémonos ya las caretas. Tampoco es que le queden muchas máscaras que arrojar al suelo a este gobierno que padecemos. ¿A ustedes les ha sorprendido? A mí, no. Lo que sí no vi venir fue la indignación automática por parte de la no-izquierda: ¿desde cuándo les han importado las humanidades a estas gentes? La filosofía para ellos no es un saber útil, todo lo que tenía que aportarnos ya lo conoce la derecha de la gestión y la economía: la mano invisible de mercado, el derecho a la vida y el derecho a la propiedad. Desde ahí el resto de las bendiciones caerán solas y por añadidura, ya nos lo argumentaba Fukuyama en El fin de la historia y el último hombre.
Quien aprendió algo de Filosofía sabe que esa aspiración a terminar de una vez por todas con los problemas humanos a través de la creación de un hombre nuevo inserto en una sociedad nueva, lleva pululando por la historia del pensamiento desde que el mundo es mundo. El problema es que el estudiante de filosofía no alineado con un enfoque marxista de la materia es un animal mitológico. Y de esto último, señores, no podemos culpar a la izquierda, quienes operan más bien en la dirección contraria. Han sido ellos quienes se han preocupado durante décadas por el campo del pensamiento, el arte y la cultura. Nos quejamos de que han copado estas plazas pero, reconozcámoslo, es muy sencilla la victoria cuando el oponente ni comparece ni se le espera.
Nos reímos de las ocurrencias del pensamiento woke, pero conozco a poca gente que podría salir airosa de un debate serio contra un doctor en filosofía de corte marxista. Todavía flota en ciertos ambientes la idea de que esta área del saber es un mero pasatiempo con el que se entretiene el más tonto de la clase mientras se fuma un porro detrás de otro. Es esta misma idea la que provoca que muchos jóvenes con vocación por las humanidades no se atrevan a plantear a sus padres que desean estudiar Historia, Filología o Bellas Artes. Estudia algo útil. Sé abogado del estado, médico, ingeniero o CEO.
Acordarse de la Filosofía cuando truena
Podría entretenerles con chistoretes varios que corren por el diminuto mundillo humanístico de quienes nos atrevimos a entrar en estas áreas del saber sin ser de izquierdas, aún sabiendo que seríamos contemplados siempre con una sonrisa entre condescendiente y compasiva. “No es cierto que la filosofía no dé para comer. Lo que no da es para cenar”, solía comentar Alejandro Llano, mi director de tesis. Cuando nuestra universidad decidió recortar el presupuesto al departamento de filosofía alguno comentó indignado al gestor “¡pero si las ideas mueven el mundo!”, a lo que su interlocutor le respondió sardónico “Sí, es cierto. Pero no son vuestras ideas las que lo mueven.” Nos reímos, claro. Por no amargarnos, no porque tuviera razón.
Nuestra forma de estar en el mundo y de relacionarnos con los demás van más allá de las relaciones de intercambio
Preocupa el auge de los populismos, de la crisis de las democracias liberales, pero quienes las defienden no saben hacer diagnósticos certeros y de fondo que expliquen el fenómeno más allá de culpar a la izquierda, sus ideas peregrinas, al populacho y al intervencionismo estatal. Se fía todo a la mano invisible de mercado, pues la falta de interés por la antropología, la filosofía política y la ética les impide caer en la cuenta de que las personas y nuestra forma de estar en el mundo y de relacionarnos con los demás van más allá de las relaciones de intercambio y del mero utilitarismo. Se defiende a capa y espada el derecho a la vida y a la propiedad -y yo que me alegro, por supuesto- pero no se sabe argumentar en qué consiste exactamente un derecho, cuáles son sus fundamentos, qué es la justicia. Qué diablos, ¿conocen a muchas personas que sepan la diferencia entre iuspositivismo y iusnaturalismo?
La idea de libertad que maneja el ilustrado de derechas es paupérrima, por lo que acaba cayendo en contradicciones lógicas que acaban poniendo en peligro el mismo concepto. Es algo que vimos durante la pandemia: acérrimos defensores de la libertad individual que aplaudían alegremente el pasaporte covid, sin entrar en detalles, sin reflexionar al menos minuto. Ponderar situaciones, dar argumentos, apreciar matices, prever consecuencias, son considerados jueguitos de rémoras inútiles que entraron en una Filosofía porque la nota no les daba para más.
Después de la fiesta de ignorar el pensamiento, el arte y la cultura ha llegado la resaca del auge de los populismos, la asfixia del lenguaje políticamente correcto y la cultura de la cancelación, el recorte de libertades, los delirios sobre la autodeterminación de género, la opresión heteropatriarcal y el anti-especismo. Resulta hasta divertido ver las caras de estupefacción de muchos: ¿de verdad no lo vieron venir? A esta derecha del Ibex35 dan ganas de hablarles sobre la sociedad a la que han descuidado en términos culturales y humanísticos modificando un poema de Sor Juana Inés de la Cruz:
Hombres necios que acusáis
a la sociedad sin razón
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis
[…]
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredla cual la hacéis
o hacedla cual la buscáis.
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