El Museo Nacional del Prado presenta desde el 21 de noviembre y hasta el 18 de marzo de 20108, la primera exposición antológica dedicada Mariano Fortuny y Marsal (1838-74), el artista español que tuvo una mayor presencia internacional en el último tercio del siglo XIX, un renovador en todas las parcelas del arte que cultivó, acaso porque la sensibilidad le venía dada. Perteneció a una familia de tradición artesanal y mostró muy pronto su talento e interés artístico.
El Prado reserva sus dos salas más importantes en la ampliación del Museo al recorrido por la obra de Fortuny y Marsal, a quienes muchos se han referido como un príncipe de la luz. Su predisposición sensible a lo diáfano cobra forma en su pintura al óleo, ya que su técnica precisa, colorista y brillante le permitió una nueva aproximación al natural. En ello influyó su dominio de la acuarela, que le consagró como el gran impulsor de esta técnica en su tiempo.
Criado por su abuelo tras la muerte prematura de sus padres, se matriculó muy joven en la Lonja y luego viajó a Roma, donde entró contacto con el Renacimiento y el Barroco, una primera etapa que está contemplada en la exposición que el comisario Javier Barón, jefe de Conservación de pintura del siglo XIX, ha dispuesto en función de un orden cronológico. Dos años después de su estancia romana, Fortuny fue enviado a África por la Diputación de Barcelona para recopilar información gráfica de la guerra hispano-marroquí.
El descubrimiento de los espacios desnudos, la luz intensa y el color brillante del norte de África produjo un cambio radical en su pintura, y estaría presente a partir de entonces tanto en sus obras hechas del natural como las realizadas en su estudio. En esos años, Fortuny viaja constantemente de España a Italia, entre 1863 y 1868. La búsqueda de Fortuny es continua, y así lo ejemplifica la sección Los maestros antiguos y el Prado (1866-68), donde pueden verse buena parte de sus grabados. En ellos refleja su admiración a los clásicos como Velázquez, el Greco, Ribera o Goya.
A través de su relación con el marchante Adolphe Goupil, Fortuny alcanzó la fama mundial, que se plasma en el capítulo El triunfo internacional (1868-70), donde se puede ver La vicaría, según la crítica, la obra cumbre del estilo preciosista. Sus dos años en Granada, ciudad en la que vivió dos años. SU estancia en Andalucía y luego en Portici, cerca de Nápoles (1874), le llevaron a nuevos hallazgos en la representación de las figuras al aire libre y a asimilar con una originalidad propia diversas influencias, entre ellas la del arte japonés, en las diferentes técnicas que cultivó. La muestra concluye con Los últimos años (1873-74) y se completa con fotografías del artista del archivo del Museo Fortuny.
Idilio
El Museo del Prado presenta Idilio, el tercer cómic de su colección con motivo de la exposición Mariano Fortuny (1838-1874) que se abrirá al público este martes en el edificio Jerónimos. El libro, del artista Javier Montesol, narra el viaje iniciático a Tánger de un joven que buscará allí sentido, inspiración y creatividad, comenzando con un extracto de la Oda a la inmortalidad de William Wordsworth y finalizando con el recuerdo del idilio vital del protagonista.
El Museo del Prado comenzó en 2016 a editar una serie de cómics que propiciaran la reflexión de los creadores contemporáneos de este medio sobre nuestras colecciones. Del mismo modo que otros artistas visuales se han servido de las obras de la pinacoteca como punto de partida para su propia creación, los guionistas y dibujantes de cómic se acercan a las obras del Prado mediante las viñetas, interpretando su esencia a través de un medio en el que el dibujo y la narración gráfica secuencial permiten mostrar visiones novedosas, plurales y a veces inesperadas, de las obras de arte que cuelgan en las salas del Museo.
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