Una vez le preguntaron a Billie Joe Armstrong (vocalista de Green Day) en qué consistía el punk. Su respuesta fue pegar una patada a un cubo de basura. El periodista repitió el gesto con el cubo de al lado, para confirmar si aquello era el punk. “No, eso ya es moda”, replicó la estrella del rock. La anécdota viene a la cabeza mientras suena el disco de Fuerza Nueva, proyecto conjunto de Los Planetas y el Niño de Elche. Hablemos claro: estamos ante un trabajo mediocre y previsible, una gracieta de artistas ‘cool’ jugando a ser ‘malotes’, cuyo saldo final es la vergüenza ajena por la enorme distancia que separa aspiraciones y resultados. Es un escándalo que nace mustio.
https://www.youtube.com/embed/I9cc1xRM4FY
Empezamos por lo general: Fuerza Nueva es una especie de copia infantil de Laibach, el colectivo esloveno que utiliza iconografía fascista para cuestionar el autoritarismo del mundo globalizado. Sus creaciones se apropian de la estética de organizaciones como la OTAN, el Opus Dei o la Unión Europea para llevarlas al extremo, con inquietantes resultados. También, por supuesto, depredan el imaginario clásico de la extrema derecha. Mantuvieron su propuesta a lo largo de cuatro décadas, recibiendo acusaciones de filonazismo y levantando una enorme polémica con cada uno de sus discos, entrevistas y ‘performances’. A su lado, Fuerza Nueva son la margarina de la provocación: suenan tan controvertidos como Risto Mejide, publicista y estrella de la televisión. ¿Quién piensa que criticar a Vox y Falange en 2019 conlleva algún tipo de riesgo artístico? Más bien estamos ante un tópico reconfortante para los artistas y la mayoría del público.
Menos de lo mismo
Los Planetas llevan un par de décadas instalados en la autocomplacencia. Publican discos llenos de inercia y autoplagio, menos de lo mismo. Su cantante, Juan Ramón Rodríguez, más conocido como J., tiene un estilo muy previsible, que cada vez suena más impostado. El grupo ha optado por ralentizar sus interpretaciones, buscando un aire de letanía que transmite solemnidad. Es la misma estrategia que usan en Los Evangelistas, su fallido proyecto de tributo a Enrique Morente. El resultado, casi siempre, son piezas monótonas, homogéneas y amuermadas. También usan recursos psicodélicos para subrayar el aire de trascendencia. El problema es el abuso: imaginen una película de acción donde dos terceras partes de las escenas fueran a cámara lenta. En efecto, perdería toda su eficacia.
Fuerza Nueva tira por los caminos más trillados: Santo Dios, la canción de apertura, es una oración en voz baja que se diluye sin contagiarse. Hay que reconocer que la voz del Niño de Elche tiene más vida que la de J. y hace más soportable el paso de los minutos (acierta este al cederle gran parte del protagonismo). El problema de Francisco Contreras Molina es que se pone tan pomposo que empalaga, por ejemplo en Santo Domingo y Los campanilleros. Comparar estas piezas con el Omega (1996) de Morente y Lagartija Nick no les favorece precisamente.
Cuesta encontrar una sola idea nueva en el álbum: Javier Álvarez ya realizó una versión de ‘El novio de la muerte’, himno de la legión española
Cuesta encontrar una sola idea nueva en el álbum. Para empezar, el cantautor Javier Álvarez ya realizó en 2001 una versión de El novio de la muerte, himno de la legión española, envolviéndola en dulzura para desactivarla. El resultado fue mucho más turbador y majestuoso. La cruz es la versión del poema de Antonio Machado popularizado por Joan Manuel Serrat, pero carece de emoción y pegada. Como es habitual en los granadinos, durante todo el álbum parece que toquen saturados de ansióliticos, incidiendo en la homogenidad sonora.
Tocar a la deriva
Lo más desconcertante del álbum es las presencia de Pedro G. Romero, respetado artista y teórico del arte contemporáneo. Además de una gran capacidad de trabajo, se reconoce a Romero el mérito de haberse esforzado por incorporar la cultura popular y las reflexiones sobre España al discurso del arte más sofisticado. Seguramente no ha tenido un papel tan decisivo en Fuerza Nueva, ya que las primeras entrevistas explica que a él no le convencía bautizar al grupo con un nombre tan provocador. Sus textos explicando los orígenes de cada pieza parecen más una coartada cultural que una necesidad artística. Inspirarse en diferentes himnos cruciales dentro de nuestra tradición no convierte a quien lo realiza en parte de esa tradición (eso solo ocurre cuando lo haces muy bien).
“Para nosotros, lo mejor de esta comunión es que entrábamos en el estudio ahí, sin saber lo que íbamos a hacer. Y esa experiencia de tocar sin dirección, a la deriva… ", reconoce el bajista Florent Muñoz
Cuesta convencerse de que esto es algo más que un capricho, especialmente a tenor de las palabras de Florent Muñoz, bajista del grupo. “Para nosotros, lo mejor de esta comunión es que entrábamos en el estudio ahí, sin saber lo que íbamos a hacer. Y esa experiencia de tocar sin dirección, a la deriva… Se trata de una experiencia muy similar a la del verdadero directo. La guitarra iba aprendiendo sola, tocando y, de pronto, comunicaba, había comunión y se empalmaba con el teclado, las voces de J. y el Niño de Elche flotaban. Esa comunión, pienso, lo mismo es lo que buscábamos”, afirma. Traducido: entramos en el estudio sin apenas preparar nada porque respiramos arte por cada poro. Son palabras de unos músicos acostumbrados a que se aplauda cualquier cosa que publican. Este disco debería hacer reflexionar a sus defensores, que son muchos y bien posicionados en la crítica cultural.
Política y payasadas
Lo peor del lote, sin duda, es la Canción para los obreros de Seat. Se trata de una versión de Els segadors, himno nacionalista catalán, trufado con una letra que adapta un poema del situacionista Guy Debord. La interpretación del Niño de Elche se remata con el mantra “coge la pistola, hermano proletario”. El mensaje, en este contexto, es la típica visión de señorito sobre la lucha de clases: si los trabajadores están explotados es porque carecen de agallas para la violencia. Resulta cómico que estemos ante un comentario similar al que hacían los falangistas más ‘radicales’ a la plebe. La pieza se publicó coincidiendo con La Diada.
En las últimas entrevistas, el grupo revela que está preparando una versión del himno nacional, resaltando sus raíces mozárabes. Explican que es posible que se publique coincidiendo con el 20-N. ¿De verdad piensan que alguien va a escandalizarse por recordar que España tiene una rica herencia cultural que incluye al mundo árabe y la religión musulmana? Serge Gainsbourg provocó a los derechistas franceses con una versión jamaicana de La marsellesa, pero eso fue hace 40 años, en otro mundo y otro contexto social. Cuantas más escuchas doy a Fuerza Nueva, más claro veo que su categoría artística es la misma que la del humorista Dani Mateo, sonándose los mocos con la rojigualda en ‘El intermedio’.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación