Podríamos afirmar sin equivocarnos que Furiosa: de la saga Mad Max, precuela de Mad Max: furia en la carretera, es una de las películas que más se van a disfrutar este año en los cines porque lo tiene absolutamente todo. La nueva entrega de la saga de acción del australiano George Miller que inició en 1979 es pura adrenalina y entretenimiento. Llega este viernes a los cines y se suma a la superproducción autoral de Denis Villeneuve en la segunda parte de Dune, estrenada en febrero de este año.
Anya Taylor-Joy es la protagonista de esta película postapocalíptica y memorable, en la que interpreta a Furiosa, una joven secuestrada por unos bandidos que llegan en moto al oasis en el que vive. Alejada del lugar verde y fértil en el que ha crecido hasta entonces, y trasladada a un destino inhóspito, desértico, yermo y pobre, se ve obligada a crecer y sobrevivir bajo el control de tiranos que mantienen conflictos y desavenencias constantes para lograr el dominio de los recursos existentes. Mientras pasan los años y la tensión aumenta, busca una manera de regresar a casa al tiempo que sueña con la venganza.
George Miller presentó hace ya nueve años su Mad Max: furia en la carretera en el Festival de Cannes, y allí ha vuelto para presentar esta precuela. Si bien este no es siempre el mejor contexto para presentar una película de acción al uso -bien lo saben los responsables de Indiana Jones y el dial del destino, que gustó, pero no entusiasmó el pasado año en la Croisette-, lo cierto es que el cineasta encandiló en este certamen en 2015 y ha vuelto a recibir aplausos en esta ocasión con una epopeya de grandes dimensiones.
Según narran las crónicas de la prensa que cubre el Festival de Cannes, Furiosa no ha recibido halagos similares a la película que protagonizaron Charlize Theron y Tom Hardy en 2015, pero sí ha recibido un notable alto, al tiempo que ha servido para revalidar el título de George Miller como caballero del blockbuster, en una época tan complicada para la exhibición, en la que los espectadores aplauden esa combinación entre la gran producción y el corte autoral, como ha sido el caso reciente de Dune.
La sensación general previa de quienes se disponían a entrar al pase de prensa de Furiosa -entre ellos, esta redactora de Vozpópuli- ha sido cierta expectación por comprobar hasta dónde era capaz de llegar la precuela de una película en la que la violencia y el vértigo eran casi reales, en un escenario en el que la reflexión y la emoción jugaban a los equilibrios y que, en líneas generales, dejó mudo a todo el mundo. El resultado: seis premios Oscar y una presidencia en el jurado de Cannes para su director, George Miller.
Lo que ahora llega a las salas no pone más carne en el asador (era casi imposible) y se aleja bastante de aquella propuesta para viajar al origen de la historia, lo que le permite lograr una intensidad dramática en la odisea de este personaje, al mismo tiempo que retrata una sociedad sin ley en un argumento que sí tiene pies y cabeza. En este contexto, los habitantes de varios núcleos de población, capitaneados por líderes perversos que acaparan el poder y recurren al populismo sin despeinarse, asisten a la destrucción y a la lucha sin piedad que pronto pierde el sentido.
Furiosa y el silencio de la venganza
Anya Taylor-Joy interpreta a la joven a quien en su edad adulta dio vida Charlize Theron en la película de 2015, y que en esta ocasión asume su condena a través de un silencio que apenas rompe en unas pocas ocasiones. En el resto del metraje, comunica su estado de ánimo, su enfado y su rabia a través de una mirada penetrante, gélida y profunda capaz de traspasar la pantalla, en ocasiones enmarcada por el maquillaje oscuro y siempre buscando un camino de regreso a su hogar.
El malo malísimo de esta historia está interpretado por Chris Hermsworth, quien se mete en la piel de Dementus, un villano que guarda algún trauma infantil y que es incapaz de esconder una inocencia que raya en la ausencia total de luces, así como una excentricidad que da miedo. Su interpretación resulta notable, pero esta redactora no entiende del todo una prótesis nasal demasiado poco creíble y exagerada, que puede resultar innecesaria teniendo en cuenta el grado de locura del personaje, que por sí sola ya es espeluznante, al moverse en un humor turbio con el que uno no sabe si reír o agarrase a la butaca ante la caricatura que realiza de este ser tan poderoso.
Otras de las pegas de Furiosa son el uso quizás excesivo de herramientas digitales en las escenas de acción, que llega a empachar, o un ritmo que acerca y aleja al espectador del clímax de forma irregular e imprevisible, lo que para muchos puede ser una decisión brillante y para otros una forma de hacer decaer el interés. En cualquier caso, la nueva entrega de la saga Mad Max tiene ingredientes suficientes para convertirse en el éxito de acción del año.
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