"La vida es una fiesta corta que pronto será olvidada". Con esta breve sinopsis se presentó la película Vortex en el Festival de San Sebastián, certamen en el que ganó el Premio Zabaltegi-Tabakalera y dejó boquiabiertos a quienes tuvieron la oportunidad de verla. Sin drogas, sin violencia y sin sexo, Gaspar Noé, un director con fama de transgresor y provocador al que se conoce como el "enfant terrible" del cine francés, sorprendió con una película muy alejada de las etiquetas que le habían colgado hasta entonces, pero con la misma capacidad para destruir al espectador. El filme se estrena este viernes en España.
Más allá de la breve descripción oficial sobre la película, lo que vemos aquí es una pareja de ancianos que se enfrenta a las dificultades de la demencia que sufre ella. Así, durante dos horas y media el espectador es testigo de una agonía expuesta en pantalla partida que pronto se convierte en la de todos, y que no es otra que las consecuencias terribles de la pérdida de memoria, el irremediable paso del tiempo y la muerte, ese destino inevitable.
El cineasta Dario Argento (Suspiria) interpreta aquí a un crítico de cine, mientras que la actriz Françoise Lebrun (La mamá y la puta) es una psiquiatra jubilada. Tal y como señaló el director a Vozpópuli en el marco del festival donostiarra, su objetivo siempre fue ahondar en la "inutilidad de la experiencia humana", en ese "ego que uno va inflando en la vida" y que desaparece "cuando cae la muerte".
Lo que Noé advierte, sin paliativos, es la reducción a la nada de todo lo que uno construye con esmero, de todos los logros y las experiencias que se acumulan. Poco les queda de todo aquello, o lo único importante, más bien: una unión fuerte a pesar de todo y un hijo frágil que no es capaz de cuidarse ni de cuidar del pequeño que tiene a su cargo.
Uno puede pensar en películas como Amor (2012), de Michael Haneke, o El padre (2020), de Florian Zeller, pero lo cierto es que ninguna está a la altura de esta descarnada ficción, ninguna es capaz de acercarse tanto a la vida, a su vertiente menos estética, a la más desoladora y demoledora, y a la vez más real como lo hace Gaspar Noé. Siete largometrajes después, da la sensación de haber visto renacer a un cineasta que estuvo a punto de morir, tal y como él mismo ha relatado con motivo del estreno de este filme. A comienzos de 2020 sufrió una grave hemorragia cerebral con un 10% de posibilidades de sobrevivir.
Vortex y la provocación
Gaspar Noé filmó en Irreversible una de las escenas más importantes que se recuerdan en la historia del cine, con la violación que sufre en pantalla el personaje al que interpreta Monica Bellucci. Sin embargo, no son pocos quienes admiten sentirse decaídos tras haber visto Vortex, más cruda que ningún otro trabajo suyo. Según él mismo admitió, algunos amigos salieron "tan deprimidos" de la sala de cine que ni siquiera le saludaron cuando terminó la proyección. "Me llaman dos días más tarde para llorar por teléfono", añade sonriente Noé, consciente de su inevitable capacidad para la provocación, tanto si aborda temas como la violencia, el sexo o las drogas, como si reflexiona sobre el paso del tiempo.
¿Es este un Noé más maduro? Puede ser que simplemente se haya atrevido a abrir las puertas a sus miedos, a su dimensión más sensible y personal, a los verdaderos terrores de este director francoargentino, tan acostumbrado a encontrar la repulsión en sus películas. "Mi madre murió en mis brazos y, cuando eso te pasa, tu percepción de lo que es real cambia un poco", señaló Noé. Tal y como lo expresa este cineasta, a uno no se le ocurre algo más extremo y violento que el final abrupto y sin alternativas de la vida.
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