La historia de nuestro país suscita debates en los que, muchas veces, los datos devienen irrelevantes. Sucede sobre todo cuando se trata de examinar el legado del imperio hispánico; pareciera que cualquier persona dispuesta a reconocerle una virtud, por muy evidente que esta sea, estuviese aliada con el fascismo más rancio. Se ha llegado a escribir que el mestizaje —abundante en territorio español y casi inexistente en territorio británico— no respondió a la voluntad de mezclarse; que sólo se debió a que las provincias españolas se poblaron con hombres jóvenes y las colonias inglesas con familias. Claro que eso no explica ni por qué tantos españoles se casaron y reconocieron a sus hijos mestizos, ni por qué los ingleses adquirieron la costumbre de exterminar a los nativos.
Esa clase de afirmaciones constituyen lo que se ha dado en llamar 'leyenda negra', que no es historia, sino política. Así, quien pretenda atenerse a la historia se verá abocado a reconocer que México lo conquistó doña Marina ('la Malinche'), que la Inquisición fue más garantista que muchos tribunales civiles y que los españoles habían fundado ya diez universidades en América cuando los británicos crearon Harvard.
Consciente de todo esto, el director José Luis López-Linares ha juntado a Pedro Insua, Elvira Roca Barea y a Marcelo Gullo Omodeo —entre otros— para hacer un documental: España, la primera globalización. Lo preestrenaron en el madrileño cine Capitol, que lucía lleno, ilusionado y expectante. El éxito fue mayúsculo; tanto que al final el público dedicó a los protagonistas una ovación de cinco minutos.
Recuperar nuestra historia
Lo cierto es que muchos asistentes no esperaban un documental, sino una película. Incluso resultaba fácil imaginar a Pedro Insua interpretando a Elcano o a Hernán Cortés y haciendo el pino como Sergio Ramos para tocar por primera vez tierra mejicana con las manos. Pero no: se trata de un documental que combina voces de expertos con imágenes, grabados, escritos, lugares y recreaciones. En él se muestran muchas de las cosas que se ignoran cuando se estudia el imperio hispánico, como la liberación de los pueblos indígenas sometidos al yugo azteca o la proclamación de las Leyes Nuevas, vertebradas por las aportaciones jurídicas de Francisco de Vitoria. También, claro, se revisa la expulsión de los judíos —que no respondió a una cuestión racial, sino religiosa— y se insiste en los excelentes descubrimientos —matemáticos, técnicos y científicos— realizados en las universidades hispanas.
Se ha procurado competir con la ingente producción de la BBC, la RAI y tantos otros, para quienes el imperio español puede explicarse en términos de oro y esclavos
En definitiva, merece la pena ver España, la primera globalización. Porque es un documental sólido, sí, pero también para agradecer la labor de aquellos que lo han realizado. Son conscientes, como muchos otros, de que no es fácil eliminar el ‘leyendanegrismo’ del imaginario colectivo y, al mismo tiempo, de que es una empresa obligatoria e ineludible. Así, como dijo el propio Insua, han procurado competir con la ingente producción de la BBC, la RAI y tantos otros, para quienes el imperio español puede explicarse, igual que para José Luis Villacañas —catedrático de la Complutense—, en términos de oro y esclavos.
El preestreno terminó, como no podía ser de otro modo, con periodistas, historiadores e intelectuales hispanoparlantes de ambos lados del Atlántico felicitándose, riendo y abrazándose. Sin saberlo, estaban confirmando una vez más lo que el estudio detallado del legado hispánico revela: que existe un vínculo —histórico, cultural— entre los españoles de ambos hemisferios; y que ese vínculo, firme y profundo, no perece a pesar de que lo hicieran los Austria, el Imperio o la comunión diaria.
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