Empezamos con un ejemplo elocuente: “Durante muchas semanas, vivimos una situación resbaladiza. El Gobierno no estableció un marco legal que estableciese que los festivales no podían celebrarse, así que cuando uno anunciaba su cancelación técnicamente lo hacía de forma voluntaria”, denuncia una responsable de programación. “Este año teníamos una cabeza de cartel estadounidense cuyo caché ronda los dos millones de dólares. La mitad de esa cantidad la habíamos tenido que pagar por adelantado, así que ahora estamos renegociando con su representante para 2021 y por supuesto él se encuentra en una posición de fuerza porque si no llegamos a un acuerdo, se queda el millón que ya tiene, debido a que el gobierno no nos ha dado un marco específico”, denuncia.
Otros festivales añaden más reproches. Por ejemplo, que la atención constante a la Liga les ha perjudicado. “Sospechamos que no se prohibieron desde el principio los eventos de más de cinco mil personas porque eso hubiera afectado también al fútbol, que tiene la esperanza de abrir las gradas a comienzos de otoño, una época en que todavía hay festivales. Básicamente, nuestro futuro lo ha estado marcando la Liga. No es que el Gobierno nos deteste, es que somos un sector que no comprenden frente a otros que consideran prioritarios”, lamenta el director de un festival madrileño.
"El Real Decreto sobre Cultura fue el número 17, así que había dieciséis cosas antes que les parecían prioritarias", señala Patricia Gabeiras, de la Asociación de Festivales de Música
Media docena de llamadas se saldan sin ningún promotor contento con el ministro. “Después de incomprensible primera rueda de prensa, donde Uribes dijo que no hacían falta medidas específicas para el sector cultural, se organizó a modo de desagravio una ronda de contactos con el ministro de Cultura y la de Hacienda. A ella se le notaba conocimientos para seguir el hilo de lo que decíamos, pero él estaba totalmente perdido”, explica un participante en aquellas videollamadas.
Articular el sector
La directora de la Asociación de Festivales de Música, Patricia Gabeiras, ofrece su punto de vista: “Hubiera sido más claro si se hubiese hecho una declaración de situación de fuerza mayor, pero aunque no se hiciera era evidente para todos que eso era lo que había, por la situación sanitaria”, explica. “El Gobierno no ha tenido un cuidado específico de los festivales ni unas previsiones concretas; tampoco las Comunidades Autónomas, que estaban más pendientes de locales de ocio más pequeños”, declara a Vozpópuli.
En todo caso, desde la asociación prefieren no ven sentido a quejarse de la actuación del gobierno. "Si el ministro ha tardado en reaccionar puede ser también por la propia falta de estructuración del sector de la música en directo. Te puedo decir que los equipos del ministerio y del INAEM sí son conscientes de los problemas”, señala. “Es cierto que el Real Decreto sobre Cultura fue el 17 y eso confirma que había 16 cosas antes que les parecían prioritarias; pero nosotros no aspiramos a un trato especial, sino de normalidad”, afirma. “Dentro de ese Real Decreto, la música era una de las áreas que no tenían mención específica. Todavía debemos buscar nuestro enfoque y nuestro hueco". Tal y como están las cosas, Gabeiras calcula que los festivales recuperarán la normalidad en primavera de 2021.
No llegan los ICO
Estos días se han oído también voces poco habituales. Alfonso Santiago, máximo responsable de Last Tour International, una de las promotoras españolas de referencia, rompió su alergia a las entrevistas para explicar su experiencia en El Correo. “El ministerio de Cultura no está respondiendo satisfactoriamente en este aspecto, no se acaba de entender la generación de riqueza de las industrias culturales, al contrario que en Francia, Alemania, Reino Unido y Holanda. Son países en los que la Cultura representa un 7% del PIB, mientras que en España solo llegamos al 3%”, lamenta.
Santiago no defiende sus intereses particulares, ya que su empresa tienen un tamaño y recursos para sobrevivir. Lo que avisa es que vienen tiempos duros para los peces más pequeños. “La única forma de resistir es vía deuda, pero empresas menores que la nuestra lo tienen muy difícil para acceder a ella. Los festivales que no lo consigan podrían desaparecer. La financiación de crédito ICO se aprobó en marzo y nosotros en abril tuvimos acceso a algo, pero el resto de festivales con los que hablamos no”, destaca.
“La penosa situación provocada por esta pandemia solo ha visibilizado una precariedad antigua”, afirma un manifiesto de músicos
Resumiendo: el gobierno sigue una política de photocall que favorece a citas emblemáticas y olvida por completo el tejido musical de base. Hace unos días se constituyó la Plataforma Profesional contra la Precariedad, que arrancó con un manifiesto. “La penosa situación actual en nuestra profesión, provocada por esta pandemia, tan solo ha visibilizado una precariedad antigua y preexistente de manera estructural”, denunciaban. El texto articula una serie de propuestas detalladas como el alta obligatoria en la Seguridad Social en el Régimen Especial de Artistas, la creación de una Oficina del Músico o la adopción de los modelos francés y alemán como punto de partida (esto abarca desde el contrato intermitente al pago de cuotas subvencionado), entre muchas otros recursos para estabilizar y modernizar el sector.
Sin clientelismos
De manera muy clara, el manifiesto se desmarcaba de cualquier control político. “No son los poderes públicos los actores directos de la acción cultural, sino que su función es la de favorecer que los verdaderos protagonistas del hecho cultural, los profesionales, cuenten con los medios necesarios para garantizar el derecho contenido en la carta magna, que dice que la cultura es el eje vertebrador de la sociedad democrática”, recordaban. Entre los muchos firmantes destacan Miguel Ríos, Jorge Pardo, Ismael Serrano, Luis Delgado, Amaral, Vetusta Morla y el rapero Nega.
Juan Aguirre, de Amaral, explica los motivos de su apoyo. “Quiero ser muy preciso porque esto es un documento colectivo. Eva y yo firmamos en solidaridad con la inmensa mayoría de músicos del país que no tienen visibilidad. Me refiero a los que trabajan en orquestas, en bandas municipales y los que están dentro de escenas minoritarias que no pasan por el pop, desde los que hacen folclore a los que se dedican a la docencia. Esto no tiene que ver con artista conocidos con el foco meditativo encima. Solo somos la punta del iceberg de una profesión mucho más grande. Apoyamos porque sabemos que sus condiciones de trabajo en muchísimas ocasiones no cumplen los mínimos aceptables”, explica.
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