“Ernesto se aproximó al final del balcón y la desplegó sobre el borde, desde donde cualquiera pudiera verlo. Allí, en la embajada franquista de la Alemania nazi, ondeaba la tricolor vencida en la guerra de España. El rojo, amarillo y morado flameaba por el viento sin temor a que la bandera se escapara al vuelo gracias al nudo que había hecho Ernesto. Nos quedamos observando el horizonte en llamas durante unos minutos en los que ambos comprendimos la importancia del silencio. Habíamos sufrido tanto tiempo solo para ser testigos de la extinción del Tercer Reich. El pasado se evaporaba en un presente que nos empujaba a ver más allá. Un futuro de paz se cernía sobre nosotros. O eso creíamos”. Esta es la recreación del curioso momento en el que un grupo de 44 españoles ocuparon la abandonada embajada española de Berlín de mayo de 1945 y desplegaron la tricolor republicana. El pasaje es de la novela Un amigo en el infierno del periodista Julen Berrueta en el que recoge la odisea de una treintena de españoles que vagaron por la Europa de los totalitarismos.
En el apocalipsis sobre la tierra que supuso la toma de Berlín por los soviéticos, un grupo de españoles republicanos entró en la embajada española en la ruinosa capital alemana y desplegó la bandera tricolor republicana. La desventuras de este grupo de españoles protagonizan la novela Un amigo en el infierno del periodista Julen Berrueta.
El escritor da vida a sus 13 personajes a través de la historia real de 35 españoles republicanos que huyeron de la España de Franco, refugiados en Francia, fueron enviados como mano de obra a la Berlín nacionalsocialista, y terminaron recluidos varios años en un gulag estalinista.
El 15 de mayo de 1945, la embajada española fue rodeada y tomada por los soviéticos, seis de los españoles consiguieron escapar y el resto fue deportado al este. Primero al campo núm. 27 de Krasny Bor, cerca de Leningradoy tras más de un año de internamiento allí, los trasladaron al núm. 74 de Oranki. Allí fueron recibidos con un saludo que les heló la sangre: brazo derecho al aire y un “¡Arriba España!” “No había camisa azul, ni impolutas botas negras, ni siquiera un fino bigote sobre sus labios, pero, pese a su estado zarrapastroso, el saludo romano seguía intimidando como nunca. El fantasma de Franco había recalado en la Unión Soviética. El pasado seguía siendo presente y, pese a haber terminado la guerra, los criminales se negaban a perecer”, refleja la voz de uno de los personajes de la novela.
Españoles en el gulag
El historiador explica que la presencia de españoles en los campos de internamiento soviéticos fue más abundante de lo que comúnmente se cree. La cantidad oscila entre las trescientas setenta y las cuatrocientas cincuenta personas esparcidas por, al menos, 20 recintos; cinco se localizaban en Ucrania, cuatro en Kazajistán y el resto en Rusia. Si atendemos a las cifras nacionales, el 31 % del total de los españoles recluidos en un Gulag murieron tras las alambradas.
En este punto hay que insistir en que el sistema de campos soviéticos no es homologable a los campos de exterminio nazis con los que en muchas ocasiones se han comparado. La finalidad de los campos no era aniquilar al preso sino “reeducarle”. A diferencia de centros como Auschwitz o Treblinka en los que la mayoría de personas que llegaban acabaron siendo aniquiladas minutos más tarde, la finalidad de los gulags estalinistas era que el preso sirviera al Estado con trabajos forzosos, y la mayoría de los internos sobrevivieron al cautiverio. Huelga decir, que estos campos, muchos de ellos en inhóspitos y gélidos puntos de Siberia, eran un inhumano elemento del sistema represivo estalinista y significaban un infierno para los presos, muchos de ellos presos políticos que eran encerrados junto a criminales comunes.
Una vez allí, la novela relata cómo los españoles, enfrentados en la Guerra Civil, se unieron en la misión conjunta de sobrevivir, colaborando en delicadas acciones como la de organizar una huelga de hambre para mejorar las condiciones de trabajo. Fue la muerte de Stalin en 1953, de la que acaban de cumplirse 70 años, lo que permitió la liberación de los presos españoles que comenzaron a llegar a España un año después.
La composición del barco Semíramis que el 2 de abril de 1954 llegó a Barcelona procedente de Odesa habla bien de la diversidad de presos en los campos estalinistas: en el buque llegaron presos españoles procedentes de distintos puntos de la Unión Soviética: 248 voluntarios de la División Azul, treinta y cuatro civiles republicanos y cuatro niños de la guerra. A esta primera expedición le siguieron siete más entre 1954 y 1959.
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