Gustavo Santaolalla (El Palomar, Buenos Aires, 1951) es uno de los mayores catalizadores de la música popular en español. Productor, músico y compositor, ha vivido todas las etapas de la modernidad, desde el hippismo hasta la música urbana, aportando su talento en más de cien discos (algunos imprescindibles para la evolución de la música en nuestro idioma). “Trabajé con un abanico muy amplio, desde Molotov hasta el Kronos Quartet”, resume sentado en un señorial sillón del hotel Wellington de Madrid, donde atiende a Vozpópuli. A sus 70 años, tiene ya poco que demostrar, así que disfruta de la vida entre sus instrumentos y su viñedo. Hoy se le nota feliz, ya que es su primer viaje pospandemia, tras dos años encerrado en casa, demasiado para alguien que está acostumbrando a pasar seis meses de cada doce recorriendo el mundo.
¿Sus próximos proyectos? Poner banda sonora a Finch, una película en la que Tom Hanks sufre un mundo posapocalíptico donde debe pasear con escafandra y le obsesiona el cuidado de su perro. También está pendiente North Country, donde se cuenta la historia de abusos y denuncias de una de las precedentes del movimiento ‘Me Too’. En su gira española actual, Santaolalla repasa sus grandes bandas sonoras (Amores perros, Babel, Los diarios de la motocicleta...) y algunas canciones compuestas con iconos como Bernie Taupin ("A love that will never grow old"). Incluso se retrotrae a alguna de sus primeras piezas con la banda Arco Iris, cuando tenía quince años. Se le ve ilusionado con estos conciertos y también con la posibilidad de traer a España Desandando el camino, el espectáculo donde repasa su trayectoria.
Pregunta: Me gustaría empezar hablando de su relación con España…
Respuesta: Buff, vengo aquí hace montones de tiempo. La primera vez en 1975, luego pasaron muchos, años y volví con Bajofondo Tango Club. He recorrido el país dando conciertos, pero también personalmente. Siento que tengo una cuenta pendiente con España porque la conexión que tengo con el público de Latinoamérica y Estados Unidos todavía no la he conseguido aquí. Creo que está relacionado con que no he estado aquí tantas veces como en otros lugares. Mi apellido es Santa Eulalia y mi abuelo, el padre de mi padre, al que nunca conocí, es originario de Andalucía, de la zona de Málaga.
También puede ser que España haya sido muchos años despectiva con la música latina, ¿no?
Es muy probable, lo de llamarnos ‘sudacas’ y esas cosas, ¿no? Es algo que debemos superar. Yo empecé a tocar a los cinco años, a los diez tenía un conjunto folclórico y a los trece una guitarra eléctrica. A los quince llegaron The Beatles y se acabó hacer cualquier otra cosa para mí. Mis primeras canciones fueron en inglés, pero enseguida cambié al castellano: además pensaba que no solo teníamos que cantar en nuestro idioma, sino también tocar en nuestro idioma. Me refiero a incorporar ritmos, timbres e instrumentos de cada música nacional. En Argentina este enfoque fue muy criticado desde el mundo del rock, no así por el público. Siempre me llamó la atención que los grupos españoles cantasen en inglés. Me parece incomprensible. Después cambió, por suerte.
¿Tiene relación con músicos españoles?
No con muchos, la verdad, pero uno al que admiro y a quien estoy agradecido es Antonio Carmona, que me abrió las puertas de su casa y de la música de aquí. Otra es La Mala, por quien siento un profundo cariño y creo que ella también me aprecia. Estuve a punto de producir alguna de sus canciones del principio y fui un poco artífice de su relación con Julieta Venegas. Me encantaría tener más relación con artistas españoles. Considero que Rosalía y C. Tangana están muy arriba.
A los estadounidenses siempre les digo que si no aprenden español no saben la cantidad de cosas que se van a perder de lo que ocurre en su propio país"
Entonces, está de acuerdo en que la relación musical entre América Latina y España podría ser mucho más fluida.
Mucho más. Y en este punto tengo que decir algo: he visto artistas españoles participar en cosas que tienen que ver con la política latinoamericana y he tenido la sensación de que enviaban un mensaje colonialista. No voy a decir nombres, pero deben tener más cuidado. Esto pasa alguna vez también con músicos latinos cuando hablan de los pueblos originarios. Hay que conocer las cosas antes de hablar. Creo que cada país debe resolver los problemas por sí mismo, no te metes en la casa del vecino a comentar las peleas con su mujer. Muchas veces, estos errores no se cometen de forma intencionada. En el fondo, creo que esto se va a solucionar porque tenemos muchos artistas que nos acercan: Serrat, Sabina, Calamaro…El idioma es algo que nos debe unir, entre nosotros y con más gente. A los estadounidenses siempre les digo que si no aprenden español no saben la cantidad de cosas que se van a perder de lo que ocurre en su propio país.
Es una advertencia muy significativa de los cambios en la hegemonía cultural.
Recordemos que California, Nevada, Arizona, Texas…todo eso pertenecía a México. Estados Unidos tiene una ciudad llamada Los Ángeles que tiene la mayor población de mundial mexicanos después de México D.F. Tienen más mexicanos que en Monterrey o Guadalajara. Eso es muy fuerte, por eso siempre digo que el ADN estadounidense tiene un componente latino inevitable y creciente. Esta penetración de la música latina en el mundo tiene que ver con eso también. Ni recuerdo el año en que se calcula, pero en California va a haber un punto de quiebre en el que la mayoría de la población va a ser latina.
Ya que hablamos de estas cosas, ¿cómo se tomó las reacciones a ‘Rompan todo’, la exitosa serie documental sobre el rock en América Latina donde participó? Algunos comentarios eran francamente hostiles hacia su persona.
Ciertos proyectos traen aparejadas este tipo de reacciones. La serie tiene un trabajo y una dedicación total, a lo largo de tres años completos. Yo solamente soy uno de los cinco productores ejecutivos, no tenía en absoluto el comando de la nave. Lo que intentamos hacer es contar la historia de nuestro movimiento en yuxtaposición con la realidad política de la región. Me reprocharon que estaba demasiado centrado en artistas con los que yo había trabajado, pero de los 92 que aparecen yo solo había colaborado con 12. No es algo que haga para promocionarlos, además son todo discos que ya son importantes y en los que tuve la suerte de aportar. Lo que se ha intentado cambiar es que en Chile haya un grupo de tanto talento como Los Prisioneros de Jorge González y que en Argentina prácticamente no los conozca nadie. Tienen himnos como “Maldito sudaca”, “We are south american rockers”, “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos” … ¿Qué puedo decirte? Corazones (1990), que es un álbum que yo produje, me parece un trabajo histórico que si vas a cualquier noche de rock latino en Estados Unidos sabes que en algún momento van a sonar canciones como “Estrechez de corazón” y “Tren al sur”.
Entre los 18 y los 24 me detuvieron tantas veces que no las puedo recordar todas", explica Santaolalla
La serie me parece muy importante, la verdad.
Hay más cosas. Critican ausencias que no son culpa nuestra, por ejemplo Saúl Hernéndez de Caifanes no quiso salir, fue decisión suya y de su mánager. Otros artistas no suenan porque pedían cantidades astronómicas por el uso de sus canciones. Licenciamos 160 temas, un trabajo enorme. La serie estuvo número uno en Argentina y México un par de semanas, así como el top diez latino durante un mes y medio. Llegó a colocarse en el número quince del top mundial de Netflix. Tuvimos reseñas buenísimas en el New York Times, The Guardian y otros diarios. Fender me llamó para felicitarnos. Había que documentar una parte de nuestra historia cultural en la que te metían en la cárcel por llevar el pelo largo. Entre los 18 y los 24 me detuvieron tantas veces que no las puedo recordar todas. A partir de los veinte, ya era suficientemente conocido para saber que se iban a atrever a ‘desaparecerme’. Fueron años muy agitados con Videla en Argentina, Pinochet en Chile, diez años de prohibición del rock en México tras el festival de Avándaro. También tengo que decir que disfrute los memes, que fueron muy graciosos, como uno donde salíamos Paul McCartney y yo como dos colegiales y él me estaba copiando desde su pupitre. Quien esté en desacuerdo con la serie, le invito a completar con su propio documental.
Volvemos a su carrera. ¿Qué papel juega Los Ángeles?
Para mí era la oportunidad de descubrir los secretos que hacían que los discos estadounidenses sonaran siempre tan bien, mientras los nuestros lo hacían tan mal. Yo compraba en Argentina la misma consola de grabación que usaba un grupo que me gustaba, pero al grabar seguir sin sonar bien, ya que la diferencia tenía que ver con la comprensión y cosas por el estilo, no solo con los equipos. Comprendí que tenía que ir a Los Ángeles para hacer algo poderoso. Fue algo estratégico, también la decisión de hacer publicidad para seguir aprendiendo y tener dinero para rechazar las producciones de estrellas pop poco interesantes que me ofrecían. La publicidad pagaba bien y fue como ir a la universidad. Lo que me interesaba era hacer mi propio sello, donde conectar grupos de todo el continente.
El año pasado Bad Bunny fue el artista más escuchado de Spotify en todo el mundo. ¿Hasta qué punto la música cantada en español está disputando la hegemonía a la cantada en inglés?
Era previsible que esto sucediera. No es un invento, sino algo sustentado en una realidad demográfica. Hace diez años, decías “latino” en Estados Unidos y se imaginaban a alguien con sombrero de mariachi y unos bongos. Hoy ha cambiado y ya piensan también en artistas como Iñarritu, Cuarón y Guillermo del Toro, por ejemplo. Eso se sale del arquetipo. También hacemos cosas que siguen pasando desapercibidas, por ejemplo yo metí a Atahualpa Yupanqui en Brokeback Mountain pero no tuvo un gran efecto. Hay que poner de tu parte.O un tema para un videojuego donde meto un ritmo andino.
¿Qué opina de los prejuicios contra el reguetón?
Lo importante en la música es la honestidad. Hay buen reguetón y mal rock alternativo. Lo importante es no hacer las cosas como si fueran hamburguesas de McDonalds con grasas polisaturadas. El reguetón es un ritmo, ¿cómo se puede odiar un ritmo? Es tan absurdo como odiar el color verde. Soy amigo y colaborador de Residente, que me parece una artista importantísimo. Considero muy legítimos los posicionamientos sociales porque es muy peligroso pensar que todos los políticos son iguales. ¿Por qué no vamos a poder los artistas apoyar una redistribución de la riqueza o defender un medio ambiente más respirable? Los artistas formamos nuestro propio partido y tenemos derecho a opinar.
Gustavo Santaolalla actúa el viernes 17 de septiembre en el Auditorio Nacional (Madrid) y el sábado 25 en el Palacio Valdés (Avilés)
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