Marta Rodríguez, consagrada de Regnum Christi desde hace 27 años, es doctorada en Filosofía en la Pontificia Universidad Gregoriana sobre raíces filosóficas de las teorías del género. En 2003 formó parte de la fundación del Instituto de Estudios Superiores sobre la Mujer del Regina Apostolorum, una institución universitaria católica, donde fue directora de 2009 al 2019. Actualmente coordina al grupo de investigación del Instituto y se centra en el ámbito de la diferencia sexual y es directora académica del curso "género, sexo y educación" de la Universidad Francisco de Vitoria. También preside el comité científico del diploma "Mujeres e Iglesia" y fue desde 2017 a 2019 responsable de la sección Mujer del Dicasterio Laicos, Vida y Familia del Vaticano.
Acaba de publicar un libro llamado "Género, jóvenes e Iglesia: juntar las piezas" donde, partiendo de la brecha enorme que existe entre padres e hijos por estas cuestiones, invita a un camino de escucha y diálogo además de arrojar luz sobre un término tan denostado como aclamado en el mundo de hoy en día como el "género". Rodríguez da claridad en el significado del mismo, partiendo de la base de que es la interpretación cultural de la naturaleza sexuada y haciéndose cargo de toda su complejidad, recogiendo sus verdades pero también sus engaños. Como introduce la Editorial Encuentro, que ha publicado el libro: "La autora nos cuenta la maravilla, mal entendida muchas veces, que puede ser para los jóvenes la propuesta de la Iglesia en torno a estos temas; y también lo que le falta a la misma para poder entender bien a las nuevas generaciones".
En el libro se recoge la trayectoria del 'género' con sus respectivas teorías, que son múltiples como explicas, además de la necesidad de una asimilación adecuada en la Iglesia. ¿Por qué hay tanta resistencia?
Por la historia que ha tenido esto. Por la génesis, que es lo que intento explicar en el libro, de cómo se introdujo porque fue una cuestión bastante debatida en el ámbito del feminismo americano en los años 70 y 80. Pero desde la Curia quizá pasó inobservado. Y me parece comprensible porque estábamos con una resistencia ante el Humanae Vitae* muy fuerte, con la crisis de las vocaciones después del Concilio, había mucho jaleo y les pasó un poco desapercibido y cuando se lo encontraron en el ámbito de las Naciones Unidas en el 1995 fue un poco ambiguo.
Entonces, desde el inicio hubo una cierta sospecha y reacción ante un término que era equívoco y que no estaba suficientemente definido. Creo que nos ha costado mucho y nos sigue costando como Iglesia dar una mirada más crítica y no desde el prejuicio total, que sepa discernir y distinguir entre el trigo y la cizaña. Eso ha llevado tiempo y creo que todavía no es cultura dentro de la Iglesia. Todavía hay mucha confusión y se sigue metiendo todo en el mismo saco. Creo que ya vamos caminando hacia una mayor claridad para poder asumirlo de forma crítica. Creo que el género es asumible desde un punto de vista cristiano.
Por tiempos, esta asunción crítica del género en la Iglesia es muy reciente, en el libro la fechas alrededor de la década de los 2.000
A partir de 2010 o 2011. En el 2011 es muy claro con la publicación del Consejo Pontificio de la Familia, el Lexicon que tiene definiciones de distintos términos. Hay un artículo que habla del género y dice que es algo inaceptable para la antropología cristiana, que es un 'caballo de Troya' y que no se puede dialogar con él. Y hay otro artículo de esa misma publicación que dice que el problema no es el género sino desde qué antropología se asume y que hay que hacerlo con sentido crítico. Había ya una convivencia de esto en la misma publicación. A partir de ahí se empiezan a escuchar las voces de pensadores cristianos que empiezan a ver que hay que ver el tema más a fondo.
Y entre el 95 y el 2010, la voz que permaneció en el mundo católico era la voz de reacción y defensa y lo puedo comprender por cómo se manejó el tema en la Cuarta Conferencia a nivel mundial de las Naciones Unidas, por introducirlo con poca claridad y porque había ahí algunas personas de la Conferencia de Pekín que luego escribieron libros contando lo que ahí había sucedido y se habló de la cara oculta de la ONU etc. E hizo que todo se pusiera como una alarma.
Un punto importante es lo que concierne a la familia como punto de desencuentro y prudencia. Citas en ese recorrido temporal una carta de 2004 de la Doctrina de la Fe a los obispos donde se advertía que la primacía del género sobre el sexo ha inspirado ideologías que cuestionan la familia. ¿Puedes ahondar más en esta relación? ¿No es esta vinculación de ideas un obstáculo a la hora de entender la cuestión?
Entiendo esa asociación pero no es necesaria. Es verdad que hay algunas versiones ideológicas del género por ser reductivas de la realidad y sí son un cuestionamiento de la familia como tal. Pero eso no es todo. De hecho, en el comunicado que mandó la Santa Sede en el 95, que también lo cito, a raíz de la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas, dice una frase interesante: "La Iglesia no sostiene el determinismo biológico por el cual habría un único modelo estático de relación entre varones y mujeres". Osea no existe un único modelo de relaciones, la diferencia sexual es una cuestión muy radical que toca a toda la persona pero que es expresado de manera muy distinta según los contextos.
Mi padre fue un grandísimo padre y no nos cambió un pañal en su vida. Y mi hermano ha cambiado muchos más pañales que mi cuñada. Y no es más hombre uno que otro sino que la organización cambia con el tiempo y los contextos. No es lo mismo Madrid que Buenos Aires, que Ruanda... no hay un único modelo, ni que se deba imponer. Hay que separar. Entiendo que en algunos contextos se haya asociado por la falta de distinguir entre trigo y cizaña a identificar el término género con ideologías de género, y eso no es necesario y no debe ser así, aunque es normal. Y ahora se empieza a distinguir, hay que superar ese determinismo biológico y eso se decía desde el 95.
Acaban de publicarse dos textos relevantes que implican a la cuestión de género por parte del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. La declaración del Fiducia Supplicans, para la bendición de parejas homosexuales, y el Dignitas Infinita, muy tajante con la ideología de género. ¿Cómo se complementan estos textos y cómo iluminan ahora a la Iglesia sobre esta cuestión?
En principio no se quieren contraponer. Salen del mismo Dicasterio, y no se quieren contraponer porque la Fiducia Supplicans en todo momento afirma que no quiere cambiar la Doctrina de la Iglesia. Pero es un documento eminentemente pastoral. Una cosa es la visión antropológica que se pueda tener, lo que se cree que es lo mejor para las personas, y otra cosa es cómo acompañamos a las personas. Este documento es pastoral y trata de ver el tema de la bendición. Que Dios no nos bendice porque estamos bien sino que podemos estar bien porque Dios nos bendice. En todos los terrenos. El padre del hijo pródigo ya estaba listo para abrazar, y este hombre recupera su dignidad porque el Padre lo está abrazando. Él volvía dispuesto a ser un jornalero. Diciendo que no era digno de ser llamado hijo. Y el padre lo cubre de besos. Y creo que Fiducia Supplicans trata de recoger esto, que Dios nos va a buscar allí dónde estamos.
Tengo un ejemplo un poco drástico, que no sé si viene al caso, pero bueno. A mí me impactó mucho. Tengo un conocido que en un momento estaba en un curso y fue un chico que tuvo adicción a la droga, al alcohol y también a los prostíbulos de hombres, era homosexual. Con todo lo que eso supone, un día fue y un prostituto le miró y le dijo: "Tu no necesitas sexo, necesitas un abrazo". Le dio un abrazo y dijo que en ese momento escuchó la voz del Padre que le decía: "Vuelve a casa". Y me dijo que era la voz del Padre del que le hablaba su abuela cuando rezaba el rosario. Cuando lo escuché pensé: "Dios está en los prostíbulos". Osea que un prostituto puede ser agente de Gracia, ese es Dios. Porque está en todas partes. Creo que ese es el sentido de Fiducia Supplicans.
Y el documento de Dignitas Infinitas es otro estilo, trata de cómo ha habido mucho revuelo y se lleva trabajando tiempo, trata de decir de una manera clara 'esto está bien y esto está mal', insistiendo mucho en la dignidad de cada persona. Marca las cosas. Me parece que el juicio no es distinto al de Amoris Laetitia* en lo que se refiere al género aunque habla de la teoría del género. Yo hubiera preferido teorías. Pero entiendo que no se hable de teorías, porque esto es algo que estamos diciendo algunos estudiosos y el Magisterio va detrás. En cuanto al juicio, vuelve al tema del Amoris Laetitia en que el género y el sexo se pueden distinguir pero no separar, en la dignidad de toda persona independientemente de lo que viva. Me parece que no hay incongruencia, sino que son dos documentos con un estilo y un objetivo muy distinto.
Ahora yendo a las aulas, el 'campo de batalla' del género. Las generaciones vienen con una mayor apertura en este sentido, con la confusión que eso también pueda generar y la necesidad de acompañar. Tú hablas en el libro de la necesidad de referentes y el peligro de esa liberad del 'ser quien quieras ser' sin estar vinculado a nada. ¿De qué referentes hablamos? ¿Qué está en juego?
Están en juego los chicos. Decía mi padre que los experimentos se hacen con gaseosa. Entonces me da mucha pena ver el precio que pagan los jóvenes por ciertas ideas. Ellos sí pagan el precio porque hay cosas que pasan factura. No tiene gracia jugar con ciertas experiencias. Luego eso deja su huella. Me parece que tenemos que ser muy honestos y muy justos. Yo he estudiado muchas teorías de género. Doy un paso atrás a las aulas y me parece que las más razonables son las psicoanalistas. Porque expresan que hay algunas ideas que, suenan muy bien en la Academia, pero después las ves en la experiencia clínica y te das cuenta de que la gente sufre. Porque en la Academia se habla de la identidad múltiple. Eso se ve en la experiencia clínica y se constata que la gente está mal. No tienen gracia sus ideas. Y que dentro de una misma persona pueden convivir distintos sujetos. Vale. La gente sufre. Lo que me toca el corazón es que estos chicos pagan el precio.
Decía mi padre que los experimentos se hacen con gaseosa. Entonces me da mucha pena ver el precio que pagan los jóvenes por ciertas ideas.
Al mismo tiempo me parece que ellos son también el recurso. Algo que insisto mucho es en que los jóvenes están bien hechos. Las personas estamos bien hechas pero los jóvenes más todavía porque están menos maleados. Aunque ya hayan tenido confusión, hay en ellos una nobleza y un deseo de autenticidad aunque a veces está bajo una capa de miedo a pensar que eso es posible y entonces van de escépticos por la vida. En el fondo saben responder ante lo bello. Ante lo que responde con los anhelos de su corazón. Lo que está en juego en las aulas es, primero, lograr un ambiente donde haya un diálogo sincero. Porque lo que sucede en muchas escuelas católicas o parroquias es que los chicos traen una serie de cosas en su cabeza de las que no hablan con sus profesores o sus padres. A mi me gusta tener encuentros con jóvenes y preguntarles por una lista de temas con preocupaciones. Entre los cinco más importantes está el sexo y el género. En el 97% de los casos responden que no los hablan con los adultos. No hablan porque en el momento en el que empiezan a decir lo que piensan les cae la ley. Les cae el "niño no digas tonterías".
Se ahoga la expresión porque no hay espacio
Nunca encuentran el espacio para expresar y pasan por nuestras aulas, colegios católicos, universidades católicas y no les hemos podido iluminar en nada. No digo que haya que cambiarles de idea, pero no se les ha podido hacer una propuesta. Hay que lograr coger el toro por los cuernos. Hay que hablar del tema, pero con honestidad. Donde se cree un espacio de escucha recíproco, donde puedas decir todo lo que piensas aunque sea una locura. Y desde ahí habría que interpelar y hacer preguntas para que puedan hacer un camino. La búsqueda de la verdad, que está dentro del corazón. La verdad no se impone, sino que se descubre. Pero creo que lo hacemos muy mal. Como Iglesia, como educadores católicos. Estos se encuentran sumidos en una serie de categorías que por un lado son mucho más abiertos y solidarios y genuinos, pero por otro lado están a veces bien confundidos. Sin ningún punto de referencia. Y no se lo merecen.
Tendríamos que lograr ser interlocutores creíbles, hacerles una propuesta. Nos jugamos mucho en las aulas y tenemos que reformatear todo nuestro lenguaje. Pero me encanta decir que lo hemos hecho muy remal, y perdón por la expresión, porque me da mucha esperanza. Decir que el discurso está mal planteado. Cuando ponemos toda la responsabilidad en los lobbies, los medios de comunicación, los intereses económicos... pues sí, todo eso está y es real. Y no va a cambiar en los próximos años. Si creo que toda la culpa está ahí y que yo lo he hecho perfectamente bien, no hay motivo para tener esperanza. Pero si sabemos lo que hay, podemos formar personas libres. En el libro lo pongo: Juan Pablo II en el contexto del comunismo. Se dedicó a formar jóvenes libres. Puedes formar gente que piensa y corazones que no entran en la lógica del odio. Creo que hoy reconocer que nos hemos equivocado en el planteamiento, en el enfoque y en el lenguaje es sumamente liberador.
Pero a la hora de aterrizar todo esto... Cuando entra el término género sigue resultando extraño y poco evidente para los educadores a la hora de hacer un camino
Claro que no lo reconocen. Porque el profesor también está asustado. Se encuentra con una serie de temas y le parece que contradice radicalmente la propuesta que quiere hacer y que cree que es la mejor. Y lo que hacen es cerrar filas. Es muy delicado el tema porque cualquier palabra que el profesor diga puede ser utilizada en su contra. Los profesores están muertos de miedo. Y se ponen rígidos. Están queriendo defender valores y están muertos de miedo. La invitación es: profes, no tengáis miedo. Sí es posible enfocar el tema pero hay que colocarse con otra tesitura. Si yo voy al aula diciendo 'yo tengo toda la verdad y tú estás en el error'... Eso vale para los niños, puede ser adecuado. No vale para adolescentes. Ni para jóvenes. Estoy convencida de que los jóvenes tienen mucho que aportarnos en este tema. A mí me han educado mucho la mirada los jóvenes. El riesgo del adulto es meter la realidad en sus categorías. Hay que dejar las categorías y escuchar al Papa Francisco: la realidad supera la idea. Tengo que dejarme desmontar y decir 'yo no lo sé todo'. El joven es parte de la solución. No están equivocados del todo.
En el arranque del libro recoges muy bien cómo las teorías feministas son un reflejo de la visión estereotipada de los roles de género, algo muy razonable
Aquí teníamos una visión sumamente estereotipada de lo que significa ser hombre y ser mujer. Los chicos no lloran, las mujeres tal. Donde el que se salía del armario era el marica. Sumamente rígida. Con una visión de la sexualidad también muy negativa hasta hace muy poco como que casi era el mal necesario. Eso no se sostenía, y tampoco estaba bien. Tenía puntos fuertes: una idea muy clara de lo que está bien y lo que está mal. Pero tenía muchos puntos flojos también. Nos hemos ido al extremo, ahora lo que está en el centro es lo que la persona siente y quiere, y no está mal del todo. Porque puede ser un posible camino para una moral verdadera. Han echado por tierra cualquier otro tipo de referencia y tampoco funciona. Necesitamos caminar un poco juntos. Yo estoy convencida de la propuesta antropológica de la Iglesia. Sí. Pero esto trae unos valores que deberían ayudarnos a convertir la mirada. Eso exige un reformateo. En la Veritatis Gaudium* el Papa reformula los estudios pontificios y dice que no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época. No tenemos la cultura necesaria para afrontar este reto. Hace falta construir liderazgos que marquen camino. En este tema me parece clarísimo.
Mientras tanto, la Iglesia pierde jóvenes...
Les estamos alejando la Iglesia porque les parece homófoba etc y si algo son los jóvenes, y eso es bueno, son visceralmente solidarios. O uno les hace ver que no se trata de discriminar sino de que todos estamos en el mismo barco y que no hay nadie mejor que otro. Pero que si uno vive acorde a lo que uno es, es más libre y feliz. O reformulamos la propuesta o les seguiremos perdiendo.
En el libro subrayas que el lugar adecuado para recibir el Kerygma (buena noticia) son las heridas del hombre. Paralelamente, también reconoces que la pastoral aún está por desarrollar en estos temas. ¿Cuáles son los pasos a seguir?
Yo creo que el Espíritu Santo no deja sola a su Iglesia si uno está dispuesto a caminar. Yo creo que cuando una comunidad se pone a la escucha y ora, van a ver cuáles son los pasos a seguir en cada contexto. Puede haber puntos generales pero es tan distinto lo que tiene que hacer una Conferencia Episcopal, de lo que tiene que hacer un padre con sus hijos, a un profesor... Pero un punto es que la Iglesia somos todos, adultos y jóvenes. Pero deberíamos los adultos hacernos vulnerables y reconocer que necesitamos a los jóvenes para poder responder a esta cuestión. Decir: "Perdonad porque hasta ahora no lo hemos hecho bien, ¿nos podemos ayudar unos a otros?".
En una conferencia que di hace dos años fue así, y un chico me dijo: "Yo te ayudo". En cuestión de una hora habían hecho un grupo de Whatsapp y eran 20. Luego invitaron a gente de todo tipo. Y me perseguían. Yo en ese momento estaba con el doctorado y trabajaba en el Vaticano, y de verdad me iba muy mal pero oye... hasta la fecha tenemos nuestro grupo. Ellos fueron el motor, y yo les di espacio y al mismo tiempo reconocen que hay cosas que no saben. Para toda la cuestión antropológica me pedían ayuda. Eso no lo hacemos en la catequesis porque por la forma con la que la enfocamos, se acabó el diálogo. Fue muy bonito. Uno empezó a reunirse con la comunidad LGTBI de su Universidad para preguntarles qué pensaban de estos temas y estaban alucinando, diciendo que nunca un católico se había interesado y llamado a la puerta.
Pero aquí ya hay voces que advierten que para qué abrir un camino, que no se sabe dónde va a acabar. Y se alza la bandera roja del matrimonio homosexual. ¿Cómo afronta la Iglesia ese miedo?
Hoy el pasaje del evangelio es Jesús que camina sobre las aguas. No podemos controlar todo. La profecía es ver algo, ponerte en camino y no saber bien dónde te va a conducir. El punto es, ¿queremos controlar o queremos dejarnos llevar por el Espíritu? Este es el desafío. Es el Espíritu el que nos tiene que guiar. Porque no se trata de echar por tierra la tradición ni ir detrás de la moda. Pero se necesitan las dos cosas. Se necesita tradición y profecía. Fidelidad y audacia. Prudencia y arrojo. Se necesitan jóvenes y adultos. Aquí no lo hace solo nadie. Estamos dispuestos a que el Espíritu nos marque el ritmo o queremos quedarnos anclados en nuestras seguridades, que en el fondo son nuestras tumbas, porque los jóvenes no creen en esas seguridades.
Yo creo que hay que lanzarse y luego las cosas funcionan. Cuando hice el diálogo intergeneracional de juntar a 50 jóvenes y 50 adultos y dije 'a ver qué pasa'. Se me podrían haber subido al cuello. Se podría haber armado, además en esa Universidad había habido unas manifestaciones feministas brutales. Apostamos por el encuentro. Y nos pusimos a ello. Uno toca y dice: o puede salir muy mal, o... ¿y si creamos las condiciones para ver si es posible? Fue un pentecostés. Me encantaría que se crearan minipentecostés en las parroquias. Me encantaría crear unos pequeños vídeos que acompañen al libro, que me han pedido en EEUU, para darles a las pastorales con la metodología para el diálogo intergeneracional.
Que se vea cómo está este tema en las parroquias y si somos capaces de proponer un camino de santidad para las personas que viven realidades LGTB, ¿si o no? y poner gente a rezar y a trabajar. Cuando armas equipos de trabajo, de repente hay algunos que creen que soy aperturista y liberal, y es muy importante que ellos estén en el equipo. Que esas voces quizá más incómodas estén en el equipo porque nos obligaban a limar los planteamientos. Hay que crear equipos incómodos. Solo así vamos a poder responder.
*La Humanae Vitae es la última y séptima encíclica escrita por el Papa Pablo VI, del 1968. Define la doctrina de la Iglesia sobre el aborto, los métodos anticonceptivos y otras medidas que se relacionan con la vida sexual humana.
* La Amoris Laetitia es la segunda exhortación apostólica postsinodal del Papa Francisco, firmada el día 19 de marzo de 2016, sobre el amor en la familia
*El Veritatis Gaudium es una constitución apostólica sobre universidades y facultades eclesiásticas de 2017
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