García Morente, uno de los grandes intelectuales del siglo XX, catedrático de Ética en la Universidad de Madrid desde los 26 años y amigo personal de Ortega y Gasset, fue un ateo convencido durante muchos años, hasta que la noche del 29 al 30 de abril de 1937 tuvo una conversión espiritual radical. Ese día fue cuando entendió con clarividencia intelectual, durante un fenómeno místico, lo que llevaba buscando durante mucho tiempo, pero no había logrado alcanzar, el “ápice supremo de la condición humana”: “¡Querer libremente lo que Dios quiera!”
Manuel García Morente nació el 22 de abril de 1886 en Arjonilla (Jaén). Al poco tiempo su familia marchó a Granada. Enseguida se aficionó a la música y empezó a hacer sus primeros pinitos tocando el piano, pero sus derroteros profesionales no fueron por aquí. A los nueve años falleció su madre, que era una devota cristiana que le enseñó las primeras oraciones, que en apariencia quedaron en el olvido. Admiraba mucho a su padre, que fue un oftalmólogo ateo anticlerical, que condicionó su mentalidad laicista y atea; y de su tío Isidoro, que era farmacéutico, le vino el gusto por la filosofía. Por eso, después de cursar el bachillerato en el Liceo de Bayona, continuó estudiando la licenciatura de Letras en la Universidad de Burdeos en 1905. En 1906 se incorporó a la Institución Libre de Enseñanza, que intelectualmente se “adaptaba como el guante a la mano” a sus ideas. En ella consiguió una beca de la Junta de Ampliación de Estudios para completar su formación, y gracias a ésta se desplaza a Alemania, realizando estancia en las universidades de Berlín, Múnich y Marburgo donde coincidió con Ortega, Besteiro y Pérez de Ayala.
"El Hecho extraordinario"
A los 26 años, un año después de haberse doctorado en Filosofía, en 1911, gana la cátedra de Ética. En 1913 se casó con Carmen García del Cid, mujer muy cercana a Dios, con la que tuvo dos hijas, María José y Carmen, que recibieron educación cristiana, aunque García Morente sigue convencido en sus ideas. En 1923 muere su esposa, hecho supuso un duro golpe en su vida que le afectó, siendo el principio de un proceso de cambio. Y en 1932 fue declarado decano de la facultad de Filosofía y Letras de la misma Universidad, la de Madrid, hasta 1936. En estos años en dicha facultad ejercían su labor, docentes de gran prestigio intelectual como Ortega y Gasset, Zubiri, Menéndez Pidal, Sánchez Albornoz, Besteiro,...
En 1936, en los comienzos de la Guerra Civil, le quitaron su puesto de decano y su cátedra, y en esa misma época, su yerno fue asesinado por las milicias populares en Toledo. Su vida corría riesgo, por lo que Bernardo Giner, ministro de Comunicaciones, le ayudó a huir a Francia.
Ya en París, en la noche del 29 al 30 de abril de 1937, después de escuchar por la radio “La infancia de Jesús” de Berlioz, le sucedió lo que él llamó “el Hecho Extraordinario”, que contó en una carta inédita, varios años después del momento de su muerte. En ella decía: “Me pareció haber llegado a la solución más clara y neta del problema de la vida en mí y fuera de mí. La vida y los hechos de la vida, que Dios providente hace y produce, Dios también nos los da y atribuye. Pero nosotros los aceptamos, los recibimos libremente y por eso son nuestros tanto como suyos… El hombre ha sido creado libre por Dios… Para ser verdaderamente hombre libre, el hombre debe aceptar la voluntad de Dios con sumisión total y a la vez libremente. ¡Querer libremente lo que Dios quiera! He aquí el ápice supremo de la condición humana”.
Esta 'caída del caballo' tuvo un impacto muy fuerte en él, ya que además de propiciarle una gran alegría y un cambio en su vida. En julio de 1937 marchó a Argentina, donde ejerció su labor docente en la Universidad Nacional de Tucumán, pero no duró mucho allí y en junio de 1938 volvió para comenzar como seminarista en Pontevedra. Durante 1939 fue admitido en el Seminario de Madrid y se ordenó como sacerdote en 1940. Su labor pastoral no duró mucho tiempo, porque falleció el 7 de diciembre de 1942, tras una intervención quirúrgica.
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