El 18 de Julio de 1936 el sindicato anarquista CNT requisó en Barcelona la Hispano-Suiza, la fábrica de automóviles que representaban el culmen del elitismo no sólo en España, sino en Europa, los coches que servían de modelo a Rolls-Royce. Había todo un simbolismo en aquella toma de control por parte de los desheredados, que dejaron de construir vehículos de lujo para fabricar blindados que defendiesen la revolución.
Como todas las revoluciones, la que se produjo en España paralela al alzamiento militar traía su guillotina. Los anarquistas cesaron al administrador de la Hispano-Suiza por el procedimiento de asesinarlo, y hubieran seguido el mismo expediente con el consejo de administración si los consejeros no hubieran huido. El presidente de la empresa, Miguel Mateu, hijo del fundador, fue detenido en Gerona cuando intentaba pasar a Francia en busca de refugio. Salvó la cabeza solamente gracias a la rápida intervención del cónsul francés, porque Hispano-Suiza había contribuido notablemente a la victoria francesa en la Primera Guerra Mundial.
Mateu se pasó en cuanto pudo al bando rebelde, a la España Nacional, y montó en Sevilla una fábrica de motores de aviación, especialidad en la que Hispano-Suiza era un líder mundial. De modo que tras colaborar con la victoria aliada en la Guerra del Catorce, Hispano-Suiza se apuntó a otra victoria, la de Franco en la Guerra Civil.
En la España Republicana también se aprovechó la maravilla tecnológica que eran las fábricas Hispano-Suiza. Mientras la de Barcelona, de la que tomó el control la Generalitat, construía blindados, la fábrica que había en Guadalajara –demasiado cerca de Madrid y amenazada por el enemigo- se trasladó a Alicante, y allí se dedicó a reparar y mejorar los motores de los 'Chatos', los aviones que para ayudar a la República había enviado Stalin, otra vuelta de tuerca en la paradoja.
Jamás habría imaginado algo así don Damián Mateu, un lince del mundo empresarial, cuando contrató a Marc Birkigt, super genio de la ingeniería especializado en relojes y máquinas de precisión, para fabricar los coches más fabulosos de la Historia.
La pasión de Alfonso XIII
En junio de 1904 los empresarios catalanes Damián Mateu y Francisco Seix, junto al ingeniero suizo Marc Birkigt constituyeron una sociedad llamada 'La Hispano-Suiza, Fábrica de Automóviles SA'. Serían respectivamente presidente, vicepresidente y director técnico de la nueva empresa. A finales de ese año construyeron los dos primeros Hispanos, como se les llamaría familiarmente. Costaban 14.000 pesetas, que era una fortuna en la época, y encima el fabricante solamente entregaba el chasis con el motor –ambas creaciones del superdotado Birkigt-, pero sin carrocería, porque se suponía que los clientes de la alta sociedad querrían encargarle una a su gusto a su carrocero particular. Así, los primeros Hispanos tenían carrocerías personalizadas, obra de los grandes artesanos de carrozas de Europa.
Alfonso XIII, que era lo que se llamaba un sportman, es decir, un caballero aficionado al deporte, recibió en 1907 un Hispano de 4 cilindros y 20 CV. El rey quedó encantado, sentenció que era "el único automóvil de lujo que no se conducen como un camión", y se convirtió en el gran propagandista de la marca. Su ejemplo sería seguido por la realeza de medio mundo, los reyes de Suecia, Rumanía, Egipto, el Sha de Persia, y una plétora de príncipes y aristócratas como el príncipe de Mónaco y Lord Mountbatten… Su fama llegó tan lejos que hasta el rey de Afganistán se compró un Hispano. Por supuesto, hasta los años 30, no sólo la alta sociedad, sino también las celebridades, como Picasso o Einstein, tenían que tener un Hispano para no quedar mal.
Alfonso XIII no solamente fue un propagandista del Hispano, llegó más allá. Se convirtió en accionista, llegando a poseer el 8 por 100 de la empresa, y sobre todo demandó que construyesen un deportivo de lujo. Así nació en 1908 el modelo 'Alfonso XIII'. En el año 1911 las dos carreras más prestigiosas de Europa, el Grand Prix de Ostende y la Coupe de l’Auto de Boulogne-sur-Mer, fueron ganados por Hispano-Suiza, y en 1921, sería el propio Alfonso XIII quien ganara la carrera de la Cuesta de las Perdices, estableciendo una nueva marca al volante de su Hispano Torpedo H6. En 1924, el modelo H6C, de 160 caballos, se convirtió en el coche más rápido del mundo con sus 150 kilómetros por hora.
El monarca fue también quien tuvo la iniciativa de crear una "división militar" de Hispano-Suiza, la fábrica de Guadalajara, que debía abastecer de vehículos, camiones y aviones al Ejército español. Los empresarios no veían claro el negocio, pero aún así siguieron la iniciativa real, porque el apoyo de Alfonso XIII era un activo de Hispano-Suiza.
Otra circunstancia extra-empresarial motivó la creación de otra fábrica en Francia. En 1910 los obreros de la casa matriz de Barcelona iniciaron una huelga, y para no interrumpir la producción, Mateu, en vez de recurrir a esquiroles para romper la huelga, montó una fábrica cerca de París. Eso favoreció el gran boom de Hispano-Suiza cuando en 1914 estalló la Gran Guerra. Hispano-Suiza se reconvirtió para fabricar motores de avión para la incipiente Aviación francesa, pero pronto todos los aliados requirieron sus servicios, dada la inmejorable calidad de los motores diseñados por Birkigt. Como sus factorías no daban abasto, Hispano-Suiza vendió licencias de fabricación a Francia, Inglaterra, Italia, Rusia, Estados Unidos e incluso Japón. En total se fabricaron 50.000 motores de avión, un suministro para el arma aérea que resultó de gran importancia para el esfuerzo bélico aliado.
Hispano-Suiza salió de la Primera Guerra Mundial con unas ganancias fabulosas y con un emblema, la estilizada cigüeña de su morro. Lo adoptó en homenaje a Georges Guynemer, héroe de la aviación francesa muerto en combate, que volaba en un avión con motor Hispano-Suiza y tenía como mascota una cigüeña pintada en el fuselaje.
Para completar el ciclo histórico de Hispano-Suiza, hay que señalar su protagonismo en los dos momentos que marcan el inicio y el fin del ciclo republicano. Al final del día 14 de abril de 1931, un Hispano-Suiza sale a toda velocidad por una puerta del Campo del Moro, el jardín trasero del Palacio Real. Va al volante el propio Alfonso XIII, camino del exilio ante la proclamación de la República. Ocho años después, mayo de 1939, en su primer Desfile de la Victoria, Franco hace su recorrido triunfal por Madrid a bordo de un Hispano-Suiza.
En 1946 la Hispano-Suiza fue absorbida por el Instituto Nacional de Industria. El automóvil de lujo y prestigio español sería a partir de ese momento el Pegaso, pero esa es otra historia.
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