¿Qué es más difícil, ser historiador o marino?
Navegar y escribir son dos actividades muy separadas entre sí, al menos en teoría. La mar suele imponer su ley de forma inexorable y para vencerla en determinados momentos es necesario emplear todos los conocimientos almacenados durante años. El marino ama profundamente la mar, aunque a veces deba luchar contra ella con uñas y dientes. Pero también el historiador amala Historia, aunque le produzca dolor y sentimientos encontrados en muchas ocasiones.
¿Por qué un país con tanta tradición marinera, tiene pocos estudios de historia naval?
Bueno… Discrepo de que en España aparezcan pocos estudios sobre su propia historia naval. Entiendo que el problema es el de que jamás se ha conseguido la debida divulgación, porque lo que no se conoce, no existe. Enla Armada, por ejemplo, disponemos de dos publicaciones periódicas en las que aparecen ensayos, artículos y trabajos sobre nuestra historia marítima. Me refiero ala RevistaGeneralde Marina y a la de Historia Naval. No obstante y por desgracia, esos trabajos quedan casi al ciento en el entorno de nuestra propia Institución. Siempre he dicho que enla Armadapadecemos una endogamia histórica severa
¿Cómo podría definir su Saga Marinera?
Desde el primer momento me propuse difundir de forma amena y divertida, pero con el mayor rigor histórico posible, la historia de la Real Armada durante dos siglos que entiendo fueron de especial interés. El fin principal es, precisamente, divulgar, que se conozca nuestra historia naval, desconocida por el 99,9% de los españoles. Siempre me extraña que un pueblo como el español, con una historia marítima tan rica y formidable, haya alcanzado esas cotas de ignorancia en un apartado tan importante de su propio ser. Creo que en España todos se enorgullecen de que fueran españoles los que descubrieron medio mundo, que hayamos sido capaces de llevar nuestro idioma, nuestra cultura y forma de vida por los cinco continentes…
Con el tomo 24 llega al vapor. Me imagino que no ha sido fácil…
En efecto, en el volumen 24º, El Vapor de ruedas Isabel II, recientemente publicado, aparece el primer buque de vapor que entró en servicio en la Armada. Aunque siempre me gustó navegar a vela, para los primeros ejemplares debí repasar muy a fondo los sistemas de navegación y aparejos de aquellos buques que marcaron nuestra historia. Una maniobra a veces muy complicada, como la de los navíos del siglo XVIII. Considero el paso de la vela al vapor como uno de los aspectos más interesantes en la historia de la navegación, porque supuso una completa revolución, tanto en el aspecto del material como en el de las tácticas, procedimientos y necesidades logísticas.
En temas de la Armada, nos acordamos más de las desgracias que de las victorias…
Concuerdo plenamente con esa opinión, que tanto me ha entristecido siempre. Es verdaderamente penoso ojear nuestras enciclopedias y libros de Historia, que más parecen escritos por enemigos. Hemos caído de forma inocente en la trampa mediática de la propaganda británica. Por ejemplo, no leerán en ninguna obra británica el indigno y vergonzoso fracaso de su almirante Vernon al claudicar en Cartagena de Indias ante el bravo marino español Blas de Lezo, que luchó contra fuerzas que lo superaban en cientos.
Tenemos muchísimos ejemplos para exponer con todo orgullo, acciones que mantenemos bien tapadas. Otro ejemplo se nos presenta en Trafalgar, un combate naval que, en mi opinión, no significó la terrible tragedia e importancia que se ha proclamado. Recuerdo cuando la prensa me preguntaba en 2005 sobre cómo pensaba la Armada “celebrar” el acontecimiento del segundo centenario del combate. Siempre respondía que no podíamos celebrarlo en absoluto. En todo caso, deberíamos rememorar una jornada luctuosa en la que más de mil hombres de mar españoles perdieron la vida. Sin embargo, y aunque sea difícil de creer, acabamos tomando parte en jornadas de recuerdo del combate de Trafalgar con la Marina británica, unas acciones que estimé absurdas. Porque un año después, cuando podíamos celebrar con todo orgullo la derrota infringida a los ingleses en la heroica defensa del Río dela Plata, llevada a cabo por el capitán de navío Santiago Liniers, nada oficial se hizo, ni un mínimo recuerdo. Por desgracia, el desconocimiento de nuestra historia alcanza las cotas más elevadas.
¿Tiene pensado cómo cerrar la saga?
La composición de la saga se mantiene, en líneas generales, dentro del marco que me tracé hace bastantes años. Tan sólo ha variado el número de volúmenes que la componen, al constatar que algunos temas importantes necesitaban de una mayor dedicación. Por ejemplo, cuando comprobé que el papel de la Armada durante la llamada Guerra de la Independencia prácticamente no aparecía ni en las obras más importantes de nuestra historia, aumenté en cuatro tomos ese periodo. Lo mismo sucedió conla Guerraala Convenciónfrancesa y algún otro apartado. Mantengo la intención de rematarla con cuatro volúmenes sobre el papel marítimo enla GuerraCivilde 1936. Soy consciente de lo mucho que debo afrontar todavía, porque el conjunto se eleva a los 56 volúmenes.
¿Por qué cree que se ha producido en Inglaterra o en Estados Unidos ese boom de la novela histórica marinera?
Realmente, tienen una gran tradición. Creo que la novela histórica es el medio más importante para divulgarla Historia.Portal razón mantengo, en contra de la opinión de algunos colegas, la necesidad de mostrar el mayor rigor histórico posible. Por ejemplo, a los escritores británicos del género los catalogo habitualmente como buenos y amenos novelistas a los que, por desgracia, el mencionado rigor histórico les importa muy poco. Se dedican a la exaltación de sus propios valores con escasa documentación y esconden las páginas negras de su historia, que también las sufrieron en elevado número. Por el contrario, en mi colección aparecen los momentos buenos y malos
¿Tiene autores favoritos?
Mi favorito en novela marítima es Joseph Conrad. Pero especialmente por su estilo y forma de encarar los problemas de la mar con mucha verosimilitud. En cuanto a los actuales, me decanto por la saga de Alexander Kent, aunque peque de inexactitud en muchos de los temas que aborda. A su favor aparece lo bien que muestra el día a día que se vivía enla RoyalNavya lo largo de la segunda mitad del XVIII y primeros años del XIX.
¿Cuáles serían sus barcos de referencia en la Historia de España?
Son muchos, desde luego. En cuanto a construcción y posibilidades me declaro un enamorado de los navíos y fragatas de la segunda mitad el siglo XVIII. Es muy conocido el Santísima Trinidad, único navío con cuatro puentes o baterías y que llegó a montar hasta 140 cañones, siendo el buque más poderoso que surcaba las aguas. Pero también hemos disfrutado de muchos barcos con historias desconocidas para el público general. Por ejemplo, el queche Hiena, que un cabo de mar con cinco hombres apresaron a la naciente Marina de Buenos Aires en el río Negro. Una gesta difícil de creer. Porque tras apresarlo con toda su dotación a bordo, fueron capaces de marinarlo hasta Montevideo, a muchas millas de distancia. Estoy convencido de que si el cabo de mar José González hubiese sido inglés o norteamericano, se le habrían dedicado obras, películas, plazas y mil homenajes
¿Y los emplazamientos?
En cuanto a centros o dependencias dela Armada, son de señalar en primer término los arsenales que se construyeron en el siglo XVIII, unos complejos industriales casi faraónicos. Me refiero a los deLa Habana, Cartagena, Ferrol y Cádiz, donde se construyeron y mantuvieron un importante número de buques. Pero también a otros, capaces de ser considerados como pequeños astilleros o modestas carpinterías de ribera, en los que se construyeron buques de pequeño porte. También desempeñaron un importante papel los departamentos marítimos. Pero no sólo los dela Penínsulasino los que establecimos en Ultramar. Especial mención deberíamos conceder al de San Blas, en la costa pacífica del México actual.
¿Se conoce lo suficiente el Museo Naval de Cartagena, del que ha sido director tantos años?
Creo con toda sinceridad que se trata de un magnífico museo, muy ameno e instructivo para quien recorra sus salas expositivas. Por desgracia, no se conoce lo suficiente. Hay personas que visitan Cartagena y no llegan a saber de su existencia. Es de urgente necesidad que su labor sea convenientemente difundida. Pero no se trata solamente de un trabajo del propio museo, que no siempre se ve apoyado por las instituciones civiles. Tengo el orgullo de haber sido durante trece años su director y haber conseguido la nueva ubicación del centro en el antiguo Cuartel de Presidiarios y Esclavos del siglo XVIII, así como en otros dos edificios anejos. No fue empresa fácil porque, en general, la cultura importa bastante poco a las Instituciones, mucho menos de lo que declaran en público.
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