Nadie podría imaginar que una tragedia traza surcos en este paraje sembrado olivos. Un lugar en el que el viento levanta olores a pino y tomillo, nada invita a pensar en el nubarrón de la muerte. Pero la hay. Sí. En la carretera que une los pueblos de Víznar y Alfacar, una larga tragedia se ha quedado a vivir. Lleva años dando de comer a los árboles, alimentando sus raíces, abonando la tierra con la sustancia de las cosas desgraciadas. En este paraje de la sierra granadina han permanecido sepultados 2.000 cuerpos sin identificar. Víctimas y fusilados de la Guerra Civil, todos apilados en un sueño sin tumba. Federico García Lorca también está ahí entre ellos. Con ellos.
"Lorca y sus tres compañeros de ejecución continúan aprisionados, encuadernados en un libro de tierra y huesos. Ese otro libro que Lorca escribió con la última tinta que le corría por las venas"
El poeta de Fuente Vaqueros ocupa un lugar en esa fosa del barranco de Víznar desde hace 80 años, desde el instante de una madrugada del 18 de agosto de 1936 cuando, junto a otros tres hombres -dos banderilleros y un maestro de escuela- fue asesinado, a tiros. El cuerpo del poeta y el de sus tres compañeros de paredón continúan aprisionados, encuadernados, como si una prensa imaginaria los hubiese unido hasta convertirlos en un libro de tierra y huesos. Ese otro libro que García Lorca escribió con la última tinta, la que le corría por las venas. Vaciados en las raíces de los árboles, sus restos se esparcen. Esa sensación de que la historia es polvo arrojado al viento.
Uno de los autores más asociados a la divulgación de la biografía y la muerte de Federico García Lorca –dónde fue, a qué hora, con la participación de quiénes- ha sido el hispanista Ian Gibson. Fue a él a quien Manolillo El Comunista, uno de los enterradores, indicó el lugar donde años atrás había sepultado los restos a Lorca. Gibson no es el único, ni mucho menos. Con el paso de los años han surgido nuevas teorías que desdicen tanto las pesquisas del inglés como las del el investigador francés Claude Couffon, un hombre que dedicó su vida a saber qué pasó con el poeta. En 1948, apenas 12 años después del asesinato de Lorca, Couffon decidió viajar a España para averiguar qué había ocurrido. Nadie hablaba del tema. A esta primera escuela de estudios lorquianos alrededor del fusilamiento del poeta, si se quiere clásica, se opone -junto con otros autores- la que representa el historiador Miguel Caballero , autor del libro Las trece últimas horas en la vida de García Lorca, que pone en duda la teoría de Gibson y ubica los restos del poeta en otro lugar, incluso propone una fecha distinta de su muerte.
¿17 o 18?, aquella madrugada de agosto
Según relató Claude Couffon al periodista Fernando Valverde, la madrugada del 18 de agosto de 1936 seis hombres formaban el pelotón de fusilamiento que habría de cobrarse la vida del autor de Yerma. A oscuras, en aquella explanada, iluminaron el descampado con los faros del coche junto al que se encontraba, también, un cura... para repartir los sacramentos. Así murió García Lorca: iluminado por un camión y de un disparo, en el borde de una carretera, junto a un olivo. Con el paso de los años, se ha publicado nueva información que contradice la de Couffon. Según Miguel Caballero había muchos más esa noche: el sargento de la Guardia de Asalto, Mariano Ajenjo Moreno; el pistolero Antonio Benavides Benavides; Salvador Varo Leyva, Salvaorillo; Juan Jiménez Cascales; Fernando Correa Carrasco y Antonio Hernández Martín. Todos ellos eran los miembros de la escuadra que el capitán José María Nestares, jefe del sector de Víznar, había asignado para las ejecuciones.
"Así murió Federico García Lorca: en plena madrugada, iluminado por los faros un camión y de un disparo, en el borde de una carretera, junto a un olivo"
De acuerdo con la información publicada por Caballero, la verdadera fecha de la ejecución fue el 17 de agosto; a las cuatro de la madrugada. Esa es la hipótesis que él plantea, basándose en las investigaciones del falangista Eduardo Molina Fajardo. Según Miguel Caballero, el día de su asesinato Lorca fue conducido al Gobierno Civil. Ante la ausencia del gobernadorJosé Valdez, su sustituto, el teniente de la Guardia Civil Nicolás Velasco, ordenó que Lorca fuese conducido hasta La Colonia, un viejo caserón en Víznar que servía como antesala de las ejecuciones. Según Caballero, la ejecución se produjo antes de las cuatro de la mañana, ya que el teniente Martínez Fajardo, que debía ser el que se cerciorase del fusilamiento, tuvo que partir a las cinco de la mañana para acudir al frente y partir de Víznar. El sitio exacto de la ejecución del poeta ocurrió, segun Caballero, en una finca privada, conocida como el cortijo del Gazpacho.
Crítico con los hallazgos de Ian Gibson, a quien acusa de haberse dejado guiar por la tradición oral, Miguel Caballero ha ofrecido también a lo largo de los años una lectura distinta de las razones que habrían motivado el fusilamiento de Federico García Lorca. La orden de su muerte no estaba asociada directamente a su militancia republicana. Otros guisos más oscuros iban ardiendo al fuego lento de la rencilla personal. Problemas familiares. Desencuentros económicos y hasta políticos fueron mezclándose en la historia de tres familias: los García Lorca, la familia Roldán y la familia Alba, a quien Lorca aludió en una de sus obras más conocidas, La casa de Bernarda Alba, una forma de venganza literaria en la que Lorca retrataba aquel mundo tremebundo y violento donde los parentescos y los lindantes se arreglaban por igual a tiros que con una boda.
La tierra, siempre la tierra
Federico García Lorca nació entre las alamedas de la Vega de Granada y murió entre los olivos del cercano Barranco de Víznar. Apretado en esa tierra, su tragedia aumenta de tamaño. Cada trozo de Granada ilustra y acompaña la vida del dramaturgo y poeta. Desde Fuente Vaqueros, donde nació hasta la casa dela familia del poeta en Valderrubio, pequeño pueblo a escasos kilómetros del primero. En Fuente Vaqueros se conserva el Cortijo de Daimuz, en el que vivía Frasquita Alba y que le sirvió de inspiración para escribir La casa de Bernarda Alba y Yerma; además de la fuente de la Teja, a la derecha del río Cubillas, un lugar muy frecuentado por García Lorca.
Lorca nació entre las alamedas de la Vega de Granada y murió entre los olivos del cercano Barranco de Víznar. Apretado en esa tierra, su tragedia aumenta de tamaño.
En aquella sociedad conservadora, el joven Lorca se abría espacio con sus propias ideas, buscaba en la literatura una azada con la cual modificar ese paisaje. Su extravagancia era un raro brote; su carácter expansivo; su homosexualidad. Todo era chamiza a punto de arder bajo aquel sol. García Lorca lector y poeta, que va abriéndose paso. "Hay unas crónicas de juventud algo más íntimas que las Impresiones y Paisajes, que se publicaron mucho después de su muerte. En ellas queda perfectamente reflejado de qué forma el Lorca lector y escritor fijaba su posición ante el mundo. Él se declara romántico porque se declara enfrentado a una sociedad con la que discrepa. Aparece el horror que le produjo la Primera Guerra Mundial, el que quiere identificarse con los perseguidos”, dice al respecto el escritor Luis García Montero, quien hace poco ha publicado Un lector llamado Federico García Lorca (Taurus), un ensayo en el que ausculta la biblioteca del autor de Bodas de sangre. Poeta y también estudioso de la obra lorquiana, García Montero opone en este ensayo al Lorca telúrico. Lo sujeta a las lecturas que perfilaron sus influencias, con tanta fuerza como la azada que rompe la tierra seca de donde brota, en donde vive, esta tragedia. La de un hombre que camina, una y otra vez, hacia su muerte sin tumba.
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