Cultura

La larga historia del ministerio que nadie quiere asumir

No es de los ministerios más vistosos, a juzgar por la lógica de quienes preferirían acabar en la cartera de Fomento, un ministerio que, por mucho recorte que se imponga,

  • Una imagen del entonces ministro José Ignacio Wert y el secretario de Estado, José María Lassalle.

No es de los ministerios más vistosos, a juzgar por la lógica de quienes preferirían acabar en la cartera de Fomento, un ministerio que, por mucho recorte que se imponga, permite inaugurar alguna obra pública, que sentarse a bregar y debatir cuál es la mejor y más correcta vía para educar a las nuevas generaciones en España. No hay que dejar de lado que con la polémica LOMCE de los Populares, se acumulan ya ocho leyes que regulan los temas de enseñanza, un área acaso demasiado importante como para tantas y tan seguidas correcciones.

Lo cierto es que mientras se suceden las posibles combinaciones para el gabinete que Mariano Rajoy anunciará el jueves, muchos preferirían una llamada desde Moncloa para ocupar ministerios como Economía o Asuntos Sociales, que el de Educación y Cultura, ése que se mueve en una 'zona gris' política y por la que, sin embargo, pasan los temas esenciales: educación básica y superior, y desde 2011 las Secretarías de Estado de Deporte y Cultura, esta última atiende todo lo relativo a Archivos, Bibliotecas y Museos estatales, además de Cine, Teatro, Danza, Industrias Culturales y Propiedad Intelectual.

Exceptuando las legislaturas del Partido Popular entre los años de José María Aznar, que fusionó Educación y Cultura, al igual que Mariano Rajoy en 2011 hasta 2016, Cultura siempre tuvo un ministerio propio por el que pasaron personajes tan disísimiles como el escritor e intelectual Jorge Semprúm entre 1988 y 1991, con Felipe González, hasta otros como Pío Cabanillas -ex ministro de Información y Turismo del Franquismo-, pasando por Esperanza Aguirre o el mismísimo Mariano Rajoy, quien detentó el cargo entre 1999 y 2000.

Fue precisamente José Luis Rodríguez Zapatero quien devolvió a la Cultura el rango de ministerio. Carmen Calvo, César Antonio Molina y Ángeles González Sinde ocuparon un puesto que, en 2011, casi todos daban por hecho que sería asumido por José María Lassalle, diputado del PP por Cantabria, una de las figuras en las que muchos vieron no sólo compromiso y cabalidad con el sector, sino una destacada labor en temas como Propiedad Intelectual. La sorpresa, entonces, no fue sólo por el hecho de que Lassalle detentara la Secretaría de Estado de Cultura –en la que permaneció toda la legislatura-, sino acaso por el papel tan pasivo que jugó.

José María Lassalle quedó en estos cinco años opacado por el polémico y en absoluto diplomático José Ignacio Wert, quien luego de abrir todos los frentes polémicos posibles como ministro de Educación fue designado en 2015 como embajadaor de España en la OCDE en París. En ese momento, y como se esperaba, Lassalle permaneció en la Secretaría de Estado, mientras Íñigo Méndez de Vigo dio un paso al frente como sustituto de Wert.

En los últimos cinco años de la legislatura de los populares la Cultura sufrió todos los reveses posibles: un sector que vio desplomarse no sólo sus presupuestos -un 40% en menos de cuatro años- sino sus proyectos esenciales e incluso su amor propio. La Ley de Mecenazgo quedó embutida en el sucedáneo de la Reforma Fiscal, la Propiedad Intelectual se aprobó con reservas y recelos, el Cine quedó a la espera de un sistema de exenciones acordes con el resto de la UE. Eso sin hablar del IVA Cultural, que a día de hoy ni se reconsidera ni vuelve a su sitio.

La relación del ministerio de Educación, Cultura y Deporte estuvo marcada por el conflicto, en todas las áreas. ¿Quién tiene, dentro de los populares un perfil para tomar las riendas de tan maltratada cartera? Los nombres que más suenan dentro del nuevo gabinete, Jorge Moragas y Pablo Casado, distan mucho de las quinielas para ocupar el despacho en Alcalá.

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