Cultura

Una historia rusa: los cosacos del Kubán

Son el coro folclórico más antiguo de Rusia, su formación se remonta al siglo XIX.

Sophia Bovtun tiene 27. Nació justo un año después de la caída del Muro de Berlín. Es nativa de Kubán, esa región al sur de Rusia que limita con el mar interior de Azov. No habla inglés, tampoco español, así que quien conversa con ella tiene la duda sobre por qué la longitud de sus frases se acorta tan drásticamente en la versión que ofrece el intérprete, un delgado y pálido sujeto que lleva un traje parecido al color de los botones de los ascensores. 

-¿Qué hace una mujer joven como usted aquí?

-Desde que tengo cinco años canto canciones populares. Para mí es un orgullo pertenecer al coro más antiguo de Rusia –Sophia habla de carrerilla–. Se fundó en 1811.

-¿Desde los 5 años forma parte de este conjunto?

-No, desde los diez. Mi abuela y mi madre vieron que cantaba muy bien así que me llevaron al Instituto de música. De ahí pasé al coro de Kubán. Y desde entonces me dedico a esto.

Esta noche, Sophia interpreta dos canciones como solista dentro del repertorio de 26 temas del acto que realiza la embajada de su país en España. Quedan diez minutos para la función. En el comedor de un hotel de la Gran Vía madrileña, la viceministra de Cultura de Rusia ofrece declaraciones a la prensa, mientras una docena de hombres vestidos como cosacos van de un lado a otro con sables de utilería y una sospechosa barba que delata postizo. Son los integrantes del tradicional Coro Cosaco Académico Estatal de Kubán, el más antiguo grupo folclórico de Rusia, que esta semana actuó en el Teatro Capitol , en ocasión de FITUR.

La gala con la que se inauguró el ciclo de actividades del Año Dual del Turismo España-Rusia 2016-2017 tiene algo de otro tiempo. Esas cosas que ocurren cuando la identidad deviene puramente en folclore, aunque en este caso el asunto no tiene nada de anecdótico. El coro de los Cosacos de Kubán se formó en año 1811, cuando Dostoievski y Tolstoi ni siquiera soñaban en nacer. El grupo comenzó como un coro militar de la Armada Cosaca de Kubán, que actuaba en ceremonias religiosas. Con el paso de los años sus recitales comenzaron a tomar parte en el ámbito secular con canciones clásicas y folclóricas.

El coro de los Cosacos de Kubán se formó en año 1811, cuando Dostoievski y Tolstoi ni siquiera soñaban en nacer

Kubán es una de las once comunidades cosacas existentes y está considerada una de las principales después de la de los Cosacos del Don. Sin embargo, y aunque en el comienzo de la Revolución Rusa sus valores fueron difundidos, en los años de la Segunda Guerra Mundial sufrieron una persecución y segregación; muchos de ellos terminaron en los gulags puestos en marcha por Stalin. A pesar de eso, el coro no sólo permaneció activo, sino que en 1936, más de un siglo después de su creación, se introdujo la danza como parte de su puesta en escena. 

Sus bailes dinámicos, casi acrobáticos incluyen armas tradicionales como sables, dagas y lanzas. Todo ello, para hacer que las composiciones coreográficas transmitan una sensación de espectacularidad que todavía conservan… a pesar de la sensación de utilería que impregna la función. Aunque después de 45 minutos de recital, el asunto pasa a un absoluto segundo plano no sólo por el centenar de artistas sino porque la contradicción de la representación con el tiempo en el que ocurre es mayúscula, tan extraña que deviene en belleza.

Sophia, la solista de 27 años, luce como una versión de Basilisa La Hermosa. Viste una larga falda de colores vivos y un delantal bordado con canutillos sujeto con un cinturón rojo

Sophia, la solista de 27 años, luce como una versión de Basilisa La Hermosa. Viste una larga falda de colores vivos, un delantal bordado con canutillos sujeto con un cinturón rojo y un grueso tocado que recoge su cabello. También viste una blusa blanca y collares de cuentas doradas y rojas. Parece hecha de mazapán. Es muy blanca, aunque el nacimiento de su pelo, visible aún a pesar del tocado, delata un castaño oscuro. Su belleza es casi tan diversa como la música que está por interpretar: hay algo armenio, griego o turco, pero también ese aspecto severo de los ucranianos, eslavos y rusos. Si no llevara tanto maquillaje, sería más sencillo arrancar de la capa de polvos compactos los verdaderos rasgos de su rostro.

-¿Se dedica a esto profesionalmente?

-Sí.

-¿Y por qué? ¿Qué la hizo elegirla?

-Forma parte de mi tierra, de mi espíritu y de mi identidad –dice, otra vez, usando bastantes más palabras que la versión escueta que ofrece el intérprete-.

La palabra cosaco alude al término caballero. Y con ella comenzaron a referirse, a partir del siglo XII, para dar nombre a los hombres nómadas y libres que recorrían Europa Oriental. Vivían en las llamadas Stanitsa, una especie de destacamento de varias unidades de tropas, incluyendo sus familias y propiedades y en el que las mujeres, aunque en un papel evidentemente pasivo, podían llegar a batirse en combate tanto como cualquiera de sus padres, hermanos o maridos.

Una imagen de la función ofrecida esta semana en Madrid.

Las dos canciones que interpreta Sophia esta noche parecen arrancadas de un lugar extinto, un paisaje triste cercano al Mar Negro. En nada tienen que ver con un repertorio en el que se suceden imágenes que en principio creeríamos tópicas y de interés turístico, como si de un souvenir se tratara. El aparato cultural asegura que el coro es "el responsable de la salud espiritual de la nación rusa" y a juzgar por las reacciones que arranca del público ruso que esta noche llena el teatro madrileño, algo de razón hay en ello.

Faltan cinco minutos para que comience la función. La vice ministra rusa sigue hablando ante los focos de una cámara de vídeo. Los cosacos apuran los últimos detalles, visten uniformes de distinto tipo, pulen sus sables de falso metal. Saldrán a bailar ahora como hace doscientos años, arrancándose de la voz la música en la que caben el amor, las tragedias, la guerra y las despedidas, las de aquellos que se marchaban a luchar sin saber, acaso, si habrían de volver.

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