Adolf Hitler nació en 1889 en una casa de la localidad austriaca de Braunau Inn, en la frontera con Alemania. Uno de los grandes dilemas ha sido siempre qué hacer con este edificio, la "cuna del mal", para no convertirlo en un punto de peregrinación para neonazis, pero al mismo tiempo dignificar el espacio sin olvidar el pasado. Uno de los proyectos que más fuerza cobró en los últimos años fue alojar en sus estancias una institución social que trabaja con personas con discapacidad cognitiva, a quienes Hitler habría querido "aniquilar", tal y como destaca el cineasta austriaco Günter Schwaiger, con motivo del estreno de su documental Quién teme al pueblo natal de Hitler.
El gobierno austriaco, que expropió esta casa en 2016 por considerarla "peligrosa" ante la posibilidad de atraer la visita no deseada de fieles del "Führer", decidió finalmente descartar aquella idea para convertirla en una comisaría de policía, y este fue el detonante del documental que ahora llega a los cines, que toma como punto de partida este caso concreto para abordar la manera en la que su país se relaciona con el nazismo, desde las familias, que han mantenido un silencio de generación en generación, a las instituciones, que a su juicio no encaran el pasado con responsabilidad.
Schwaiger lamenta en declaraciones a Vozpópuli que en lugar de optar por una manera "nueva y fresca" de enfrentarse a su pasado y "resignificar un lugar muy cargado de una estigmatización muy negativa", se haya optado por una solución que, a su juicio, es un "déjà vu" de la Austria que él dejó hace años y que "no es capaz de enfrentarse a su historia". "Se cierra la casa, se intenta borrar cualquier recuerdo de Adolf Hitler y retirar la piedra conmemorativa. Es como volver a las recetas de los años 50: hacer como si no hubiera pasado nada", señala.
"Se cierra la casa, se intenta borrar cualquier recuerdo de Adolf Hitler y retirar la piedra conmemorativa. Es como volver a las recetas de los años 50: hacer como si no hubiera pasado nada"Günter Schwaiger
El documental arranca con un cuestionario sencillo entre los viandantes de esta ciudad acerca de los austriacos más celebres de la historia. Entre músicos o inventores (desde Mozart al descubridor de la bebida energética más famosa del mundo) casi nadie cita a Hitler, bien por cansancio, por apatía o por el bochorno que les produce ser identificados con el nacimiento de un personaje histórico que acarrea un estigma para la ciudad del que no consiguen deshacerse.
Para Schweiger, mantener la memoria de los verdugos en los campos de concentración, lejos de los núcleos de población, es solo una manera de no afrontar la cuestión. "Tachar el desagradable pasado parece seguir de moda hoy en día", señala en un momento del documental.
La casa natal de Hitler se encuentra en el número 15 de la calle Salzburger Vorstadt y justo delante se erige una placa conmemorativa en la que se lee: "Por la paz, la libertad y la democracia. Nunca más fascismo, advierten millones de muertos". Este recuerdo en memoria del Holocausto se intentó retirar, pero la población se negó y el ayuntamiento decidió mantenerlo en el mismo lugar. Sin embargo, a pesar de las voces discrepantes, el proyecto de utilizar la casa como comisaría de policía parece salir adelante, ya que el Gobierno cree que es la manera de que los nazis no instrumentalicen este espacio.
Esta postura, para este cineasta austriaco afincado en España, obedece a "recetas fracasadas como cerrar la puerta, no mirar y pensar que las cosas se resuelven por sí solas", muy alejadas de lo que en su opinión necesita la población. "Cuesta muchísimo enfrentarse a una pregunta: ¿por qué mis antepasados apoyaron ese régimen de forma directa o indirecta, a través del silencio, mirando a otro lado o aprovechándose? El pueblo austriaco somos en nuestra mayoría muy maduros y queremos enfrentarnos a ello de una manera más abierta y contestar esas preguntas", recalca.
"No tenemos ni idea de cuál era la implicación de nuestros abuelos y nuestras abuelas. La gran mayoría de los austriacos y alemanes no sabe, tiene una idea tergiversada o idealizada"Günter Schweiger
Si bien hay unanimidad en apuntar el horror, no la hay, pues, en la manera de articular un diálogo e incluso, como señala este director, puede hablarse de cierta "torpeza", pero no solo a nivel institucional o social, sino también familiar, donde se ha mantenido un silencio tanto en Alemania como en Austria. "Nos hemos dado cuenta de que no tenemos ni idea de cuál era la implicación de nuestros abuelos y nuestras abuelas. La gran mayoría de los austriacos y alemanes no sabe, tiene una idea tergiversada o idealizada", resalta el director de Quién teme al pueblo natal de Hitler.
El "buen abuelo nazi"
Schweiger hace referencia a un "caso clásico", una "mitificación intrafamiliar basada en la ignorancia absoluta y en el silencio que se instaló en la posguerra sobre lo que realmente había pasado" relacionada con la imagen del "abuelo" como alguien que había formado parte del partido nazi pero, sin embargo, había salvado "al menos a tres judíos". Lo que denomina "el cuento del buen abuelo nazi", el mito de alguien que "también ha sufrido y ha sido bueno", se ha extendido por toda Alemania y Austria y obedece, en su opinión, a una "duda" sobre los antepasados.
Hasta el 8 de mayo de 1945, fecha en la que se acepta la rendición de la Alemania nazi, Hitler fue un ídolo máximo y después se consideró un criminal. Schweiger destaca que a continuación "nadie les ayudó a desentramar ese cacao como era necesario, ese trauma del verdugo". "Es mucho mejor entender qué ha pasado, que tener esas dudas acerca de tus antepasados, porque lo trasladas a las siguientes generaciones. Solo así se pueden curar esos sentimientos de culpa, y entender cómo un régimen así llegó a las masas, las dominó y recibió un apoyo absoluto para hacer llegar ese horror que fue el nazismo a su expresión máxima. Es nuestra responsabilidad y no duele tanto como parece", apunta.
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