Cultura

'Holy Spider': la revolución de Irán también está en el cine

Ali Abbasi dirige un thriller basado en unos asesinatos en serie ocurridos en su país natal entre 2000 y 2001

Hasta el momento, el régimen iraní ha ejecutado al menos a cuatro personas como medida represiva ante las protestas que se reproducen en el país desde septiembre, cuando la iraní de origen kurdo Mahsa Amini, de 22 años, falleció a causa de los golpes que le infligió la policía tras su detención por violar supuestamente el estricto código de vestimenta iraní para las mujeres. Los últimos sentenciados a muerte son un campeón nacional de kárate y un entrenador de niños.

En un país con una idiosincrasia tan alejada del sentido común que impregna Europa parece de ayuda hoy más que nunca aproximarse a una realidad tan distante a través de quienes mejor la pueden explicar al mundo: sus artistas. En la pasada edición del Festival de Cannes, el cineasta iraní nacionalizado danés Ali Abbasi (responsable de la sobresaliente Border, 2018) compitió por la Palma de Oro con su película Holy Spider, un thriller basado en hechos reales que, sin pretenderlo, ha cobrado cada vez más importancia con el paso de los meses tras los últimos acontecimientos sociales y políticos que vive el país.

No obstante, la trama de esta película, rodada en Jordania y que se estrena en los cines españoles este viernes, está inspirada en hechos reales ocurridos en la ciudad santa de Mashhad (Irán) entre 2000 y 2001. En ella, una periodista de Teherán viaja hasta esta ciudad del noreste del país para investigar unos feminicidios. El asesino en serie es un fanático dispuesto a limpiar la ciudad de las mujeres moralmente corruptas -prostitutas y drogadictas, en esencia- pero sus actos macabros no parecen despertar la prisa y la urgencia que merecen en las autoridades policiales.

El filme de Abbasi es la cinta más política y revolucionaria que mejor respalda el momento agitado que vive Irán

Los escalofríos que produce leer estos días cualquier noticia trágica sobre estas condenas a muerte de los jóvenes que se han manifestado por la libertad de las mujeres y contra el régimen autoritario se reproducen también durante las casi dos horas que dura Holy Spider, que parece cobrar nuevo sentido meses después de su puesta de largo en la croisette. Probablemente sin pretenderlo, el filme de Abbasi es la cinta más política y revolucionaria que mejor respalda el momento agitado que vive Irán.

A partir de decenas de asesinatos con perfiles idénticos entre las víctimas y una misma forma de cometer estos crímenes, el cineasta se zambulle en las consecuencias que tiene para las mujeres iraníes salirse de la norma y de la moral establecida en la Sharia, ya sea por ofrecer servicios sexuales a cambio de dinero o por meter las narices en asuntos que a priori no les incumben, como es el caso de la investigación periodística que lleva a cabo la protagonista, que busca con sed de justicia al responsable de las atroces muertes.

La protagonista -a quien da vida una brillante Zar Amir-Ebrahimi, galardonada por este papel en Cannes- desafía con un ímpetu y una valentía que no se espera en una mujer en protesta por la violencia sexual y también en el lenguaje que se usa contra las mujeres, y que ella misma también ha experimentado en el pasado. Así, a través de una serie de asesinatos, Abbasi pone el acento en toda una violencia estructural contra la mujer, que circula en cualquier dirección, desde cualquier estamento y con cualquier excusa, para reflejar, hoy con más necesidad que nunca, un país donde la mujer cuenta la mitad que el hombre y donde la violencia se perpetúa sin fin.

Lo más político, lo más intencionado en Holy Spider desde la militancia de su director no es lo más obvio, sino la sutil acción de retirar la cortina que no deja ver los cuerpos de las mujeres iraníes: su cabello, sus hombros vestidos, el esmalte en las uñas de sus pies o sus manos

Lejos de servir solo como un filme de denuncia, el gran acierto de Abbasi es no perder la tensión del thriller en buena parte del metraje, y despertar asimismo en pequeñas dosis y con una contundencia en constante crecimiento la furia y el desprecio por un sistema autoritario. Es contundente en su denuncia, en su firme propósito de mostrar una realidad social que espanta, que estremece por injusta, por machista, por arbitraria, pero en ningún momento pierde de vista la forma en la que ha concebido esta película.

Llama la atención la crudeza de las imágenes ante las que sitúa al espectador. Las muertes, sin excepción, son todas crueles y se muestran con tal cercanía que llega a contagiar la angustia de las víctimas, que son brutalmente estranguladas, uno de los motivos por los que ha recibido críticas. Sin embargo, todo obedece al objetivo del cineasta de mostrar el cuerpo de la mujer, sea cual sea la situación, y reivindicar su presencia, sacarlo de su invisibilidad.

Lo más político, lo más intencionado en Holy Spider desde la militancia de su director no es lo más obvio, sino la sutil acción de retirar la cortina que no deja ver los cuerpos de las mujeres iraníes: su cabello, sus hombros vestidos, el esmalte en las uñas de sus pies o sus manos. Merece la pena observar cómo estos pequeños gestos son revolucionarios, han despertado el odio de las autoridades iraníes y mantendrá a Ali Abbasi alejado de su país natal durante varios años.

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