2021 acabó con malas noticias para eso que el politólogo español Frigdiano Álvaro Durántez Prados definió como “Iberofonía” en su ensayo de 2018, Iberofonía y paniberismo: definición y articulación del mundo ibérico, publicado por Última Línea. Y lo fue por dos motivos, condensados ambos en un único evento histórico.
El concepto de Iberofonía es demasiado importante en este siglo XXI para permitir que la vida parlamentaria española lo condicione. Pero, ¿qué es la Iberofonía? Es el conjunto de naciones y de personas que en el Mundo hablan español y portugués, las dos únicas lenguas universales mutuamente comprensibles a grandes rasgos. El grado de intercomprensión mutua entre lusoparlantes e hispanoparlantes es, según los lingüistas, de un 89%. La más alta en idiomas que se hablan en los cinco continentes, y prácticamente el único caso existente.
La razón es obvia, portugués y español son lenguas iberorromances occidentales, derivadas del latín. Y aunque el portugués tiene más sonidos vocálicos que el español, y ello hace que cueste más a un hispanoparlante comprender a un lusoparlante que la recíproca, lo cierto es que un hispanoparlante podría, perfectamente, ir a Brasil, Angola, Portugal, Mozambique, Timor Oriental, Guinea Bissau, Santo Tomé y Príncipe y Cabo Verde y tener pocos problemas en entenderse y hacerse entender, aunque no hable portugués.
Por su parte, los nativos de estas naciones, que además forman parte de la CPLP, Comunidad de Países de Lengua Portuguesa, podrían perfectamente desenvolverse en España, Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y Guinea Ecuatorial. Esta última, por cierto, también forma parte de la CPLP, al igual que es miembro de la OEI, junto a Brasil y Portugal, que comparten membresía en ambas organizaciones.
Más allá de este aspecto técnico, pero también histórico de las lenguas, la Iberofonía comparte más cosas. A gran escala histórica, es un espacio civilizatorio en que lo ibérico (hispano y luso), lo precolombino y lo africano se ha entretejido de una manera muy sólida, mediante el mestizaje cultural y, por supuesto, sexual. Pues el primero es imposible sin el segundo. Todo ello mantenido con instituciones culturales grecorromanas y judeocristianas, sin exclusiones y mediante procesos profundos de aculturación y sincretismo.
La música, la danza, la comida, las fiestas, los nombres de las personas, los lugares, las ciudades, evidencian ese impresionante evento histórico que supone la construcción de la Iberofonía, cuyo antepasado histórico más importante fue la unidad de los Imperios Español y Portugués acaecida entre 1580 y 1640, la cual controló tres océanos (el Índico, el Pacífico y el Atlántico Sur) y conectó con la China de la Dinastía Ming, mediante el Real de a Ocho, a las dos mayores civilizaciones del momento, tanto a nivel comercial como cultural, la Iberófona y la China. ¿Pero qué ocurrió en 2021?
Iberosfera en el parlamento
Ocurrió el 21 de diciembre, en el Congreso de los Diputados de España. El grupo parlamentario de Vox presentó una proposición no de ley para fortalecer lo que ellos llaman “Iberosfera”, en analogía con la Anglosfera, que permitiera configurar un espacio de países de lenguas portuguesa y española de todos los continentes. Georgina Trías fue la diputada encargada de defender en el Congreso dicha propuesta.
Aseguró que era un “mandato constitucional” aprobar dicha proposición, que fue rechazada por el resto de grupos excepto el PP, que se abstuvo, y Coalición Canaria y Foro Asturias, que votaron a favor. La torpeza de Vox a la hora de presentar esta proposición es doble. Primero: es un error llamar a dicha plataforma geopolítica “Iberosfera”, que puede traducirse por “esfera ibérica”, lo que equivale a pensar que Portugal y, sobre todo, España, pueden liderar dicha “esfera” o plataforma continental geopolítica.
No es posible reconstruir los Imperios Español y Portugués peo sí un espacio de cooperación multinacional e intercontinental iberófono
Segundo problema: no buscar la necesaria transversalidad ideológica que estas ideas requieren. Aunque claro, esto es difícil en la fragmentada cámara baja que tenemos. Los partidos separatistas rechazaron la propuesta, junto al PSOE y Unidas Podemos, que la vieron como una iniciativa “rancia”, “franquista” y “trumpista”. Incluso pretendieron que esa propuesta de “Iberosfera” incluyera las lenguas regionales. Esta no deja de ser una lectura excesivamente española, pues en la Iberofonía, término más adecuado, conviven miles de lenguas, junto a las dos más importantes, el español y el portugués. Y esas lenguas han de ser reivindicadas y protegidas, pero no utilizadas para dividir a la plataforma.
Mención aparte merecen Ciudadanos y el Partido Popular. Los primeros rechazaron la propuesta porque no se aceptó una de sus enmiendas. Y ambos trataron de reducir la Iberofonía a la Comunidad Iberoamericana de Naciones, cuando el concepto es muchísimo más amplio. Quizás sus diputados no sepan que la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) tiene un Programa de la Iberofonía que, desde la perspectiva de la cooperación Sur-Sur, promueve programas en los PALOP (Países Africanos de Lengua Oficial Portuguesa) y en Timor Oriental, nación soberana en el sudeste asiático que habla portugués, y que se libró de la ocupación indonesia hace veinte años.
No es posible reconstruir los Imperios Español y Portugués. Pero nos encontramos desde hace años, y sin hacer mucho ruido, en el proceso a la construcción de un espacio de cooperación multinacional e intercontinental iberófono, sin exclusiones geográficas. Una Iberofonía cuyo centro geopolítico y geocultural no es, ni puede ser, España, ni Portugal. Es en Iberoamérica y en la Iberoáfrica (los PALOP más Guinea Ecuatorial) donde podemos encontrar el núcleo irradiador (que diría Errejón) de la Iberofonía.
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