Estimado James Rhodes:
Este lunes y este domingo fuiste protagonista -una vez más- de un intenso debate en redes por tu intervención en un programa de La 2, donde confesabas no comprender la popularidad del reguetón ni de artistas como Bad Bunny. Pedías, no sé si con ingenuidad o con algo de sorna, que alguien te lo explicara. También prometías escuchar “con toda el alma” a la persona que se prestase a hacerlo. Abusando de tu invitación, me atrevo a cumplir la tarea en esta columna. Espero que sea de tu interés y que te ayude a percibir la enorme potencia artística y social de un género que se disfruta en todo el planeta desde 2004.
Comienzo explicándote el contexto, que tiene algo que ver con Inglaterra, tu país. Durante demasiadas décadas, la industria musical anglosajona ha ejercido un enorme dominio en el mercado pop. Hubo épocas doradas como la de Beatles y Stones en los años sesenta y setenta, pero también otras muy mediocres. Francamente, a mediados de los dosmiles, estábamos hartos de escuchar a grupos como Kasabian, sucedáneo de Oasis que a su vez eran un sucedáneo de The Beatles. Los estribillos pop que llegaban desde Londres sabían a mala pizza recalentada, sin picante, ni sabor, ni valor nutritivo.
Es algo que explicó muy bien Bono (U2) en una entrevista de 1997: “La gente ya sabe demasiado del rock. Nos gustan las canciones no porque sean buenas, sino porque nos recuerdan a otras que lo eran. Nunca ha sido tan fácil como ahora diseñar un grupo. Todo es nostalgia: karaoke de los Rolling Stones, de los Kinks…Incluso hay bandas que montan toda su carrera alrededor de un par de años de un artista, digamos el Bowie del 73 al 75”, respondía a un periodista español. Coldplay vendían cientos de miles de discos en España, pero había mucho hartazgo de la música en inglés, que sonaba cada vez más mustia y mediocre.
El reguetón resucitó el pop
Al otro lado del Atlántico, alrededor del cambio de milenio, algunos adolescentes de los barrios pobres de Puerto Rico y Panamá también se aburrían de la música que les querían vender desde Nueva York y Los Ángeles. Disfrutaban mucho del reggae jamaicano y del hip-hop estadounidense, pero pensaban que podían hacer música propia igual de buena, y más bailable, donde cantar en su propio idioma sobre los subidones y tristezas típicos de la edad. Te hablo de adolescentes pobres, muy pobres, tanto que lo único que no podían quitarles eran sus cuerpos, fuente de casi todos sus placeres. Cuando eres joven, y además no tienes dinero ni futuro, lo más probable es que aprecies una música directa, urgente, como en los años del punk. También quieres una música hedonista y potente que te haga olvidar de inmediato el duro trabajo de la semana (seguramente no sabes que Bad Bunny comenzó trabajando como reponedor en un supermercado de San Juan de Puerto Rico).
Cuando arrasó 'Gasolina' en 2004, dijeron que el reguetón era una moda que duraría dos veranos, pero lleva ya 17 años sin dejar de expandirse en todo el mundo
El género que inventaron estos adolescentes era sucio, directo y un poco demencial. Sonaba como alguien ciego de lujuria y borracho de felicidad en una discoteca a las 5AM. Usaban un lenguaje propio, español callejero del Caribe, tan peculiar que ni siquiera se comprendía en España (la primera recopilación de éxitos del género venía con un diccionario de términos donde aprendimos los más importantes). No se puede infravalorar la grandeza de canciones como “Gasolina” (Daddy Yankee), que habla de la inteligencia hedonista de las mujeres, de su capacidad para disfrutar la vida mucho más a fondo que nosotros. Cuando se publicó esta canción, que arrasó en todo el planeta, los expertos dijeron que el reguetón era una simple moda que duraría dos veranos (igual que tú dijiste en televisión que no escucharemos a Bad Bunny dentro de dos siglos). La realidad es que el ‘perreo’ no ha parado de crecer desde entonces y “Gasolina” suena tan desafiante y contagiosa como en 2004.
El olfato pop de las mujeres
Las mujeres tienen un papel importante en el éxito del reguetón, como hemos explicado alguna vez en Vozpópuli. El género ha sido acusado muchas veces de machista, pero en los conciertos de Maluma, J. Balvin y Bad Bunny manda el público femenino, que siempre es el más despierto (ellas fueron las primeras en apoyar a los Beatles, Stones, Sinatra, Serrat y Jacques Brel, por ejemplo). El reguetón les atrajo porque da más importancia al placer que a la solemnidad, porque fomenta las relaciones sociales, porque crea una atmósfera cordial y festiva donde se mueven con mayor naturalidad que entre la testosterona del rock o el hip-hop. Y se las acepta mejor también.
Te lo explico con una frase de la trapera española Bad Gyal: “Me flipa cómo se habla de las mujeres en las letras de reguetón. Lo que yo veo, y después no valoramos, es que se describe a una mujer libre. Se la anima a que se comporte como quiera, aunque alguna de sus canciones están mal vistas en la sociedad. También se habla de que hay muchos tipos de cuerpos bonitos, no solo uno, mientras que quizá en la música pop blanca, no latina, no afroamericana, nos ha hecho quedarnos con un modelo de mujer que es mucho más opresor que el del reguetón, o de cualquier otro estilo”, explicaba en 2018.
Termino con un párrafo sobre Bad Bunny. ¿Recuerdas cuando Bob Dylan cantaba en 1963 su himno Los tiempos están cambiando? Se dirigía a varias generaciones de padres y abuelos incapaces de comprender los conflictos y aspiraciones de los jóvenes que fundarían la contracultura. Mi impresión es que Bad Bunny es lo más parecido a Bob Dylan que tienen los veinteañeros de 2021. La comparación te puede sonar exagerada, pero yo diría que Benito Ocasio Martínez -su nombre real- tiene tanta sustancia cultural y política como Dylan (aunque nunca le vayan a dar el Nobel). Te invito a descubrir el papel de catalizador que jugó el reguetonero boricua en las protestas populares de 2019, que terminaron con la dimisión del gobernador Ricky Roselló, corrupto, arrogante y homófobo.
Pero, sobre todo, te animo a escuchar y bailar a fondo las canciones de Bad Bunny, que combinan las endorfinas de la música de discoteca, la fluidez del hip-hop y la emoción a flor de piel de Juan Gabriel y otras músicas populares latinas, todo ello resumido en tres o cuatro minutos. No es ninguna casualidad que Benito fuese el artista más escuchado de Spotify en 2020 en todo el mundo. Esperando haber sido de ayuda, te saluda atentamente…
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