Cultura

Javier Cercas: “Tengo una sensación de desarraigo, traición y furia”

El escritor extremeño radicado en Cataluña habla en esta entrevista sobre 'Terra alta', novela ganadora del Premio Planeta, y que discurre entre los atentados de Las Ramblas y la convocatoria a un referéndum de independencia

Se llamaba Melchor porque la primera vez que su madre lo vio, recién salido de su vientre y chorreando de sangre, exclamó que parecía un rey mago. Así presenta Javier Cercas a Melchor Marín, el mosso d' esquadra que protagoniza Terra Alta, novela ganadora del Premio Planeta 2019 y con la que el escritor ha cambiado no sólo la tendencia del galardón literario, también lo ha hecho con el ciclo de su propia obra.

Aunque distinta de Soldados de Salamina o Anatomía de un instante, Cercas conecta una vez más en Terra alta con sus temas capitales, sólo que esta vez echa mano de una concepción formal más clásica del policiaco y del thriller para crear una verdad literaria. Todo comienza en Cambrils, en agosto de 2017, cuando un mosso d’esquadra abate a cuatro terroristas yihadistas. Para protegerlo, sus mandos deciden dejarlo en el anonimato.

A partir de este personaje, Javier Cercas construye una biografía en la que despliega un artefacto lleno de contradicciones, dureza y verdad. Melchor deja Barcelona tras los atentados y se muda a la comarca de la Terra Alta, un lugar donde nunca pasa nada y en el que el policía se ha creado una vida nueva, pero todo cambia cuando el matrimonio dueño de la mayor parte de las empresas de la zona, aparece asesinado.

Melchor Marín se colocará tras la pista de lo ocurrido y no descansará hasta aclarar la verdad. Aguijoneado por el crimen sin resolver de su madre, investiga la muerte de los empresarios porque busca también sus propias respuestas. Melchor es un héroe con fisuras. Creció entre las drogas y los centros de menores. Mientras cumplía una condena de cuatro años por narcotráfico, leyó Los miserables, un libro que le cambió la vida para siempre. Y no por Jean Val Jean, será por Javert.

 Terra Alta tiene conexiones con la realidad, las que resultan evidentes en el contexto del año 2017, y otras más profundas y que iluminan sentimientos como la traición, la ira, el odio. El estado anímico al que el procés ha arrastrado tanto a Cercas como al resto de los catalanes respira en cada párrafo de este libro. Y Cercas no rehúye al respecto. Asegura sentirse extranjero y desterrado, como cuando con cuatro años llegó a Cataluña desde Extremadura.

Abre un nuevo ciclo con esta novela, pero a la vez conecta con sus obsesiones. Lo que ocurre en el pasado importa, determina. ¿Es ese el motor de Melchor Marín?

Lo es, en el sentido de que está absolutamente determinado por la muerte de su madre prostituta. Eso es lo que desencadena su feroz afán justiciero. Todos estamos determinados por nuestro pasado. Somos lo que hemos sido, pero el de Melchor es un pasado mucho más remoto y enterrado. Su vida de violencia y de huérfano traumatizado es casi presente. Él no es un hombre con conciencia histórica, de Terra Alta sabe sólo la batalla de Brunete, pero nada más.

Aunque sea una novela distinta, porque lo es, se mantiene su obsesión por el pasado y la memoria. Por la reconstrucción de ese pasado.

Es fundamental el hecho de que el pasado no ha pasado todavía, esa frase de Faulkner que cité en El impostor y que ha marcado mis libros a partir de Soldados de Salamina. El papel que desempeña el pasado es importante y muestra que el presente es más complejo, porque abarca el pasado. Sin el pasado, el presente está mutilado.

Melchor Marín se siente identificado con Javert de Los miserables. Ambos comparten el signo de los desencajados. ¿Qué buscan en realidad? ¿Justicia? ¿Pertenecer? ¿Arraigo? ¿Una patria?

En algún momento, al final del libro se habla de eso. En algún momento usé la palabra patria, lo hice cuando presenté El monarca de las sombras, en Terral Alta, un lugar que descubrí cuando fui a documentarme para el libro. En una presentación en Bot dije que había encontrado en la Terra Alta una nueva patria, hablé del concepto de patria de Cervantes.

¿En qué sentido?

Cervantes no tiene una idea política de patria, sino un lugar pequeño donde están los afectos y uno se siente bien. Melchor Marín, que es un desarraigado y un violento, encuentra su lugar en el mundo en Terra Alta. No es una patria en el sentido agresivo, sino el lugar de los afectos.

Usted, como Melchor Marín, ¿se siente desarraigado? Llegó a Cataluña desde Extremadura con apenas cuatro años, y ya ve.

Creo que es verdad. En este chico que, aparentemente, es tan distinto de mí, he metido cosas de mí mismo que no me he atrevido a decir. Soy un desarraigado, para bien y para mal. Nací en Extremadura, un lugar en el que todos estábamos muy protegidos, teníamos dinero, conocíamos a todo el mundo y a los cuatro años me trasladaron a un sitio donde éramos pobres, o al menos ya no éramos ricos, no conocíamos a nadie y todo era totalmente distinto.

Eso influyó en usted, y todavía influye. 

Mi madre siempre dice que si me hubiese quedado en el pueblo no habría sido escritor, en este sentido tengo que ver con Melchor. Yo creía que tenía un sitio en el mundo, pero parece que no. Incluso te diré que pensé que tenía dos patrias, pero parece que no. Me siento extranjero en el lugar al que creí que pertenecía. Tengo una sensación de desarraigo, traición y furia, porque en esta novela hay mucha furia. Me dijo Manuel Vilas que, tras leer la novela, detectó un motor fundamental: el odio. ¡Y ojo con el odio, porque dura más que el plástico en el mar! Esa furia está en el libro.

Terra Alta es un lugar en el que nunca pasa nada, pero de pronto ocurre algo terrible. ¿Terra Alta es un trasunto, una metáfora de algo más? De Cataluña, pues.

Mis libros son pasto de psicoanalista. Hay una traición, porque quien Melchor creía que era su mejor amigo, lo traiciona.

 Javert y Melchor, ambos policías. Eso los relaciona de otro modo con la justicia.

Creo que salió así. En cuanto pones un policía, hablas de la justicia. Mis novelas tenían algo de policiales, sin excepción, porque hay un enigma que resolver. En esta novela sigue presente, pero acompañado por otros rasgos de thriller, que es un policía y un crimen. Javert es el malo de Los miserables, pero para Melchor es el bueno y él lo ve así. Percibe en Javert lo que quiere ser él. El motor de todo es descubrir esa verdad.

Los atentados de Cambrils y Barcelona, el referéndum independentista y La Guerra Civil. Indagando en la realidad, crea ficción. ¿Qué verdades fabrica la literatura?

La novela genera las preguntas de la manera más compleja. ¿Es culpable o no en El proceso? ¿está loco o no el Quijote? Debajo de esa pregunta superficial están las preguntas esenciales que tienen que ver con la justicia, el valor de la ley, los sentimientos de venganza, la posibilidad de la justicia.

Este mosso plantea contradicciones: es violento y oscuro, pero lucha contra el mal. ¿Qué se impone en él, la verdad o la justicia?

Don Winslow, el de El poder del perro, decía que la del policía es la historia de un hombre que intenta preservar la decencia en un mundo indecente. Este personaje, Melchor, es capaz de cometer atrocidades, pero tiene un corazón puro. En eso consiste una novela, ya las grandes novelas y las que a mí me gustan son así, y está.

Alude a Terra alta como un nuevo ciclo. ¿Cuál es la relación de esta novela con las anteriores?

Hay cosas muy anecdóticas, pero que son fundamentales. Todas mis novelas, desde Soldados de Salamina hasta hoy, incluida Anatomía de un instante, están escritas en primera persona. En este libro he vuelto a la tercera persona en presente. Es decir, hay una distancia que en esos otros libros no existía. En el momento en que acabé El monarca de las sombras, tuve la sensación de que había cerrado algo.

Ya no es un personaje de su propia novela.

Oí a aquel narrador que hablaba de esa manera, empecé. La frase vino sola a mi cabeza: “Se llamaba Melchor, porque su madre le sacó chorreando de sangre y le pareció un rey mago”. Aquí encontré una música que no sabía de dónde había salido. Anteriormente yo era personaje en mis novelas, autoficción, todo eso se acabó. El cambio capital en este libro es ese. La literatura es forma, es decir, una buena historia bien contada es una buena historia, pero una buena historia mal contada es una mala historia.

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