Cultura

Javier Traité: “En la Edad Media se bañaba todo el mundo, les encantaba”

'El olor en la Edad Media' desmonta algunos de los bulos más extendidos sobre la salud y la higiene en la Europa medieval

Los cristianos medievales no se lavaban a diferencia de los musulmanes y judíos. Las ciudades de Castilla, Aragón, Inglaterra o Francia estaban llenas de excrementos con las calles intransitables de basura por todos los desperdicios que arrojaban los vecinos. Y monarcas como Isabel de Castilla hacían juramentos consistentes en no cambiarse la camisa durante años. Seguro que han escuchado o visto en películas algunas de estas afirmaciones sobre la higiene medieval que la historiografía ha desterrado hace tiempo. Ahora Javier Traité y Consuelo Sanz de Bremond se proponen derribar estos mitos en El olor de la Edad Media (Ático de los libros), más de mil páginas en el que muestran la importancia del jabón, de los baños públicos y las técnicas de higiene del hombre medieval. Traité atiende a Vozpópuli en una entrevista.

Pregunta: Se me ocurren muchas dificultades para abordar un tema tan complejo como el de la higiene personal en más de un milenio de duración.

Respuesta: Muchas veces el problema es que no miramos porque lo que nos hemos dado cuenta es que hay muchísima investigación porque las fuentes son abundantísimas. A pesar de las 1.000 páginas de libro, hemos dejado fuera muchas cosas. La vida privada la puedes encontrar en los confesionarios, en los sermones, en la poesía trovadoresca, en los relatos de caballería, en las crónicas, normativas de los pueblos…Está por todas partes.

P: Ponen un ejemplo de un poema de un monje alemán.

R: El Hortulus. Es maravilloso. Estamos hablando de un monje alemán del siglo IX, Walahfrid Strabo. Es un monje que escribe un pequeño poemita que se llama el Hortulus, donde él describe las plantas que tiene en el jardín de su monasterio, en su huertito. Entonces, simplemente con las veintipico estrofas que son cada una de las plantas, y la introducción nos cuenta un montonazo de detalles higiénicos. Dice: ‘Cuando llegue el invierno no tengas miedo de ensuciarte las manos con el asqueroso estiércol’, ya nos habla del estiércol, de la necesidad de trabajar con él y de que es asqueroso. Sigue: ‘Pero cuando llegue la primavera te encontrarás una explosión de fragancias y de sabores’. Nos está hablando de cómo le gustan los buenos olores. Habla del buen olor cuando tocas las hojas de una planta o de cuando te comes los melones y sale la espuma como si fuera jabón.

P: Dedican mucho espacio en la obra a la medicina y a las creencias médicas de la Edad Media, cómo el hombre medieval pensaba que las enfermedades se transmitían por el olor pestilente

R: Exactamente, el miasma. Teníamos que retrotraernos a Roma y al mundo clásico, y también analizar el tema del pensamiento médico, porque esto ya viene desde Hipócrates. Ese es el concepto del aire pestilente, que es lo que ellos llamaban el miasma. Tenemos la idea de que cae Roma y Occidente pierde todos los conocimientos, y esto no es así. Se pierde, obviamente, mucho material teórico por los problemas, la crisis que se vive y la crisis demográfica sobre todo. Pero los conocimientos estándar de cómo es el mundo, cómo funciona el cuerpo, eso se mantiene. Se mantiene la teoría de los humores que nos dice que el cuerpo está regido por esos humores internos y la enfermedad se debe a un desequilibrio de los humores. Ellos no conciben los microorganismos, nadie los tiene en la cabeza hasta el siglo XIX realmente, que es cuando se populariza bien esta teoría y se empieza a trabajar con ella. Hasta el siglo XIX todo el mundo piensa en humores y en el miasma, que es el aire pestilente que surge de la tierra, de la materia putrefacta, o según la alineación celestial. Y ese aire pestilente es el que transmite la enfermedad, te corrompe los humores por dentro y hace que enfermes. Así es como ellos piensan. En conclusión, no les puede gustar nunca el mal olor. Es decir, sabiendo que están en un entorno difícil, ellos, los grandes olores pestilentes, intentan alejarlos porque entienden que eso es malo para la salud.

P: Como abordan tantísimos países y siglos, nos vamos al final de la Edad Media, a las últimas décadas de la Edad Media, la corona de Castilla, por ejemplo. ¿A qué olía una ciudad castellana del siglo XV?

R: Depende del día. Depende de si tenemos días de mercado, por ejemplo. En un día de mercado, sobre todo en mercado de la carne y en verano, es muy complicado de manejar. Y esto yo creo que cualquiera que viaje a ciudades donde todavía haya mercados al aire libre, que no esté todo perfectamente refrigerado y esterilizado, te da una idea. Las pescaderías, las tintorerías, las curtidurías, todo eso huele bastante. Toda la parte industrial de las ciudades es mal oliente y una cosa que se hace es repartir y reorganizar las industrias por barrios, o sacarlas fuera. O llevarlas a otra parte para que el olor no moleste. Con lo cual, el olor depende de la parte de la ciudad, depende del momento, depende de la época... No es lo mismo el verano que la primavera que el invierno. Y lo que nos vamos a encontrar va a ser, aparte de olores fuertes y olores que hoy en día nos chocan, por ejemplo, los olores de los animales y del estiércol. Hay que pensar que es un mundo rural, igual que lo era Roma, igual que lo es el siglo XVII. Es decir, en eso no hay diferencia. Ese olor, digamos, agreste de los animales y del estiércol, eso está por todas partes. Pero tenemos también sus perfumes, tenemos también sus plantas aromáticas. Esto es mucho mejor en las aldeas, hay una carga olfativa menor. Y lo que nos olvidamos es el olor a leña, el olor a humo. Era lo que lo impregnaba absolutamente todo. Cuando vas a una barbacoa, vuelves con el pelo y la ropa oliendo a ese humo, pues el sistema que tenían para calentarse, para cocinar y para alumbrarse era ese.

P: Con toda la serie que ha dicho, estaba pensando en que ha mencionado el siglo XVII o un poquito más adelante, pero en el contexto que nacen mis abuelos en un pueblo de Guadalajara en el primer cuarto del siglo XX, prácticamente lo mismo.

R: Sí, estuvimos preguntando a mucha gente así un poquito más mayor y nos encontramos toda esa Edad Media que estábamos viendo. Nos encontramos baños públicos, ir el domingo al baño público y esto me lo explicaba mi suegra: ‘En Mataró, el domingo íbamos a los baños públicos para pegarnos ahí la lavada bien’, porque ellos no tenían baño o bañera en casa. Nos encontramos toda la gente de campo, por ejemplo esa mujer que no se lavaba la cabeza nunca, pero se cepillaba todos los días y con un largo cepillado, cada mañana cepillando, cepillando, cepillando, nunca le olía mal la cabeza.

P: Sin salir de los reinos peninsulares, ¿se puede decir, siempre generalizando, que los musulmanes o cristianos o judíos eran algunos más limpios que otros?

R: Tanto judíos como musulmanes tenían unos procedimientos de higiene ritual que los cristianos no tenían. Los cristianos los empezaron teniendo, en la antigüedad tardía existían unos rituales de lavarse las manos o la cara al entrar a la iglesia, etc. Pero eso se acabó perdiendo enseguida. Ahora bien, ¿qué implica esta existencia del ritual? Lo que pasa es que en toda sociedad hay gente más guarra y gente más limpia, y en este caso lo que tenemos es que los guarros musulmanes o los guarros judíos digamos que tenían más cortapisas o más incentivos para no serlo porque estaban obligados a cumplir un ritual. Entonces, quisieran o no quisieran, se tenían que lavar las manos o el ritual que les tocara. Y eso en el lado cristiano no ocurre. Pero claro, de ahí se empieza a decir que todos los cristianos no se lavaban o que los cristianos odiaban la limpieza... eso no es así ni de lejos. Lo tenemos en todas las fuentes, los encontramos lavándose las manos, yendo a los baños, lavando la ropa, cuidando el olor... O sea, que para nada es que fuera una sociedad guarra en absoluto. En general digo que a todos les huele mal el del frente. O sea, al cristiano le olía mal el judío y viceversa.

P: En la obra reflejan cómo les chocaba a unos y otros los olores de las comidas que no tenían.

R: Esto lo vemos bien en una crítica que hacen en el siglo XV a los judíos porque frien la carne con ajetes y cebollas en aceite. Que fíjate tú, hoy en día este olor nos parece maravilloso. En cambio, como los cristianos estaban acostumbrados a usar la manteca o por lo menos este autor a cocinar con manteca, pues esos olores le parecían horribles. Una cosa es el mal olor real, el de un cadáver, por ejemplo, y otra cosa es un mal olor cultural, que son olores que tú no controlas y por tanto te generan un rechazo, pero no son malos de por sí, son simplemente extraños.

A todos les huele mal el del frente: al cristiano le olía mal el judío y viceversa
Pregunta: Hoy entendemos que hay que lavarse o ducharse, al menos una vez al día. ¿Cómo era en la Edad Media?

Respuesta: Es complicado generalizar, pero cuando vas mirando las fuentes de aquí y de allá, vas examinando el periodo, observas los objetos arqueológicos que tenemos más o menos te haces una idea. Hay que pensar una cosa, ellos no tenían ducha, pero sí tenían un sistema de higiene básico para la semana, digamos, para ir tirando durante la semana laboral. El sistema de higiene básico en la Edad Media es el lavado por partes sumado al cambio de camisa, que esto es algo muy importante y que nos cuesta mucho entender. En la Edad Media se vestían con dos capas o tres: estaba la capa interior, que es la camisa, que es esa prenda grande que llega hasta las pantorrillas o incluso más abajo, hecha de un tejido vegetal, normalmente lino, en los casos de más dinero, algodón, incluso sedas. En general lino, tejidos vegetales, normalmente bastos, que exfolian la piel y sirven para recoger todo el sudor. Y eso lo separa de la prenda de cuerpo, que es la ropa que llevas encima y es la que te ve la gente en la calle. Entonces ya es distinto a nuestra ropa interior, que es muy mínima, pensada como mucho para algo de frío y poquito más, y para cubrir lo mínimo. El guarro en la Edad Media no es el que no se ducha, es el que no se cambia la camisa. Esa camisa tú cada día te la tienes que quitar y como mínimo airearla y ponerla al fuego, y dejarla que se ventile durante toda la noche. En los testamentos, incluso las personas más pobres, el mínimo que tienen son dos camisas. Esto sumado al lavado por partes, que para eso solo te hace falta una palangana, un trapo y lavarte las axilas, el cuello, la entrepierna, los pies. De esta forma ellos mantenían una higiene adecuada y correcta durante toda la semana y luego ya, una o dos veces a la semana, en función del tiempo, ir a los baños y ahí hacerse un lavado a fondo, siempre con su jabón.

P: ¿El jabón estaba muy generalizado?

R: El jabón se generaliza en la Edad Media, que es otra cosa que a mí me ha parecido fascinante. O sea, estamos siempre llamándoles guarros y es el milenio en el que el jabón se popularizó. El jabón, lo conocen los romanos, pero apenas lo utilizan. Lo utilizan para temas artesanales. Es a partir del siglo V que empezamos a encontrar ya en los textos cómo empieza a aparecer el ‘saponarius’, el que fabrica el jabón. Se empieza ya a fabricar más jabón y vemos cómo empiezan a usarlo para el cuerpo, porque en los reinos germanos todo el rato vemos cómo nos aparece el jabón en las fuentes. A partir de aquí, sólo crece, es decir, nos aparece en todas partes, en todas las fuentes de la Edad Media, es lo que se vende por las calles cuando te hablan de los comercios de París. Y a partir de las cruzadas, cuando además se hacen nuevos estilos de aceite que se cogen a partir del mundo islámico, que usa otras grasas, otros aceites, se amplifica más la oferta. Hay una variedad de jabones brutal: jabones duros, jabones blandos, jabones hechos con sebo, jabones con aceite, aromatizados... Es un comercio que está vivísimo y además la gente se lo puede hacer en casa, porque es muy fácil de hacer con residuos que tienes, con la grasa de los animales o algo de aceite y la ceniza del hogar. Tenemos recetas caseras de agua de lejía y jabón.

P: Uno de los problemas de cualquier comunidad es la gestión de residuos. En el libro explican mil formas, como los encargados de llevarse la basura fuera de los barrios. ¿Hay que desterrar esta imagen, también muy común en películas, de tirar la basura y que se quede en mitad de la ciudad?

R: No es que tengamos que desterrarla. Y esto yo creo que es importante porque si no caemos en el riesgo de dibujar una Edad Media rosa y no es para nada la intención. Pero hay que pensar una cosa, hay que pensar que la Edad Media no existe un poder central realmente fuerte. Entonces, hay ciudades mejores y ciudades peores. Sí que encontramos que todas tienen esa preocupación por hacerlo y las autoridades lo hacen. Algunas funcionan mejor y otras peor. Hay ciudades, por ejemplo, como Oxford y otras ciudades universitarias que eran muy complicadas porque los universitarios eran lo peor. Eran chavales jóvenes de la universidad, sin el control de los padres, que muchos iban a ser monjes o clérigos, con lo cual, digamos, que querían desfogarse antes de estar más controlados. Eran súper violentos. En las crónicas, los informes forenses están llenos de asesinados por los estudiantes universitarios. Eran muy chungos y eran los que menos cuidaban las ciudades. Las ciudades universitarias podían estar hechas un asco enseguida. Oxford, llega un momento que el rey hace un escrito y dice: ‘Por el amor de Dios, haced el favor de limpiar las calles porque se acumulan y se acumulan tanta mierda que los viajeros se enferman al entrar en la ciudad y hay algunos que no llegan a salir vivos, que se mueren en la ciudad del asco que dan’. Y tiene que hacer una partida especial de limpieza para la ciudad de Oxford. En Inglaterra, Londres, donde estaba la autoridad del poder, ahí cerca podían organizarlo mejor. Tenían su buen equipo de barrenderos, los sheriff, los alguaciles que iban mirando, las vecinas haciendo las denuncias, los juicios funcionando. O ciudades, por ejemplo, como Siena que tenía un control fantástico, unas multas tremendas, todas las calles pavimentadas y mucho control de la gente que tiraba basura. También existía un sistema muy inteligente que también había en España que consistía en compartir la multa de la denuncia con el denunciante. De forma que si alguien tiraba aquello, el orinar por la ventana, que podía ocurrir, pues el vecino de al lado, si lo veía, iba al alguacil, lo denunciaba y se llevaba la mitad del precio de la multa.

P: Regresando a la escena íntima, ¿qué hacían las mujeres con la regla?

R: Pues básicamente paños. La prenda básica son los paños menstruales que nos aparecen en las fuentes constantemente. Eso, ligado con la camisa, era lo que tenían que utilizar, sobre todo. Se ha encontrado algún remedio de compresa, pero en realidad no es nada que estuviera generalizado. Se ha encontrado una pieza muy particular que apareció en Islandia y que en realidad parece asociado más bien a pérdidas de orina, hecha con piel, con un musgo que se llama ‘sphagnum’ que tiene propiedades antibióticas metido dentro. Es una cosa muy chula, pero en general se tenían que apañar con los paños menstruales que aparecen hasta en la iconografía. Es decir, es un clásico los paños de algodón que se tenían que ir cambiando y limpiando regularmente.

P: ¿Las mujeres se depilaban?

R: Las mujeres se depilaban y se depilaban el pubis. Es una cosa fascinante. Como siempre había una gran variabilidad. Pero cuando nos hablan de las ascetas, estos ideales ascéticos de mujer son mujeres que se dejan crecer todo el vello. Los ascetas son los que renuncian al mundo y por tanto hacen todo lo que es contrario de lo que se espera de la gente normal que está en el mundo. Los ascetas dejan de comer y se limitan a lo mínimo, dejan de lavarse, dejan de vestirse, dejan de hablar con la gente y les crece todo el pelo por todo el cuerpo. En los hombres la imagen es la barba hasta el suelo, pero cuando se habla de María Egipciaca cuentan que parece un oso. Creo que esto ya nos da una pista de que existe esa preocupación por el depilado, y luego lo encontramos efectivamente en las fuentes, encontramos recetas depilatorias, encontramos que es práctico porque hay que luchar contra los parásitos, contra piojos, etcétera

P: ¿Podemos saber hasta qué nivel todo el mundo lo hacía?

R: Ahí es donde no podemos entrar, es muy complicado porque nos faltan fuentes, no podemos hacer una foto perfecta, pero sí encontramos algo muy curioso. A finales de la Baja Edad Media,a partir de los siglos XII y XIII cuando empieza esa sociedad urbana a crecer, se crea el depilado como un marcador de clase y entonces el depilado pasa a formar parte del depilado integral. Pasa a formar parte de la sociedad urbana, es decir, si tú eres un burgués o un aristócrata, de la gente bien se espera que vayas depiladísimo. Los que no van depilados son los rústicos, son los del campo y esto aparece en diversas fuentes de la literatura.

P: ¿Tenemos que entender que los nobles eran o iban más limpios, incluso más perfumados que los campesinos?

R: Pues te diría que sí, pero no. Es decir, sería muy fácil caer en la idea de que solamente la gente con posibles o digamos aristócratas, caballeros, etc. se lavaban. Pero no es el caso y de hecho tenemos casos de caballeros guarros y de monarcas guarros y además aparecen en las fuentes y lo dicen. Montar el baño de los domingos pues tampoco era tan complicado, no era un gran dispendio. Ahora bien, la calidad de los perfumes, la gente pobre se podía perfumar con aguas olorosas, con plantas y flores, mientras que la clase alta podía comprar esos perfumes hechos con almizcle animal o con aceites esenciales importados. En ese sentido, sí que hay mayor higiene en las clases altas. También se pueden permitir tener sirvientes que les ayuden a quitar todos los piojos. Las condiciones materiales siempre influyen, pero eso no nos tiene que llevar a pensar a que la gente con menos iban guarros porque tampoco todos hacen por limpiarse.

P: ¿Y entre pueblos y ciudades?

R: Yo creo que una aldea sería mucho más salubre, porque la aldea básicamente lo que tiene es estiércol y al final el estiércol sí que es verdad que encontramos casos en la documentación donde los campesinos montan el estercolero delante de casa. Pero en general, en el campo lo que tienes son las pilas de estiércol que no es que huelan mal todo el año, porque eso se deja ahí, la costra superior se seca, entonces cuando toca estercolar el campo entonces sí huele mal. En el campo lo que tienes aparte de eso es el olor a leña, el olor a los animales y el olor de las flores, del bosque, del huerto, no son malos olores y hay pocos vertederos. Hay desperdicio, pero se genera poco porque en la Edad Media se recicla todo. En las ciudades, en cambio, sí se generaba mucho desperdicio que no va a ninguna parte y tienes ambientes más complicados. Se concentran mucho en barrios, la zona industrial en los barrios pobres o en los barrios más alejados, pero hacen que la ciudad y en especial los centros de la ciudad donde está el ayuntamiento o la plaza central esté lo más limpio posible.

P: Detallan en la obra este concepto tan interesante del paisajismo sanitario medieval.

R: Lo hemos traducido así como paisajismo sanitario. Es un término de la sociología que aplicado a la historia y a la historia medieval nos habla de toda la serie de actitudes y medidas que tomaban tanto las autoridades como los vecinos para mantener un entorno salubre y bueno para vivir para la salud y para los negocios. Y es ese todo, es esa totalidad porque es la normativa. Es el pagar a gente para que vayan controlando las calles y vayan incentivando la limpieza. Es el pagar la infraestructura, el pagar el pavimentado, los carros que saquen los materiales de la ciudad, los que llevan el estiércol, los que vacían los pozos y los llevan al campo. Es pagar los hospitales, las casas de baño. Todas esas actitudes las tienen en general todas las sociedades del medievo y es lo que choca frontalmente con todo lo que nos han contado siempre

P: Y para terminar otro concepto que choca contra la idea generalizada de imaginar a los romanos continuamente en baños pero no al hombre medieval

R: Toda la cultura medieval está impregnada del baño. Lo encontramos en todas las fuentes y pensar que no lo hacían es disparatado. Era algo popular, algo que estaba para todos. Los baños españoles que marcan los días que pueden ir los cristianos, los días que pueden ir los judíos, los días que pueden ir los musulmanes, los días de hombres y los días de mujeres. Las leyes de Castilla inciden mucho que, por ejemplo, una mujer puede testificar en todo aquello que haya ocurrido en la trilogía, en el molino, en el horno o en el baño. O sea, es una instalación básica y ya es hora de quitarnos de la cabeza la idea de que solo se bañaban los más ricos o algo excepcional. Se bañaba todo el mundo, les encantaba.

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