La escritora británica Jeanette Winterson no se anda por las ramas. No da rodeos. No le interesan. No los necesita. A la pregunta sobre si no considera el feminismo actual demasiado directo y agresivo, ella responde sin titubear. "El feminismo tiene que serlo, las violaciones son agresivas, ¿no? La cosificación es agresiva, ¿no? La misoginia es agresiva. Pues el feminismo también, ¿no crees?". Este fin de semana la autora ha visitado España para participar en el Hay Festival Segovia y dar a conocer su participación en The Hogarth Shakespeare, un proyecto impulsado por la editorial fundada por Virginia y Leonard Woolf en 1917 y en el que ella participa al reescribir una de las obras del dramaturgo.
Todo comenzó el año pasado. Con motivo del cuatrocientos aniversario de la muerte de William Shakespeare, Hogarth Pres invitó a reconocidos autores para que revisitaran una de las obras de las obras del dramaturgo y crearan su propia historia a partir de la original. Mientras Nesbø, Anne Tyler y Margaret Atwood hicieron lo propio con Hamlet, Winterson lo hizo con el Cuento de invierno, la penúltima obra de teatro de Shakespeare. La autora cambió la acción de 1611 a la crisis financiera de Londres en 2008. Lo hizo, dice, para significar una serie de cuentas pendientes. "En el mundo de la posverdad, los escritores de ficción podemos contar la verdad”. Y eso es justamente lo que pretende hacer.
En El hueco del tiempo (Lumen), el título de su revisión de Cuento de invierno, el primero del proyecto internacional The Hogarth Shakespeare introduce algunos elementos en la tragicomedia de Shakespeare. En la obra original Leontes, rey de Sicilia, rechaza a su mujer, Hermione, cegado por los celos. Perderá no solo a su esposa, sino también a su hija, Perdita, de quien reniega, y a su amigo del alma, Políxenes, rey de Bohemia. Winterson combina algunos de los aspectos originales de la trama y en ellos introduce historias y personajes, incluso con guiños autobiográficos. Uno de los personajes es una niña abandonada. Como ella.
Winterson fue adoptada por una pareja evangélica de escasos recursos económicos que la educó en el estricto dogma evangélico pentecostal. Imbuida del fervor religioso de su familia, Winterson soñaba con ser misionera, y con solo seis años, ya escribía sermones para la iglesia. Sin embargo, su perfil de hija perfecta se truncó cuando a los 16 años confesó a su madre que amaba a una mujer. Ella le dio dos opciones: “O te vas de esta casa y no vuelves nunca más o dejas de ver a esa chica”. Jeannette decidió abandonar el hogar, pero cuando estaba saliendo de casa su madre le preguntó: "Jeanette, ¿puedes decirme por qué?". "Cuando estoy con ella soy feliz. Feliz sin más". La señora Winterson hizo entonces la última pregunta: "¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?", la frase que fio título a la autobiografía que la autora escribiría años después. Tras abandonar el hogar en el que hasta entonces había crecido, entró en Oxford para estudiar Filología Inglesa. Su encuentro con esa experiencia cultural la contó en Fruta prohibida (1985), su primera novela, que más tarde se adaptó a la BBC y que le valió a la escritora el premio Whitbread Award a la mejor ópera prima.
Algo en el temperamento de James Winterson tiende al orden y la disciplina, pero también al avasallamiento
Tras conocer la biografía de este personaje, podrá comprender el lector de dónde proviene su naturaleza directa e incluso excesiva. Algo en el temperamento de James Winterson tiende al orden y la disciplina, pero también al avasallamiento. Su manera de hablar. Su forma de resolver lo conflictivo con una visión total. Un filtro de análisis que ha logrado trasladar a Shakespeare para entender lo que ella vislumbra como sus conflictos centrales, incluso 400 años después.
"En Shakespeare hay cosas que están muy claras: su relación con el amor y el destino. Ambos elementos son centrales y determinantes. Son su obsesión. Y las mujeres en Shakespeare son mucho mejores que los hombres. Son más graciosas, más nobles, más crueles, más decididas. Siempre tienen las mejores líneas. Son siempre mejores”, dice. Según Winterson, Shakespeare recuperó la impronta griega de la mujer como representaciones ciclópeas de la verdad. Por ejemplo, en la tragedia. “Medea es una mujer que al verse engañada por Jason mata a sus propios hijos. Se imponen por encima de todo”, dice.
"Hoy ninguna mujer sabe cómo es su cuerpo. La verdadera ficción hoy es el cuerpo"
Que el feminismo de hoy sea más agresivo le parece lógico. “Ya no podemos seguir viendo lo femenino o a las mujeres sólo como a una Madame Bovary, esa versión de adulterio escrita por hombres. Las cosas han cambiado. Y eso se nota. Sin embargo, hoy las mujeres enfrentan muchas otras batallas impuestas socialmente por el patriarcado. Su relación con el cuerpo está intervenida y acechada. Hoy el cuerpo ya no es una casa para vivir, sino en un proyecto. Algo que está diseñado. Trazado para que sea de una forma. Hoy ninguna mujer sabe cómo es su cuerpo. La verdadera ficción hoy es el cuerpo”, dice la autora británica con una lógica devastadora.
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