Cultura

Jesús Fernández Úbeda: “El diario 'Pueblo' era un Telecinco ilustrado”

El periodista expone en 'Nido de piratas' los límites, miserias y triunfos del diario tardofranquista 'Pueblo'

La transición, los años que van de los 60 a los 80, ha fascinado al joven periodista Jesús Fernández Úbeda (Ciudad Real, 1989) y sus primeras obras son ensayos personales de figuras como el columnista Raúl del Pozo o este interesante Nido de piratas (Debate, 2023) donde expone los límites, miserias y triunfos del diario tardofranquista 'Pueblo'. Reporteros intrépidos, llenaron de historias no siempre verdaderas a un país que pasaba lentamente, muy lentamente, del blanco y negro al color.

Pregunta. Quiero empezar con el principio: el ascensor paternóster que daba la entrada a Pueblo ¿Hubo algún incidente? ¿Quién tomó la iniciativa de instalarlo?

Respuesta. Supongo que los arquitectos que montaron el edificio. Uno se llamaba Rafael Aburto y el otro no lo recuerdo. El paternóster era una especie de noria en la que tú te subías en marcha. Y al principio daba miedo, pero nadie me ha dado testimonio de accidentes. De incidentes sí, pero eran incidentes, digamos, simpáticos. Raúl del Pozo me dijo que a un conserje lo ataban y le ponían ahí a dar vueltas. Travesuras. Y Raúl Cancio creo que me dijo que hasta al conserje le molaba.

P. ¿Hubo algún incidente? ¿Quién tomó ahora la iniciativa de instalarlo? ¿De qué año es el edificio? ¿De los años 40? 

R. No, es posterior. 

P. ¿Años 50? 

R. Creo que era de finales de los 50 o algo así. Y recuerdo, también, que el edificio fue reformado en los 90 y que con la reforma se destrozó, por lo menos la parte exterior, pero que lo que es la fachada original era un edificio típico de desarrollismo franquista.

P. ¿Cómo definirías la personalidad de Emilio Romero? Con el régimen, fuera de él…me es muy difícil juzgarlo leyendo los testimonios

R. Lo que más subrayo de la personalidad de Emilio Romero es su gran talento para reclutar periodistas, su gran olfato para decir: este tío es la leche y lo quiero a mis órdenes y le voy a dar una libertad bastante considerable dados los condicionantes de este ecosistema. Emilio Romero hizo así con Pueblo un periódico de autor: cuando más brilla es cuando está él y era un tipo del régimen además de procurador en Cortes. 

Una vez fue Carrero Blanco y le dijo, oye, “tienes que despedir a veintitantos”. Y él respondió: “falta un nombre”, escribió el suyo y no se despidió a ningún otro. Un valiente. Luego el tipo se definía como “mujerista” y tenía a sus amantes y las faldas le torcieron, digamos, un poco. Rosa Villacastín dijo algo que yo creo que tiene razón: cuando las grandes personalidades se enamoran perdidamente de una tipa descarrilan. Y me ponía el ejemplo de Juan Carlos I con Corina. Y Emilio Romero con una bailarina que se llamaba Sara Lezana se le nubló la vista e incurrió en algún que otro patinazo.

P. Como bien sabes el periódico vive entre las leyes de prensa de la dictadura, ¿Cuánto incidía la censura en el quehacer diario de los periodistas?

R. Mucho. O sea, vamos a ver. Había un equipo de tres abogados que pleiteaban en el que estaba Cristina Peña, que luego ha acabado siendo una súper abogada de la prensa y Miguel Gistau, que era el padre de David Gistau.

P. Parece que a Miguel Gistau le llevaría la afición del periodismo a David…

R. Claro, es que llevaba a David Gistau la redacción cuando era un niño chico.

P. Volviendo a la censura, ¿Podemos decir, parafraseando a Arcadi Espada, que esta hacía casi obligatoria la literatura para el periodismo? La mayoría de clásicos de Público tuvieron carreras destacadas como escritores…

R. Digamos que lo que son las páginas políticas de pueblo están bien escritas, pero lo interesante está en las historias por las que la censura pasaba muy por encima. Esto era el periodismo de guerra, el internacional, el de suceso o el de frivolidades. Pueblo tenía una sección muy potente de folclóricas, de actores, de actrices…

P. ¿No estaba allí Raúl del Pozo allí entrevistando a esta gente? 

R. Raúl del Pozo y antes Tico Medina. Y luego Jesús María Amilibia, que no está en este libro porque lo pillé al hombre con algún problema de salud. Me hubiera gustado contar con él. En esos temas que escurrían de la política brillaban verdaderamente los grandes reporteros y entrevistadores de pueblo. De ahí que el testimonio periodístico que dejaron en sus páginas siga siendo llamativo. Yo aconsejo a quien le haya gustado Nido de Piratas que se vaya a la hemeroteca del Conde Duque, en Madrid, y coja esos grandes mamotretos en los que está incluido archivo el periódico. Engancha, está muy bien diseñado, y es muy morboso y llamativo: un Telecinco ilustrado (risas).

P. ¿No es gracioso que un diario tan poco atado a los hechos, enhebrado de literatura, tuviera de subdirector a Cebrián? El País fue intento de realizar un periódico aséptico, a la manera europea

R. Bueno, en Pueblo era importante incluso la política y de hecho tú abres el periódico, está la tercera página y luego viene esta. Pero esas páginas no son tan interesantes, es decir, es oficialidad. Ahora bien, Cebrián proviene del linaje que tú bien conoces, y lo único que puedo decir es que cité un libro suyo, del que hablaste hace poco en Twitter. Cité esa obra porque llamé por teléfono a Cebrián y no me lo cogió, no respondió a los mensajes. Y te cuento esto porque escribió hace poco un artículo en El País diciendo que el libro estaba bien, bastante bien, pero que faltaban cosas. Y me hubiera gustado, esto te lo estoy diciendo en exclusiva a ti, que hubiera llenado los huecos que echaba en falta.

P. ¿Cuántos artículos sobrevivirían al llamado “fact-checking” en la actualidad? 

R. Bastantes más de los que la gente se piensa. Lo que ocurre es que había algunos que ni de broma, y los que ni de broma eran terriblemente escandalosos. Aunque, desde el punto de vista escénico, me han supuesto un material maravilloso para elaborar un libro. Entonces yo no voy a aconsejar a nadie que se invente una entrevista, pero si a mí me dicen que este tío se ha inventado una en concreto y, además, lo puedo contar pues lo cuento y me parece un material cojonudo con el que trabajar.

P. El espíritu canallesco, evidentemente cipotudo, de Raúl del Pozo recorre muchas páginas del libro ¿Cómo pudo durar tanto sin que lo echaran? 

R. A Raúl no lo largaron de pueblo, aunque tuvo un tiempo guadianesco cuando entró Juan Fernández Figueroa. Este tipo, digamos que era falangista, y, claro, a Raúl del Pozo medio lo relegó. Ahí es cuando Del Pozo comienza colaborar con Mundo obrero y el 23F de hecho le pilla en el Congreso no con la acreditación de Pueblo sino con la del diario sindical marxista.

P. Repito, ¿Por qué duró tanto? 

R. Pues porque era un reportero cojonudo y un grandísimo columnista, así que te puede gustar más o menos, pero el talento de Raúl es indudable. Dicho lo cual, durante la etapa de la dictadura ahí convivían más o menos en paz falangistas con comunistas y otros partidos de izquierda todavía más radical e incluso demócratas cristianos. Cuando llega la democracia y sobre todo cuando se empieza a oler que el periódico está en la UVI, es cuando las rivalidades ideológicas se enconan y la gente empieza a disparar contra el de la trinchera de enfrente.

P. ¿No crees que en ocasiones te pasas de intenso en la reconstrucción de los hechos? Parece un libro de Hunter S. Thompson pasado por Chamberí…

R. Es un libro de Pueblo, cojones, no es un libro sobre el BOE (risas)… algo se debía contagiar. Hay un capítulo en el que digo que esto no es la historia de Pueblo, es una historia de Pueblo escrita bajo mi filtro, mi visión y bajo circunstancias. El libro está documentado, me he tirado muchas horas de ahí, en la Hemeroteca de Conde Duque, pero el libro es mío. Es verdad que en el subtítulo dice “La fascinante historia del diario Pueblo”, entonces yo para justificar esta posible incoherencia digo que este adjetivo no es una palabra florero. Esta es la fascinante; luego habrá otras historias del diario Pueblo, pero la fascinante es esta.

P. Háblame de Felipe Navarro, “Yale”, arquetipo de “periodista hampón” (Valle-Inclán, dixit) capaz de todo por un titular

R. Me hubiera encantado entrevistarlo, porque yo creo que era el prototipo de reportero de Pueblo: inteligente, astuto, rápido. Emilio Romero decía que Yale es el reportero que cuando todo el mundo llega ya se está marchando”. El tío tenía ese punto de personaje de novela de picaresca del siglo de oro, pero era terriblemente inteligente y escribía muy bien. Aconsejo a todos su autobiografía, Un reportero a la pata coja que está publicada en Planeta. Divertidísima, además de muy bien escrita. Yo no sé si por idiocia o no sé si porque al margen de pueblo él estuvo muy pegado a la televisión española de los 50: con Tico Medina inventó un programa de entrevistas. Ahora, la sociedad se olvidó de “Yale”

P. También hay una ruptura en los 80 con el viejo periodista del franquismo…

R. Hay que decir en este olvido se incluye el nombre de Tico Medina.

P. ¿Cómo se pagaban los reporteros internacionales? No me queda claro y en tu libro salen muchos, parece que Pueblo era el que mantenía más corresponsales…

R. Imagino que les enviaría el sobre a donde estuvieran. Alguien me dijo, ahora que caigo, cómo cobraban: iba su mujer a Huertas 73, recogía el sobre o algo así. Cobraban, o sea, salvo cuando no cobraban: al principio, cuando muchos de ellos eran pelagra. La pelagra era como una especie de tribu, de hermandad alegal, que estaba formada por gente que quería empezar a hacer periodismo. En Pueblo les decían “que sí, pero hasta dentro de x tiempo”. 

P. Era una especie de becariado

R. Era un becariado a coste cero. Y, de hecho, quiero recordar que uno de los primeros viajes que hizo Pérez-Reverte no se lo pagó el periódico. Luego ya empieza a cobrar y entonces bien. Mientras, a gente como José María Carrascal -por ejemplo- lo tenían como profesional muy prestigioso en Berlín y luego en Nueva York

P. Parte de ese “boom” del periodismo internacional en España era hablar de la situación interna usando el ardid del extranjero, de hecho ¿Quién decidía los destinos de Pérez-Reverte en el extranjero? ¿La actualidad, su superior en el periódico?

R. Yo imagino que un poco de todo, pero él tuvo mucha capacidad de decisión. Y un apoyo tremendo de Pérez Reverte fue el jefe internacional, Chema Pérez Castro, que me es descrito más que como un jefe, como un padre.

El periódico cuando más se politiza es cuando a la democracia le salen dientes y entonces el diario comienza a toser sangre y los periodistas dicen “yo soy de esto” y surgen enemistades

P. Cuéntame la “infiltración roja” en el periódico, algo habitual en las postrimerías de la dictadura y más en un diario de un sindicato. ¿Por qué provenían casi todos de Falange? ¿En qué año pasaron muchos de falange al comunismo? ¿Finales de los 50, mediados de los 60?

R. El diario se llamaba en origen Claridad y pertenecía al socialista Luis Araquistáin. Luego de la guerra se lo apropia Falange, y así colocaría a los suyos. Incluso, creo que no hay un cambio de Falange a comunistas: se ficha mucha gente y cuando se hace se te cuela ese tipo de personal. Estoy hablando, por ejemplo, de la periodista Cristina Losada que estaba en documentación y que militaba en un partido que hacía de derechas al PCE. La propia Mercedes Jansa -fichada en torno al 75- es detenida en una protesta universitaria y ella lo oculta en el periódico. Dice a los compañeros “decid que estoy enferma”.

P. Por lo que comentas existe una picaresca…

R. Absoluta. Todo el mundo sabía de qué pie cojeaba el resto lo que pasa es que se disimulaba: en el momento en que dejan de disimular es cuando muere Franco. Pero, insisto, el periódico cuando más se politiza es cuando a la democracia le salen dientes y entonces el diario comienza a toser sangre y los periodistas dicen “yo soy de esto” y surgen enemistades.

P. Hablemos de las mujeres en Pueblo, donde el diario fue relativamente pionero con Rosa Villacastín o Carmen Rigalt, ¿Se enfrentaban a un clima hostil?

R. A lo primero no, a lo segundo sí. No era un clima fácil tampoco, era un clima macho: había muchos más tíos que tías, pero estas eran respetadas, aunque es verdad que algún chiste machista recibían. Ellas publicaban unas informaciones y no se las valoraba por el hecho de ser tías, sino cómo periodistas. A Julia Navarro sí que es verdad que en sus inicios se le miró con cierta sospecha, pero no por ser tía sino igual también un poco porque era hija de “Yale”. De hecho, cuando empieza a llegar la democracia lo que hace el periódico era promocionar mujeres para el periodismo político.

P. ¿Era tan correoso el periodista deportivo José María García? En tu descripción, en el testimonio de Cebrián en sus memorias, parece el arquetipo de trepa metomentodo; me resulta imposible pensar que hubiera llegado tan alto en una democracia consolidada

R. “Butano” es un género y es un personaje con el que hay que parar y templar y estar muy atento para no recibir una cornada. Pero García yo creo que fue un “Red Bull” para el periodismo que nació en una dictadura y que tuvo una adolescencia en la transición en los 80. García tiene una cosa que tienen muy pocos que es el duende. Si a esa genialidad a la hora de decir la dotas de contenido tienes un fenómeno social, periodístico y político como el que fue José María García. Yo no sé si García hubiera triunfado en una democracia consolidada, pero sé que en una democracia que se estaba consolidando fue el rey.

P. Echo a faltar más el componente “ovni” en la reconstrucción del periódico, ¿te faltaron páginas? Muchos autores consideran a Pueblo fundamental en la moda sobre extraterrestres de los años 70

R. Me faltó tiempo, me hubiera gustado también indagar el tema de las caras de Bélmez. A mí es una cosa de la que en su momento pasé, porque nunca me ha llamado la atención ese tipo de temas. Pero cuando me lo mencionaron y cuando rasqué a posteriori dije, “si hay una cuarta edición, algo sobre el misterio va a caer”. Y, por ejemplo, este hombre que no contacté con él, Antonio Casado, hizo el reportaje de las caras de Bélmez. 

P. Y aparte, ahora que hablamos de que el periodismo de aquel tiempo no era muy “fact-checking”, no hay nada menos “fact-checking” que el fenómeno ovni…

R. Y, de hecho, hasta creo que Raúl del Pozo hizo alguna cosa sobre ovnis, me quiere sonar. Ahora, no eres el único que me lo ha dicho. Y yo creo que si hay una cuarta edición va a haber una ampliación sobre “los populares del misterio”. 

P. ¿Cómo fue el despido de Emilio Romero? ¿Das verosimilitud a la anécdota de Rosa Villacastín recibiendo el currículo de Romero en los 80 para encontrar trabajo? Es terrorífica…

R. No sé si es una exageración, pero como yo pongo un entrecomillado podría ser. Yo creo que Emilio Romero fue uno de los pocos franquistas a los que la democracia no terminó de amnistiar. Creo que por su enemistad con Suárez. 

P. También por las campañas de la prensa de izquierdas contra él…

R. Él dice que no contribuyó a que el diario Madrid se fuera al carajo, pero creo tampoco hizo nada por impedirlo. Y, de hecho, digamos que de luto no se puso cuando el franquismo cerró Madrid. No sé si lo de Rosa Villacastín es verdad, pero yo me quiero fiar de su palabra y por eso la cito como tal.

P. ¿Era rentable el diario Pueblo? El PSOE decía que no y por eso lo cerró sin contemplaciones

R. Ya con Adolfo Suárez, siendo Manuel Cruz el director, se hizo una reestructuración de personal con un despido masivo del carajo porque las ventas no daban de sí. Yo creo que también hay un antes y después en Pueblo que es el 23F. Creo que este periódico perdió ese tren que sí cogió El País

Había algo como miedo, ¿no? Claro, y hasta que salió el rey e hizo el discurso el director no se puso a hacer el editorial. Había números rojos, Adolfo Suárez quería cerrarlo, pero lo ejecutaría el PSOE. Lo que pasa es que se lo cargan de forma fea: en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros se dice que se van a cerrar los periódicos del Estado y no se menciona Pueblo, se tiene que preguntar. Una semana antes Javier Solana dijo en las Cortes que no se cerraría.

P. Podría empezar aquí la opinión periodística contra el PSOE. Esta explotaría en los años 90 con Raúl del Pozo y otros disidentes no precisamente de derechas

R. Sí, ¿cómo es eso de que al final el peor enemigo de los socialistas no es uno de derecha, sino uno que es un comunista?

P. ¿Qué queda del estilo del diario ahora? ¿No es todo más profesional?

R. El mundo es distinto. Para empezar, nosotros trabajamos con una herramienta que yo creo que es revolucionaria. Es decir, la imprenta, la máquina de vapor y la herramienta de la que te estoy hablando: Internet. La red yo creo que lo cambia todo: no podemos comparar los medios con los que trabajaba esa gente con los que trabajamos nosotros ahora. Antes la gente depositaba más su confianza en los medios que había Y, particularmente, no sé qué queda de Pueblo; supongo que la precariedad, la gente que está empezando…

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