En 1817, Fernando VII ordenó la construcción de un teatro de ópera a la altura de los coliseos líricos europeos. Un año más tarde, el 23 de abril de 1818, se colocaba la primera piedra de lo que llegaría a ser el Teatro Real de Madrid, una institución que celebra ahora el bicentenario de aquel episodio inaugural. Ese día se plantó el guijarro de una larga y compleja historia marcada por las complicaciones y reveses: a punto estuvo de ser demolido en 1925; tras la guerra, y ya instalado el franquismo, se ordenó su reconversión en sala de conciertos, estatus que lo confinó, durante años, a un papel mucho menor. Eso, sin contar los incendios, injerencias políticas y contratiempos presupuestarios.
El 23 de abril de 1818, se colocaba la primera piedra de lo que llegaría a ser el Teatro Real de Madrid, una institución que celebra ahora el bicentenario de aquel episodio inaugural
Situado frente al Palacio Real y la Plaza de Oriente, el Real tiene un aforo de 1.796 butacas, que reproduce el esquema original de 1850, el año de su inauguración –entonces sí ya como edificio-. Reinaba Isabel II y podría decirse que una voluntad de progreso intentaba abrirse paso en el aire enrarecido del XIX español. Sin embargo, aquel no fue el único siglo complicado para la institución. Lo fue también el XX. Y a su manera el XXI: la severa crisis económica que obligó al Estado a recortar la financiación pública afectó al Teatro Real, cuya gestión estuvo sometida a no pocos vaivenes -la polémica salida de su director artístico, Gerard Mortier, tampoco ayudó- . Tras aquellos años difíciles, el Teatro Real consiguió poner en marcha un programa de gestión abocado a rediseñar el sistema de patrocinio, el espíritu de su programación y su relación con el entorno cultural.
Tras su reapertura en el año 2002, el Teatro Real vive hoy una de sus mejores etapas. Ha aumentado la venta de entradas y conseguido que un 70% de su presupuesto se asiente en una política de patrocinio e ingresos propios. El Real acaba de presentar además su temporada 2018/2019, conformada por 15 de óperas, de las cuales más de la mitad son nuevas producciones y siete de ellas incorporaciones al repertorio del coliseo madrileño. Después de años de adversidad, el Real puede permitirse recordar su primera piedra, acaso porque se siente libre del pecado del infortunio que durante un tiempo lo persiguió.
Un personaje ha sido fundamental en este proceso de reconversión. Se trata de Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real
Un personaje ha sido fundamental en este proceso de reconversión. Se trata de Joan Matabosch (Barcelona 1961), director artístico del Teatro Real desde hace ya un lustro. Tras quince años al frente del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, Matabosch tomó las riendas Teatro Real de Madrid. Lo hizo en septiembre de 2013. Desde entonces, ha procurado diseñar una programación capaz de hacer balance entre un repertorio clásico y otro contemporáneo, sin dejar de lado títulos capaces de estimular una nueva sensibilidad y propiciar una evolución en el criterio artístico del público.
Su trabajo como director artístico ha hecho a Joan Matabosch merecedor del Premio Ojo Crítico 2017. Incluso, la propia institución ha conseguido importantes reconocimientos, entre ellos el premio International Opera Award 2018 a la mejor nueva producción por su representación de la ópera Billy Budd, una ópera de Benjamin Britten estrenada la temporada pasada. Es la primera vez que un teatro español obtiene este galardón. El director artístico no se arroga, ni mucho menos, los buenos resultados de la gestión. Son obra de un equipo, insiste con esa forma acelerada de hablar que distingue a Matabosch. Él tiene algo voltaico y eléctrico, como si tuviera demasiado qué contar y muy poco tiempo. Quizá sea esa la razón por la cual han cundido los cinco años que tiene al frente del coliseo.
El 23 de abril de 1818 se colocó la piedra del real. Han transcurrido 200 años y no pocos embates. ¿Qué representa el teatro Real desde el punto de vista ciudadano?
La historia del Teatro Real ha sido muy accidentada. En la segunda parte del siglo XIX se convirtió en uno de los grandes escenarios operísticos de Europa, pero en 1925 cerró sus puertas, estuvo clausurado durante décadas, se reconvirtió en sala de conciertos y hace veinte años volvió a abrir sus puertas como teatro de ópera. Durante lustros, Madrid no supo qué hacer con este edificio y hubo incluso planes del Ayuntamiento para derruirlo bajo el pretexto de mejorar la perspectiva del Palacio Real desde la Puerta del Sol. La reapertura del teatro estuvo, una vez más, rodeada de polémicas. Parece que finalmente se ha conseguido que la institución tenga la estabilidad imprescindible para poder desarrollar un proyecto cultural sólido y ambicioso. Se ha conseguido también que el Teatro Real sea una de las instituciones culturales más importantes de Madrid, y la primera institución dedicada a las artes escénicas en España. Actualmente se puede afirmar que el Teatro Real es una institución crucial para Madrid.
"Parece que finalmente se ha conseguido que la institución tenga la estabilidad imprescindible para poder desarrollar un proyecto cultural sólido y ambicioso"
Usted reivindica la tradición a la vez que intenta impulsar nuevas sensibilidades. ¿Cuál podría decir usted que ha sido la ópera de espíritu más contemporáneo programada hasta ahora?
No tiene nada de incompatible proyectarse hacia el futuro y, al mismo tiempo, reivindicar la tradición que nos ha permitido acceder al presente. Desde luego, la tradición no puede convertirse en una cárcel sino en una palanca. Sin una tradición, es imposible traicionar el horizonte de expectativas del público, que es la esencia de la fuerza expresiva de una propuesta estética. La alteración del código es una de las condiciones básicas de cualquier “información estética”. Hay un código asumido y compartido que se puede alterar de manera que el resultado sea propiamente la creación de sentido. Por eso la tradición es un capital. ¿La ópera más contemporánea en su espíritu? No se pierdan Die Soldaten, de Zimmermann, que se va a estrenar en España en los próximos días. Un auténtico acontecimiento. Una de las piezas más radicales y complejas que se han compuesto en toda la historia.
"La apertura a nuevos públicos es parte de esta estrategia y de ahí la tarifa plana de 19 euros para el público menor de treinta años"
El Teatro Real ha pasado de una situación crítica seis años atrás, a ser un ejemplo de financiación propia. ¿Cuál ha sido la clave?
Se trata de un conjunto de factores: una gestión responsable, capaz de incrementar los ingresos por patrocinio del teatro y, al mismo tiempo, una programación con unos objetivos ambiciosos y una estrategia hábil. Desde luego que la apertura a nuevos públicos es parte de esta estrategia y de ahí la tarifa plana de 19 euros para el público menor de treinta años. Les recomiendo que se informen todos los que pueden beneficiarse de esta oportunidad: es extraordinario poder ir a la ópera por 19 euros.
¿Qué distingue al Teatro Real con respecto a otros teatros líricos de Europa?
Lo más distintivo del Teatro Real es su discurso artístico y su modelo de gestión. El discurso artístico es valorado por la extraordinaria calidad de sus producciones, cantantes, coro y orquesta; y el modelo de gestión por lograr cuadrar los presupuestos con apenas un 27% por ciento de ingresos públicos. Es un porcentaje de subvención muy inferior al de cualquiera de los teatros centroeuropeos.
Después de haber sido director artístico del Liceu durante 15 años, asumió la tarea de dirigir el Real en 2013. Después de cinco años, ¿qué supuso reorientar la gestión de Mortier?
No he intentado tanto “reorientar” la línea de Mortier como buscar una forma realista de lograr que se pudieran compartir mejor los objetivos artísticos básicos de su discurso. A él le encantaba la polémica, a veces por sí misma, y a mí me agrada mucho más integrar al espectador en ese discurso y reservar las polémicas para los casos de esclerosis receptiva del público, que también los hay. No hay ningún problema con que una propuesta artística genere polémica, pero es una frivolidad que el objetivo mismo sea crearla. Por lo demás, el veto a determinados repertorios me parece decimonónico. Es evidente que era imposible plantear un trabajo teatral en serio con determinados divos de las pasadas generaciones y que determinados repertorios no se podían plantear sin esos divos, pero en la actualidad los cantantes, en general, han cambiado completamente de mentalidad y están mucho más abiertos a llevar a cabo un riguroso trabajo en equipo.
"No he intentado tanto “reorientar” la línea de Mortier como buscar una forma realista de compartir los objetivos artísticos básicos de su discurso"
Pero existe una impronta Matabosch, ¿no?
La impronta mía la tendrá que verbalizar alguien que no sea yo. Pero, en cualquier caso, tengo muy claro que el objetivo es la ampliación de repertorio y todavía más en un teatro que estuvo cerrado durante tanto tiempo. Eso hizo que una gran parte del repertorio no haya llegado, por lo tanto, quedan muchos deberes por hacer y tengo clarísimo que los vamos a hacer. Otra cosa es que la forma de hacerlos tiene que ser distinta: no puede ser tirando a la cara a la gente las asignaturas pendientes que tenemos, sino procurar que, al mismo tiempo que las hacemos, se puedan digerir en un contexto, además, donde se consigan otros productos que permitan equilibrar de una forma adecuada esta programación para que de alguna forma que a los que les guste una determinada estética no sean los únicos que puedan conectar con la programación. El objetivo está muy claro. Hay un 50% o 60% de novedades, e insisto: no estoy contra el repertorio es absolutamente necesario reivindicarlo también. Y digo también, no sólo. Es absurdo tener determinados repertorios marginados.
"Lo más gratificante de mi trabajo es lograr, poco a poco, una consistente evolución del gusto colectivo. Lograr que el público sea más abierto a determinadas novedades"
¿Existe algo como un ‘público del Real’? Se lo pregunto no sólo por la impronta del gusto musical, sino por el cambio de ese gusto en el tiempo.
Lo más gratificante de mi trabajo es lograr, poco a poco, una consistente evolución del gusto colectivo. Lograr que el público sea más abierto a determinadas novedades, compositores, estéticas y dramaturgias. Eso lleva su tiempo, pero es lo que da sentido a la existencia de una institución como el Teatro Real.
¿Cuál es la ópera (para usted fundamental) que no ha sido aún representada en el Real?
Hay muchas, todavía, pero vamos haciendo los deberes con muy buenos resultados y una aceptación casi unánime. Recientemente se han estrenado en el Teatro Real Moses und Aron, Billy Budd, varias óperas de Haendel y Rimski-Korsakov; y es imprescindible abrir el repertorio del teatro a El ángel de fuego, de Prokofiev; Le Grand Macabre de Ligeti y Lear de Reimann, entre otras.
¿Por qué la ópera sigue siendo importante? ¿Qué tiene que decir hoy y de qué forma debería decirlo?
La experiencia artística, sea la ópera o cualquier otra manifestación, es indisociable de una determinada concepción de lo que somos los seres humanos. Más allá de las necesidades materiales, sentimos, pensamos y somos capaces de aprender y de enriquecernos con los estímulos de nuestro entorno. Y también somos conscientes de lo que somos y de lo que sentimos. Tenemos una “vida interior” que nos diferencia de los animales y que nos hace compartir similares sentimientos y similares experiencias con el resto de los hombres. El arte es el único lenguaje que –sea a través de sonidos, de palabras o de trazos- transmite la complejidad de la experiencia pero no como algo cerrado al reducto de nuestra subjetividad sino como una realidad creada justamente para ser compartida por muchos. Una sociedad culta es una sociedad rica en sentimientos y en ideas, capaz de ser sensible a los demás, capaz de escuchar, capaz de expresar y capaz de compartir. Por esto necesitamos de la ópera, de la música, del teatro, de la literatura, de la danza, del cine y de las artes plásticas. La ópera, además, las reúne a todas en su seno porque se alimenta de todas ellas. Es la más compleja confluencia de todas las artes al servicio de la expresión.
La temporada 2018-2019. Quince títulos de los cuales 10 se incorporan al repertorio ¿estamos ante la mejor temporada en la historia reciente del teatro?
La temporada próxima es sensacional. Difícilmente encontraríamos una equiparable en otros teatros. Es interesantísima para Madrid y el Teatro Real por la enorme cantidad de incorporaciones y además hay títulos popularísimos al igual que una cantidad espectacular de nuevas producciones. EN la parte estrictamente de ópera, empezamos con un Faust, de Gounod, que es una de las obras más populares de la historia de la obra del teatro . En el momento en el que se cerró el teatro, Faust era como la quinta o la sexta en número de representaciones y que ahora vuelve con un reparto estelar con la Fura del Baus. Está luego Only the Sound Remains, de Kaija Saariaho, con un montaje de Peter Sellars, un director con una historia maravillosa en este teatro además protagonizado por Philippe Jaroussky, que es uno de los grandes cantantes del momento. Turandot, de Puccini, con Bob Wilson como y Nicola Luisotti, … La tetralogía, con Pablo Heras Casado y una nueva producción de Robert Carsen. Idomeneo, con Ivor Bolton. La Calisto, de Cavalli, que también se va a incorporar al repertorio y que pertenece a quien es el gran compositor de la ópera del XVII junto con Monteverdi … También hay nueva producción de Falstaff, de Verdi. También la nueva producción de Capriccio, de Richard Strauss que se va a estrenar también en Madrid con la dirección artística de Christof Loy y dirección musical de Asher Fisch. La peste, de Gerhard. El trovador de Verdi, como gran fiesta popular de final de temporada. También hay compañías de danza sensacionales: el Ballet de París, Ballet am Rhein de Düsseldorf y Duisburg, que hará su presentación en el Teatro Real con una coreografía inspirada en el Réquiem alemán de Brahms… En fin, es una temporada con una oferta colosal.
El Teatro Real y la Zarzuela … ¿Qué piensa de la decisión de unir ambas instituciones?
Desde el punto de vista artístico no me cabe la más mínima duda que, lo que sea, lo llamemos unión o colaboración, el ir todos a una entre el Teatro Real y la Zarzuela, es una noticia excelente para ambas instituciones. Tanto el teatro Real como el de la Zarzuela salen ganando. Es obvio. Insisto: desde el punto de vista artístico. El tema es que aquí hay elementos que no tienen nada que ver con lo artístico. Además. Se han dicho muchísimas tonterías al respecto. Que si es privatizar… Realmente ahí no me puedo meter porque no tiene nada que ver con lo artístico.
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