Ha sido el miembro más joven de la banda británica Radiohead y se ha convertido en el compositor de bandas sonoras de cine favorito del mismísimo Hans Zimmer. El multiinstrumentista Jonny Greenwood no solo ha formado parte de uno de los grupos de rock alternativo más importantes de finales del pasado siglo y principios de los 2000, sino que también se ha colado en la mente de los espectadores de cine con la misma sutileza con la que concibe la música, hasta convertirse en el compositor de moda en los títulos de crédito de las películas más "cool" del momento y en el responsable de las armonías de los mejores estrenos.
El pasado 22 de octubre, el artista recibió el galardón al compositor del año en la 22º ceremonia de los World Soundtrack Awards -uno de los más importantes en su categoría- por las partituras del western El poder del perro, de la neozelandesa Jane Campion, una de las películas favoritas de la pasada edición de los Oscar, así como de Spencer, el biopic de Diana de Gales dirigido por el chileno Pablo Larraín y protagonizado por Kristen Stewart.
En estas cintas y en toda su trayectoria como artesano de la música que acompaña a las películas, Greenwood ha buscado siempre la síntesis entre las melodías y las imágenes con un resultado memorable y, lo que es más importante, sin robar peso a la trama pero sin dejar pasar la oportunidad de ensalzarla.
A día de hoy, Greenwood mantiene un aspecto por el que no pasa el tiempo. Vive anclado en los 22 años incluso desde antes de haberlos cumplido, esconde su timidez tras un largo flequillo moreno desde finales de los 90, que sigue siendo la envidia de quienes entonces podían presumir de peinarlo y ya no, y mantiene un halo de misterio que probablemente se debe a su falta de protagonismo escénico, siempre tan pendiente de los trastes y tan poco de los focos.
La relevancia de su nombre en el terreno de las bandas sonoras parece la tendencia lógica de quien en alguna ocasión afirmó detestar los solos de guitarra, tan preocupado por el resultado del trabajo en equipo
La relevancia de su nombre en el terreno de las bandas sonoras parece, pues, la tendencia lógica de quien en alguna ocasión afirmó detestar los solos de guitarra, tan preocupado por el resultado del trabajo en equipo y tan poco por el éxito individual, con pocas opciones de caer en la tentación de querer destacar entre los demás. No lo hizo con Radiohead y sigue sin hacerlo con The Smile, el grupo que ha montado con su compañero de grupo Thom Yorke, una versión improvisada y un tanto más relajada de los fríos directos que acostumbraban a ofrecer Radiohead, como se pudo comprobar en la pasada edición de las Noches del Botánico de Madrid.
No ha ganado ningún Oscar aún, pero cualquiera puede intuir que no pasará mucho tiempo hasta que Greenwood tenga en sus manos la apreciada estatuilla. No sucedió incomprensiblemente con El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson, en 2017, cuando ganó Alexandre Desplat por su trabajo en La forma del agua, de Guillermo del Toro, ni tampoco este año con El poder del perro, que perdió frente a Hans Zimmer por la partitura de Dune.
Si bien en El hilo invisible Greenwood exploró el drama en un cuento de hadas y de pugna por el control y la perfección con una orquesta de 60 músicos que le permitió conseguir un sonido barroco y alejado de sus partituras más vanguardistas, su sello inconfundible para esta redactora de Vozpópuli se mantiene intacto en una banda sonora que, para muchos, se encuentra en la cumbre de sus creaciones.
Paul Thomas Anderson, ese director que le ha confiado la música de seis de sus películas, es para Greenwood uno de los cineastas más "completos" de la actualidad, capaz de aunar "guion, fotografía, narración, humor, romance y autenticidad" y que, sin embargo, es "espantoso tocando instrumentos", tal y como bromea en el libro Paul Thomas Anderson: Masterworks, que repasa la carrera del director. De sus trabajo, además de la citada El hilo invisible, el músico ha colaborado también en Pozos de ambición (2007), The Master (2012), Inherent Vice (2014) y Licorice Pizza (2021), estrenada este año en España.
Anderson está considerado uno de los mejores maestros modernos del cine estadounidense, añorado en los circuitos más prestigiosos y alabado en las temporadas de premios, pero no es el único nombre relevante con el que Greenwood ha tenido la oportunidad de trabajar. En su trayectoria, ha compuesto también la música que acompaña dos de las películas más aclamadas de la directora escocesa Lynne Ramsey: Tenemos que hablar de Kevin (2011) y En realidad, nunca estuviste allí (2017), e incluso colaboró en uno de los temas de Harry Potter y el cáliz de fuego (2005).
Antes de estas grandes colaboraciones, cuando publicaba los mejores discos de Radiohead, Thom Yorke y Greenwood participaron en la banda sonora de Velvet Goldmine (1998), de Todd Haynes, donde formaron para la ocasión la super banda Venus in Furs, con miembros de Roxy Music o Suede, entre otros.
No es el único músico que ha viajado de los conciertos al trabajo en solitario de las bandas sonoras (destaca Nick Cave en trabajos como la reciente Blonde, Wind River o Comanchería, o Neil Young con Dead Man, de Jim Jarmusch, por citar dos ejemplos) pero es probable que Greenwood sea el único que haya labrado una carrera en el rock que no ha hecho sombra, sin embargo, a un trabajo prometedor en el cine.
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