Sus opiniones llevan dentro la semilla de la polémica, porque en el debate sobre le independentismo, atiza a unos y otros. Se trata del filólogo, crítico literario y escritor Jordi Amat, quien ha resumido buena parte de sus ideas al respecto en La conjura de los irresponsables, un libro publicado por Anagrama en el que plantea las paradojas que han llevado a Cataluña al punto -ahora muerto según él- en el que está.
En aquel ensayo, Amat, quien votó en blanco en el referéndum del 1-O, tomaba como punto de partida el fracaso de la reforma del Estatut, un proceso amenazado desde el inicio por los populismos y nacionalismos, y que desembocó en la más profunda crisis institucional desde la Transición. La intención de Amat era demoler el tópico o los muchos tópicos que orbitan alrededor del procés. "La gente no se fue a dormir autonomista una noche y se despertó soberanista", escribió entonces.
En una Cataluña cuyas instituciones se resquebrajan y en la que la protesta callejera ha desplegado un nuevo escenario de batalla, Amat no es, ni mucho menos, optimista. El derecho a decidir con el que el soberanismo desplegó su relato demostró ser falso, asegura. En la víspera de la manifestación convocada por Asamblea Nacional de Cataluña para el 27 de octubre, en Barcelona, Jordi Amat contesta algunas preguntas para Vozpopuli.
En La conjura de los irresponsables se refiere al procés como un relato desmentido por los hechos. ¿Los sucesos en las calles de Barcelona qué confirman? ¿O qué desmienten?
Te respondo un martes por la noche sin saber qué ocurrirá durante los próximos días y mientras algunos independentistas vacían botes de detergente en la fuente de la Plaza España al lado de casa. Digamos que el momento es suficientemente confuso, institucionalmente caótico, como para poder hacer afirmaciones con alguna seguridad. Vivimos en una noria de emociones y bloqueos y el control de la atracción lo lleva el muñeco diabólico. No sabemos si los disturbios que sufrimos la semana pasada van a convertirse en normalidad, pero lo que confirman, como venía preparándose desde octubre de 2017, es que las “sonrisas” de esa “revolución” autocomplaciente han terminado y en el rostro nos ha quedado una mueca de rabia, tristeza e inquietud. El relato del “derecho a decidir”, de la secesión como un proceso indoloro que iba “de la ley a la ley”, ha dejado de escribirse porque era una narración falsa. Ese relato ha quedado desmentido.
"El relato del 'derecho a decidir' ha dejado de escribirse porque era una narración falsa. Ese relato ha quedado desmentido"
En ocasiones, el procés ha tenido algo de farsa; sin embargo usted lo ha descrito como un drama cuyo desenlace permanece “inquietantemente abierto”. ¿Qué efecto tiene la sentencia? ¿Cierra este bucle o abre otro?
También es pronto para responder. La sentencia, que era esperada, ha tenido un impacto emocional enorme y aleja una resolución de esa crisis constitucional que en algún momento se transformó, por irresponsabilidad, en un conflicto de Estado. No abre un bucle nuevo. Estrecha el que existía y, al ser más pequeño, la realidad en donde estamos atrapados va enclaustrándose. Esperando que un día alguien siga un camino de luz para poder salir del laberinto.
ERC, JxCat y la CUP pactan un texto para continuar en el camino rupturista. La Mesa del Parlament lo admite a trámite y Torrent se muestra dispuesto a asumir las "consecuencias penales". ¿Se reedita la misma historia?
No perdamos la perspectiva. En diversas ocasiones y desde hace lustros se han aprobado en el Parlament textos que afirmaban que los ciudadanos de Cataluña tenían el derecho de ejercer la autodeterminación. Durante años eran proclamas que no llegaban a símbolo. Como el momento está envenenado, lo mejor sería que el Tribunal Constitucional no convirtiese lo que son clamores de desesperación en un delito penal. No debe repetirse la misma historia. No lo pueden volver a hacer. Ni los Hunos ni los Otros.
¿Cuándo desaparecerá definitivamente la dupla Torra/Puigdemont? El tren que dirigen descarrila, y a juzgar por ERC, algo se ha roto en el bloque independentista.
El tren que dirigen siempre parece que va a descarrilar, pero nunca termina de salir de la vía y ERC se queda esperando detrás sin poder llegar primero a la estación. Torra solo caerá cuando ERC crea que el coste de derrumbarle no los perjudica electoralmente, pero mientras sigamos como estamos la gobernabilidad en Cataluña permanecerá catatónica. El caso de Puigdemont –el más beligerante en la apuesta por la confrontación, el más radical y el que conserva mayor capacidad de coacción dentro del propio movimiento- depende desde hace dos años de la Justicia en Europa. Y hasta ahora ha ganado la partida a Llarena. Mientras gane, su mito pervivirá.
"Torra solo caerá cuando ERC crea que el coste de derrumbarle no los perjudica electoralmente"
Hay quienes llaman al PSC colaboracionista, otros equidistante… El papel del socialismo en Cataluña ha complicado las cosas, y mucho, en estos últimos 15 años. ¿Por qué siguen en el inmovilismo si ya han perdido suficiente terreno?
¿Ha complicado las cosas y mucho? Es una afirmación que no puedo compartir y que querría saber desactivar. Porque lograr que el PSC implosionase, estirando Ciudadanos y estirando el independentismo, me parece el factor clave para sostener que el consenso catalanista saltó por los aires. Ese consenso donde la transversalidad era posible fue fruto de un pacto implícito seminal entre actores muy diversos. Era en el seno del PSC, con su arraigo municipal en Barcelona, el área metropolitana, pero también en localidades claves, donde se cosió institucionalmente la pluralidad de la sociedad catalana. La nostalgia de ese consenso, en realidad, es lo que en las últimas elecciones le ha permitido reconquistar terreno perdido.
"La brocha gorda de Boadella, tan sarcástica en tantas ocasiones, emborrona la complejidad de lo que ha sucedido"
¿Cuál fue gota que rebasó el catalanismo para que se volviese independentismo?
Prefiero hablar de catalanismos y no de un único catalanismo. Y sí, mayoritariamente el catalanismo se soberanizó, pero no lo hizo todo ese movimiento que abarcaba desde la regional al independentismo pasando por lo federal. ¿Por qué se decantó mayoritariamente hacia el independentismo? Por muchos motivos. Porque tal vez consiguió los objetivos que se marcó en el ordenamiento de la España de 1978. Porque la experiencia de autogobierno de una nación nunca había sido tan larga en época moderna y contemporánea. Porque se implementaron políticas de nacionalización. Y porque la propuesta más ambiciosa y más transversal que articuló en tiempos de la Segunda Transición no solo no logró sus objetivos sino que los desactivó impidiendo llegar allí donde el catalanismo histórico siempre quiso estar: en la bilateralidad. Ante la sensación de fracaso, ante la gestión política de ese fracaso solapada a la gestión de la crisis, se produjo la mutación.
¿Cuál cree que ha sido el papel de los escritores, creadores e intelectuales en este proceso? ¿Realmente hubo incomparecencia? ¿Estaban, como dice Boadella, absorbidos por el pujolismo?
¿A lo largo de la Normalización? ¿En la construcción del Estado cultural del 78? ¿En el proceso independentista? ¿En Cataluña solo o en toda España? La brocha gorda de Boadella, tan sarcástica en tantas ocasiones, emborrona la complejidad de lo que ha sucedido. Aquí y en todas partes, nos guste más o menos, ha habido gente posicionada y todos hemos legitimado nuestra posición dándonos la razón democrática. En Cataluña mayoritariamente los escritores han apoyado al independentismo. Tiene que ver con el pujolismo, sobre todo con algunos séniors, pero no solo. El sistema cultural catalán se ha compactado, instalándose en una fase avanzada la Normalización, y, en relación a los intelectuales del resto de España, la desconexión ha sido superior a otros momentos. Pero es que tampoco podía ser de otra manera. Aunque haya quien pretenda negarlo, este movimiento en esencia es nacionalista y tiene que ver también con la pervivencia de una nación en el contexto de la globalización. La cuestión, al fin, es si entre todos pudimos o quisimos construir un sistema cultural español donde pudieran retroalimentarse discursos y tradiciones distintas. Y mayoritariamente, no. La CT, en este punto, fracasó. Por incomparecencia.
"La cuestión clave es por qué el catalanismo progresista, heredero del PSUC y sincronizado con el PSC, perdió una hegemonía que creía imbatible"
Si han colaborado en algo los intelectuales en Cataluña en los últimos 30 años, ¿en qué ha sido?
Treinta años nos retrotrae a 1989. Por entonces lo dominante en Cataluña era la guerra fría entre un pujolismo orgánico (más bien avergonzado de su posición nacionalista) y los sectores vinculados al catalanismo progresista (autodefinidos como ilustrados, que orbitaban entorno al Maragall alcalde que estaba trabajando en los Juegos y cuya plataforma principal era el diario El País porque la apuesta en catalán del Diari de Barcelona pronto embarrancó). La cuestión clave es por qué el catalanismo progresista, heredero del PSUC y sincronizado con el PSC, perdió una hegemonía que creía imbatible y si pudo o no articular una propuesta a escala estatal que hiciera posible aquel sistema cultural plural con un canon compartido y una historia compartida. Esa propuesta quedó cortocircuitada y la alternativa política propuesta por el aznarismo, que ganó, la olvidó en la papelera de la Historia. Y sí, desde el inicio del procés, unos y otros, los que venían del pujolismo y los que venían de la izquierda, mayoritariamente confluyeron para actuar como intelectuales orgánicos del soberanismo.
"Mi hipótesis es que estamos en un punto muerto enquistado, con la concordia olvidada y escupiendo sobre la conllevancia"
¿Qué tan lejos estamos hoy de la “conllevancia” a la que Ortega relegó la relación con Cataluña? ¿O acaso no es ese el punto de vista adecuado para la fase en la que están las cosas?
Mi hipótesis es que estamos en un punto muerto enquistado, con la concordia olvidada y escupiendo sobre la conllevancia, porque se ha producido la ruptura de dos pactos clave del Estado del 78: el fin del consentimiento de la parte más movilizada de la ciudadanía de Cataluña para con el Estado y el fin del consentimiento también de una parte de los ciudadanos de Cataluña respecto al consenso catalanista de la Transición. Unos y otros quieren repensar el pacto pero en sentido inverso y solo podrá suscribirse uno cuando se normalice la relación institucional y se avance en un proceso de reconciliación interna entre catalanes. Nos falta mucho, demasiado, para conseguirlo.
¿Qué retrata esa Barcelona que aparece en la protestas? Hay chicos que se hacen selfies encapuchados, los que arrancan adoquines y preparan molotov, pero también los que saquean… Ni rastro de Pijoaparte, mucho menos del Watusi ni de Johnny Thunders.
Retrata el fracaso de la política. Es una foto catalana, que se reconoce en una tradición de protesta y se complace de una manera nihilista en el disturbio, pero en realidad es un detalle en una foto global de protestas. No creo que aquí estemos dando batallas para conquistar nuevos derechos o garantizar mejores condiciones de vida sino que nos revelamos contra las falsas promesas que servían para ocultar el signo de los tiempos: una sensación global de degradación de la vida democrática y de las condiciones de vida de las clases medias y populares mientras los hijos del Pijoaparte consumen las aplicaciones que le impone el monstruo del Ciberleviatán.
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