Cultura

Jorge Bustos: “Los colectivos que consiguen visibilidad y poder son los que se victimizan con más eficacia” 

El periodista y escritor acaba de publicar 'Casi' una crónica sobre personas sin hogar de Madrid

Quién le iba a decir a la Malasaña profunda, aquella que no sale del sermón semanal del páter escarlata Antonio Maestre, que una de sus dianas predilectas como Jorge Bustos (Madrid, 1982) habría de hacer un libro sobre los “sin hogar” de nombre Casi (Libros del Asteroide, 2024). Crónica divertida a la vez que amable, dignifica con clarividencia a los observados y es testimonio preciso de unas víctimas tan orgullosas como anónimas. Muchas de ellas son ríos en el ocaso que en su reflejo son espejo deformante de nuestras vidas.

Pregunta: ¿De dónde viene este libro? Tus enemigos juzgarán totalmente marciano que te intereses por los indigentes…

Respuesta: Claro, porque mis enemigos no me conocen (risas). Quiero decir, uno asume que cuando se entra en el juego de la opinión y del periodismo político se expone a ser etiquetado. Este libro como el anterior -un libro de viajes- son la expresión de una inquietud literaria que tengo desde niño. Yo siempre quería ser escritor; no quería ser columnista o comentarista político más adelante. Estudié filología clásica; ni siquiera soy periodista titulado por fortuna. Este libro es en realidad un libro de periodismo, pero que nace de una circunstancia personal: cuando yo me mudé a este barrio donde estamos ahora empecé a tropezarme por esta calle a las personas sin hogar que viven en el Centro de Acogida San Isidro (“Casi”).

P: Es un barrio muy muy castizo Príncipe Pío

R: Ves a gente muy marciana. Y lo tiene todo: tienes gente muy de barrio, mientras que luego está el entorno de Argüelles que es más pijo. Además, tienes la Plaza de España muy cerquita y la Gran Vía a un paso e incluso las vías del tren de Príncipe Fío.

P: Ha sobrevivido mejor la zona a la gentrificación que Cuatro Caminos, es más inter clase

R: La nota de color más chillona la ponían los usuarios del “Casi”; gente muy destruida y que, a partir de las cinco o seis de la tarde -ya no hablemos en verano-, salen a beber a la calle y llegan al coma etílico casi a diario. Todo esto cerca de mi casa.

P: El “Supercor” de la estación de Príncipe Pío tiene una fauna curiosa

R: Sí, se hacen amigos de la seguridad privada porque al final ya son clientes habituales: se gastan ahí el ingreso mínimo vital en el cartón de vino. ¿Qué pasa con estas personas? Y fue entonces cuando me comentaron: “No, no, es que aquí cerca tienes el centro de acogida de personas sin hogar fundado en 1943 para aplicar la ley de vagos y maleantes”. Ahora ya es un moderno centro de acogida, el más grande de España, y donde los casos son cada vez más dramáticos: el problema de la salud mental cada vez es más acuciante, los flujos migratorios regulares traen también cada vez más inmigrantes y hay 90 nacionalidades ahí metidas. Entonces, me empecé a meter en ese mundo por curiosidad intelectual.

P: ¿No es paralela esta obra, más literaria eso sí, al libro de Sergio Fanjul 'La España Invisible'? Parece que la covid y la crisis sin final han dejado un paisanaje fascinante de reconstruir

R: Sí, bueno, yo creo que solo hace falta tener un poco los ojos abiertos y decir que Madrid es un escenario de caza privilegiado para el periodista. Ahora mismo está viviendo un “boom” turístico (no hay una ciudad más de moda probablemente en Europa) y estamos viendo a la vez el lujo extraordinario de la Plaza de Canalejas -casi el Hotel Plaza en Tiempo de Capote- y el reverso tenebroso de la prosperidad que son los pobres. Todo esto está entre nosotros: los vemos. Lo normal es retirar la mirada, pero justamente si te atreves a mirar y a investigar de ahí salen las noticias. No hace falta irte a Gaza, ni a Mariúpol para encontrar noticias potentes.

P: ¿Por qué no has metido más datos, números me refiero, en el ensayo? ¿Temías que se perdiera la amenidad al leerlo?

R: Sí, quité muchos datos. De hecho, eso me lo dijo el editor, porque al final es un reportaje literario, es periodismo narrativo.

P: Es, de hecho, una crónica

R: Entonces, lo importante es que todas las situaciones, testimonios y hechos en el libro son recogidos por mí. Es decir, no hay ningún gramo de ficción; todo lo que se cuenta es real. Pero, al mismo tiempo, no puedes hacer un estudio sistemático. Eso sería para un 'paper' sobre sinhogarismo, un informe…

Pregunta: ¿No te has controlado con el estilo? Algo que hace grato este libro es la descripción sencilla, de frase simple a lo Azorín o Baroja, que contrasta con tus columnas alambicadas

Respuesta: Si lees mis columnas de diez años verás que son bastante más barrocas que las de ahora; hay un cierto trabajo de depuración estilística. Pero en este libro sí me interesaba la concisión, porque creo que los hechos son tan potentes por sí mismos que un ejercicio de estilo los afearía. He huido del melodrama también…

P: Hay como una especie de perversión en el uso del adjetivo con vidas tan rotas, ¿verdad?

R: Claro, ese es el peligro del melodrama: ya sabes que el motor del estilo es el verbo y después el sustantivo. Quién no maneja los verbos y los sustantivos no sabe escribir. Saber adjetivar es más bien el postre y antes se tiene que alimentar al lector. Es decir, yo quería tratar a los inmigrantes y a la gente sin hogar sin condescendencia, sin sentimentalismo, porque es muy fácil deslizarte por la pendiente del paternalismo. Esto lo llamaba Umbral “el ternurismo”. Me fijé en cómo los trataban los propios trabajadores sociales, que se vacilan con los internos: si yo conseguía tratarles cómo les tratan ellos podía esquivar la tentación del melodrama.

P: De hecho ¿Cómo es la relación entre los internos y los funcionarios en los centros de acogida? Eres ambiguo, pero no parece mala…

R: A ver, a veces es la del perro y el gato, pero también es verdad que son todo lo que tienen en la vida. Ellos hablan de mi trabajador social como tú hablarías de tus padres. A veces les mienten porque sacan provecho de determinadas situaciones: son gente que no hay que idealizar, ¿eh? Mienten, algunos tienen juicios, muchos han estado en la cárcel, tanto ellos como ellas. Se roban medicación para traficar con ella, hay agresiones (incluso a directivos y trabajadores del centro). Es un poco un frente de guerra y los trabajadores sociales son auténticos héroes con gran inteligencia emocional para saber llevarlos. Algunos tienen brotes psicóticos y hay que saber llevarlos sin un exceso de autoritarismo que les podría provocar más episodios de violencia. Aunque, también, con cierta disciplina porque si no el centro no funcionaría. Maribel, la directora y su equipo, hacen un trabajo admirable: les admiro profundamente.

P: Me sorprende el tono, triste a veces, pero con muchos toques irónicos ¿No tiene la excursión a Ávila algo del gamberrismo del Buñuel de Viridiana? ¿Pretendías mostrar el lado alegre de los sin techo?

R: ¿Pero cómo no va a tener un lado berlanguiano ese hecho? Efectivamente, muy de Plácido y de ese primer Berlanga que mezclaba la miseria de la posguerra con una mirada piadosa…

P: Es un poco más cruel, para mí es Viridiana de Buñuel…

R: Absolutamente. Por supuesto, Buñuel: esa España; su parte tragicómica. Hay una parte humorística en la mirada que si la sabes hacer con ternura les dignifica: no busca reírse de ellos. De hecho, ¿Cómo no va a ser gracioso que uno de los usuarios se saque la polla y la enseñe después de robarle el bolso a un transeúnte de Ávila? Y este marroquí tan divertido es un tipo peligroso: tuvo que ser expulsado por delincuente.

P: Ese suceso tiene un punto de fascinación por el absurdo muy de película agro de Pasolini

R: Pasolini tenía la atracción por esos bajos fondos, una reacción también en su caso sexual. Por aquí cerca está enterrado Goya, en la ermita de San Antonio de la Florida, y le atraía tanto el mundo cortesano como el de las pinturas negras. Es una constante en los artistas.

P: ¿No es curioso que estas personas, víctimas reales, casi siempre nieguen su condición mientras abunde tanto mártir falso en los medios?

R: Uno de los propósitos de este libro es la investigación del estatuto de la víctima. Tú sabes como yo, estamos en los medios, que hoy en día los colectivos que consiguen visibilidad y poder son los que se victimizan con más eficacia. Bien, aquí tenemos un colectivo que ni siquiera es consciente de que son probablemente las víctimas más puras de la sociedad…

P: Es cierto

R: …si hablamos de dolor y de daño y, sin embargo, no culpan al heteropatriarcado, ni al capitalismo, ni a la falta de vivienda social en Madrid. Ni siquiera al sistema. Se culpan de sus propias decisiones. Es decir, no todos son menas que han cruzado el estrecho en patera. Es que un 20% son licenciados universitarios y con una sucesión de traumas tipo ludopatía, alcoholismo, drogas, divorcio, perdida de curro o el desahucio que los han llevado al “Casi”.

El periodista y escritor Jorge Bustos. J.T.

Los 'sin hogar' son probablemente las víctimas más puras de la sociedad
Pregunta: Es interesante porque estos centros pretenden la autonomía de los sintecho, que es una idea individualista -evidentemente liberal- que es odiosa para el comunalista criado en el 15-M

Respuesta: Pero fíjate una cosa que repito en el libro es que este centro lo que consigue es llegar al individuo a través del colectivo. Es decir, ellos en la calle están en la intemperie radical. Eso es un individualismo perverso, tóxico: nadie se detiene y a lo mejor a veces les echan cuatro perras. Eso es el “sinhogarismo”: son gente que está fuera de la polis.

P: Quiero preguntarte por algunos internos, que son grandes biografías. Roberto, el torero y chef, es una sobredosis de casticismo que abruma ¿Conseguirá rehabilitarse del alcohol?

R: Ojalá. Su gran ilusión era hacer un menú, un menú de degustación -de gran altura- para esta gente que toma su rancho como el que tomábamos en el cole todos los días. Te llega a contar que fue cocinero para el Atlético de Madrid, que trabajó con Arzak, que le dio la alternativa a Ortega Cano, etc. Los revisteros taurinos de los 90 lo recordarán. Lo perdió todo por el alcohol, tiene la cara hinchada y no puede dejar de beber.

P: El crítico de arte, ex colaborador de 'El Mundo' y 'El País', es también una bala que nos pasa cerca a todos los que trabajamos en este sector tan difícil

R: Sí: es esa gente que se embrutecía bebiendo, aunque él consiguió salir del “Casi”. Decía ahora: “aquí me tienes otra vez porque soy un gilipollón”.

P: ¿Has buscado sus textos en los periódicos?

R: Los he buscado, pero no he podido encontrar nada. Y yo no creo que me haya mentido, así que lo voy a seguir buscando en documentación. Llega a decir que conoció a Warhol y vivió un tiempo en Nueva York. Era un crítico de arte respetado, amigo del galerista Fernando Vijande…

P: Háblame del pintor, de Jesús, que tiene algo de bohemia vallinclanesca. Los viejos artistas de Retiro siempre son un tema literario…

R: Es uno de los grandes protagonistas del libro: Jesús es un tipo que tenía gran talento para el dibujo, que fue profesor de Bellas Artes -ha dado talleres de pintura-, pero que se embrutecía bebiendo. Su padre también fue alcohólico. Pero él tenía un código con dos reglas: no beber nunca delante de sus hijos y no dormir nunca con la espalda en el suelo. La última frontera de la dignidades dormir en el banco, en la marquesina, pero no te tiras en el suelo. Hoy vive en un piso, se ha rehabilitado, no prueba gota de alcohol y vende cuadros a 50 pavos en Instagram.

P: Sor Pura es un personaje fascinante, quizá el perfil más literario de los asistentes, y sus memorias del VIH son desgarradoras ¿Ha pensado en dejar algo escrito? Solo he leído a Andrés Trapiello escribir en sus diarios sobre las víctimas de aquel tiempo…

R: Pura Costa es una leyenda del asistencialismo madrileño: una gallega que llega aquí, hija de la caridad y le toca el estallido del SIDA en el Madrid de la movida. Y cuando la enfermedad tenía un estigma, rodeada de ignorancia respecto al procedimiento de contagio, atendía a la gente que empezaba a caer como moscas.

P: Es un gran filme de Almodóvar que quizá nunca hará…

R: Claro, en vez de hacer 'La Mala Educación' y recurrir al tópico del cura pederasta, podría hablar de la monja que salvó a los sidosos o por lo menos les dio el último cariño ¿no?

P: Hay una historia escalofriante en tu obra, a la que dedicas pocas líneas, y que me interesaría conocer más: el coreano que perdió el habla luego de una paliza y vive en el Centro de Acogida San Isidro sin poder comunicarse ¿Tienes más noticias de él?

R: Está recibiendo todas las semanas las visitas de los voluntarios y nadie consigue arrancarle una palabra. Ha señalado en el mapa Corea del Sur, esa zona, y no saben muy bien si es de allí o no. Es un hombre con graves problemas mentales y de adición…

P: Háblame un poco de aquellos que descendieron de la clase media -la joyera o la abogada drogadicta- a ser indigente ¿No te ponen en el lugar de que tú podrías ser el próximo?

R: Claro, uno se cree que cuando tiene una posición social “a mí no me va a pasar”. La joyera, Lucía, vio su negocio arruinado por la pandemia y tiene una cabeza privilegiada: es una gran lectora de novela histórica.

P: Tu perfil del centro de menas, verdaderos diablos para la “alt-right”, es honesto y triste ¿No hay una diferencia muy marcada entre el mundo magrebí y el subsahariano en este?

R: Desde luego no se llevan bien y es una convivencia complicada. El centro en el que estuve pretende acabar con situaciones irregulares: busca que trabajen y se reinserten en la sociedad española. Existe un racismo latente entre ellos, pero luego los magrebíes se quejan de los españoles (especialmente de la policía). Todo es el racismo del penúltimo contra el último, tal como decía Íñigo Errejón. Tenía razón.

P: Y la última pregunta, ¿Le enviarás una copia del libro de Antonio Maestre? ¿Te la devolverá con “asqueroso burgués” escrito en el índice?

R: (Risas) ¡No, no! Antonio hace su trabajo y yo el mío y ya está. Yo creo, a pesar de todo, que Antonio sabe que no soy la caricatura de cierta izquierda. Que cada uno hable por sus obras.

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