Pocas cosas le son ajenas el escritor y crítico Jorge Carrión. Rastrea y reflexiona. Cartografía hasta los espacios más pequeños de la vida cotidiana: las series de televisión, los pasajes, las librerías, las bibliotecas… Exprime los hechos, hasta arrancar todo el jugo de sentido que pueda hallar en ellos. Así lo ha hecho en su más reciente libro: Contra Amazon (Galaxia Gutenberg), un ensayo en el que defiende la resistencia de las librerías y las bibliotecas ante la lógica del gigante de la distribución.
Esta compilación de ensayos toma su título de un manifiesto que Carrión escribió para criticar la lógica de Amazon. En aquel texto reivindicaba una idea básica: qué leer y cuándo leerlo no es una decisión que competa a un algoritmo, sino al tejido que hace posible la cultura. Son los lectores, los libreros, la prensa y la crítica los llamados a compartir esa tarea con la pluralidad que la plataforma no aporta.
En su libro 'Contra Amazon' Carrión defiende la resistencia de las librerías y las bibliotecas ante la lógica del gigante de la distribución
Golpeada con anterioridad por la crisis de 2008 y el deprecio de la que es objeto por los organismos públicos, la cultura hoy afronta una situación agravada por las consecuencias económicas y sociales que la expansión del coronavirus pueda acarrear y cuya explosión ha beneficiado, sin duda a la compañía de Jeff Bezos. ¿Cambiará o agravará el confinamiento la manera de consumir cultura? ¿Es Amazon el gran ganador en tiempos de pandemia? ¿Cómo asimilará la cultura lo que está ocurriendo y lo que está por ocurrir? De esos y otros asuntos habla Jordi Carrión en esta entrevista.
Ha escrito Librerías, finalista del Premio Anagrama de Ensayo y El libro de los pasajes (Galaxia de Gutenberg). También desarrolló una fenomenología de las series con Teleshakespeare (2011) . Compilador de muchos volúmenes de no ficción, Jorge Carrión ha escrito también trilogía conformada por las novelas Los muertos (2010), Los huérfanos y Los turistas (2015).
En el confinamiento, Amazon se ha impuesto a las librerías. Ha consumado un liderazgo. ¿Es eso culturalmente reversible?
En el confinamiento todos estamos pensando demasiado en el futuro, que no existe. En realidad no tenemos ni idea de qué pasará en los próximos meses o años. No hay duda de que Amazon está ganando mucho dinero y muchos datos, que su poder está creciendo de un modo acelerado. Pero también puedo imaginar que el mes que viene y el otro y el otro, tendremos unas ganas tremendas de contacto humano. Y Amazon no puede dártelo; las librerías, sí. Vamos a necesitar todos los abrazos del mundo y el pobre repartidor de Amazon te deja el paquete en el ascensor, ni le ves la cara con mascarilla.
Las librerías vivieron la crisis de 2008. Entonces el ingrediente Amazon no era tan feroz. Remontar será mucho peor. ¿Están preparados los libreros? ¿Pueden volver a dar la batalla?
La pandemia está cuestionando justamente esa idea de crecimiento. Tal vez no se trata de volver a cifras de años anteriores, sino de redimensionar el negocio. Primero, el de la producción, porque se producen demasiados libros. Y, después, el de las ventas. Aunque, por supuesto, una librería debe aspirar a generar los ingresos que paguen unos sueldos decentes para sus libreros. Yo diría que los libreros tienen que reaccionar ya, generar alianzas entre ellos, presionar políticamente, comprometer a sus comunidades de cómplices. Pero también deberían ser apoyados irrefutablemente por los dos grandes grupos españoles, Penguin Random House y Planeta. Y ese apoyo no llega.
No hay duda de que en el mundo de la política faltan figuras carismáticas y cultas, con poder real, que defiendan los intereses de la cultura escrita
¿Tiene una librería que asumir el reparto de libros para competir con Amazon? Yo creo que no. ¿Pero hay otra opción?
Muchas librerías están comunicando una idea que me parece muy razonable: compra el libro por internet, en su página web, y ya irás a buscarlo cuando abra las puertas. Si seguimos el modelo de Italia, eso ocurriría en mayo. Podemos esperar. Por otro lado, me pregunto si los distintos gobiernos españoles están haciendo bien su trabajo: ¿Están supervisando las condiciones en que trabajan los repartidores de Amazon? ¿Están buscando fórmulas para que Amazon pague impuestos en España, para que esos beneficios brutales que está teniendo repercutan en la economía pública? ¿Van a seguir regalando suelo común y beneficios fiscales a la multinacional del hombre más rico del mundo?
La semana pasada, el ministro de Cultura fue por lo menos incomparecente y planteó, parafraseando a Welles ,el falso dilema entre el cine y la vida. ¿Puede que sea el libro el eslabón más débil de las industrias culturales españolas?
No hay duda de que en el mundo de la política faltan figuras carismáticas y cultas, con poder real, que defiendan los intereses de la cultura escrita. Al mismo tiempo, hay que ser muy ciego para no darse cuenta de que si el confinamiento es más o menos llevadero no es sólo por WhatsApp, Zoom o Amazon, sino también por la literatura, la música, el cine y un montón de seres humanos, creativos y activos. Antes de que se produzca un cambio real en cómo las grandes fortunas contribuyen al bien común, se podría acelerar una ley de patronazgo que permita que las empresas apoyen a los creadores, a los trabajadores culturales. Ahora los que más importan son los pacientes y las víctimas y sus familiares, los profesionales de la sanidad y de los servicios básicos. Pero hay que pensar en el después.
¿Qué explicación existe para que, por ejemplo, Italia abriese librerías dos veces a la semana y España no?
No hay duda de que Italia y Francia tienen una cultura más sólida que España. Son países más lectores. En Italia, por ejemplo, el debate sobre sus pruebas de acceso a la universidad ha sido nacional, popular, todo el mundo tiene una opinión y un recuerdo. ¿Es acaso la selectividad un mito para los españoles? No sé si existen estadísticas fiables sobre cuántas farmacéuticas o cajeras de supermercado se han contagiado durante el último mes; esos datos nos ayudarían a decidirnos sobre si las librerías u otro tipo de comercio más o menos pequeño podría abrir, siguiendo los protocolos de seguridad.
Sant Jordi adelanta la foto de conjunto del sector, es el termómetro. Este año no se celebra o al menos lo hará el 23 de julio. ¿Qué diagnóstico podría hacer de lo que está por ocurrir?
Yo dudo de que Sant Jordi se pueda celebrar el 23 de julio, o que esa celebración tenga sentido, porque me imagino distancias de dos metros y mascarillas y un miedo que es ajeno a la propia idea de fiesta; pero entiendo que el ser humano necesita algunas certezas sobre su futuro inminente, y que el gremio de libreros y el de floristas se obligan a creer que esa decisión es sensata y conveniente. Pero puedo equivocarme, por supuesto. Ojalá esté yo equivocado y ellos hayan acertado. Ojalá.
Han surgido iniciativas altruistas, incuso paliativas, que proponen bonos para las librerías. Con eso no basta. ¿Qué iniciativas puestas en marcha en otros lugares podrían servir de ejemplo?
Bueno, City Lights, la mítica librería de San Francisco, acaba de recaudar medio millón de dólares para asegurar su continuidad. Si Amancio Ortega o Pep Guardiola han donado dinero para urgencias sanitarias, tal vez otros personajes puedan contribuir a la pervivencia de las librerías. Hay que repensarlo todo. Por ejemplo, si los bancos y las cajas de ahorro, durante las últimas décadas, han construido sus propios centros culturales y sus propios sistemas de becas, ¿por qué no podrían ahora diseñar programas de apoyo a las librerías? Cuando yo era niño, como recuerdo en Contra Amazon, los bancos regalaban libros, ahora regalan tostadoras y televisores y teléfonos móviles. Es urgente reconsiderar ese tipo de cuestiones. Hay que apoyar la lectura en todos los niveles de la estructura social. El Gobierno podría regalar mascarillas y libros, ¿por qué no?
Ha convertido su biblioteca en la biblioteca del edificio. Se ha convertido incluso en el bibliotecario. ¿Cómo le devuelven los libros? ¿Los devuelven?
Somos muy pocos vecinos y claro que me los devuelven. ¡Aunque también es cierto que hay registro de todo en el WhatsApp! Creo que es importante que todos intentemos encontrar nuestra manera de ayudar. Además de ofrecer mi biblioteca personal para que sea la del edificio, voy a dar cuatro charlas gratuitas, en el Zoom de la librería Nollegiu, para estudiantes de selectividad, sobre la Celestina, el Quijote, La Regenta y la obra de Lorca, en el marco de un ciclo sobre cómo los clásicos nos ayudan a entender las crisis. Aunque dedico muchas horas al día a mis dos hijos pequeños, me levanto a la hora de siempre, me afeito como siempre y trato de leer y de escribir al ritmo habitual. No siempre lo consigo, pero lo intento todos los días. Es lo que me permite sentirme bien.
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