Cultura

Ejercicios de supervivencia: la lección póstuma más importante de Jorge Semprún

En el quinto aniversario de su muerte, que se conmemora en junio, Tusquets Editores publica de forma póstuma un libro en el que el escritor reflexiona sobre la fraternidad y la solidaridad.

Cuántas personas caben en un mismo nombre. Fue el preso número 44.904 en Buchenwald, el campo de concentración alemán en el que vivió deportado entre los 20 y los 22 años. Fue Federico Sánchez en los años de la lucha clandestina contra Franco. Fue el hombre al que Santiago Carrillo y Dolores Ubárruri expulsaron, en 1964, del Partido Comunista. Fue ministro con los socialistas, con quien también tuvo desencuentros –y muchos, valga decir-. Fue también escritor y pensador. Fue en toda regla, él: Jorge Semprún. En el quinto aniversario de su muerte, Tusquets Editores publica un libro que hace las veces del inicio de un ciclo autobiográfico. No llegó a terminarlo. La muerte lo sorprendió en junio de 2011 mientras la escribía. Se trata del volumen Ejercicios de supervivencia.

No llegó a terminar Ejercicios de supervivencia. Pues la muerte lo sorprendió en junio de 2011 mientras la escribía. Se trata de Ejercicios de supervivencia.

En sus últimos años de vida a Semprún lo atormentaban dos cosas: sus huesos y sus recuerdos. Para un hombre que soportó palizas y torturas de La Gestapo, ¿qué podía significar un esqueleto a punto de quebrarse? Pero le dolía, hasta en pesadillas. Le atormentaba también la idea de una vida perdida, licuada en el olvido que saben procurarse los cretinos y los jóvenes –unos con intención, otros por la absoluta falta de algo parecido-. En las páginas de Ejercicios de supervivencia, Semprún relata los muchos hombres que fue. Comienza con el joven de veinte años, estudiante de filosofía, hijo de una importante familia desgarrada por la guerra civil española que, en 1943, fue  detenido por la Gestapo y torturado como miembro de la Resistencia francesa a la ocupación nazi. Semprún desgrana por primera vez en estas páginas el catálogo de horrores a los que él, como tantos otros, fue sometido antes de acabar deportado en el campo de concentración de Buchenwald. Lo vivido abre paso a la reflexión sobre la importancia de la fraternidad y el valor de la solidaridad frente a la injusticia y la tiranía. Y esa es uno de los principales atributos del libro.

Nieto del político conservador Antonio Maura, presidente del Gobierno con Alfonso XIII, Jorge Semprún nació en Madrid el 10 de diciembre de 1923. Su madre murió antes de que él cumpliera ocho años y, con la Guerra Civil, todos los hermanos marcharon a La Haya para reunirse con su padre, embajador de la República en los Países Bajos. Era todavía muy joven cuando comenzó un exilio que duró toda su vida. En 1939, con la guerra perdida, la familia se instaló en París, donde Jorge y su hermano Gonzalo estudiaron como internos en el liceo Henri IV. Estudió luego Filosofía en La Sorbona y se afilió, en 1942, al Partido Comunista.

Al ser invadida Francia por la Alemania nazi, Semprún se unió a la lucha armada de la resistencia. Fue capturado por las SS y enviado a Bunchenwald, campo de concentración nazi situado en la zona de Weimar. Su conocimiento del alemán y el contacto con los comunistas evitaron una muerte que parecía segura. Mucho se ha hablado –y este libro entra en ese episodio- de cuál fue el papel de Semprún en esos años. Justamente por hablar el idioma de sus captores, consiguió trabajar en una oficina de Bunchenwald. Allí se confeccionaban las listas de mano de obra destinada a trabajar fuera del campo, un destino que fulminaba la esperanza de seguir vivo a aquellos elegidos. La intervención de Semprún resultó valioso para la resistencia del campo, ya que evitó a muchos de sus camaradas ser trasladados de lugar.

Al ser invadida Francia por la Alemania nazi, Semprún se unió a la lucha armada de la resistencia. Fue capturado por las SS y enviado a Bunchenwald

Todavía vivo, el propio Semprún aclaró cuál fue su función en el orden de aquellas listas. Las órdenes seguían una cadena específica. "El jefe SS le dice al jefe comunista del comando de internos: 'Mañana o pasado, a las seis de la mañana, quiero 3.000 deportados formando filas en la plaza del campo para ir a tal sitio'. Eso no tenía vuelta de hoja. Tal día, 3.000 deportados. ¡Parece como si hubiera alguna posibilidad de elegir! ¡Ninguna! Tiene que haber 3.000 deportados. ¿En qué interviene la Resistencia? En intentar quitar de esas listas a alguna gente". ¿Qué criterio seguía para elegir a uno en lugar de otro? "El que tenía la Resistencia. Tendía a ser gente importante de la Resistencia de cualquier país. Podían saltar de las listas jefes gaullistas, oficiales enviados por Londres para la lucha clandestina, comunistas, socialistas", explicaría Semprún en repetidas ocasiones.

Liberado del campo de concentración, Semprún se enfrentó a un dilema: escribir lo que había visto o volcarse en el presente. Hizo ambas cosas, cada una a su tiempo. Porque aunque ya en 1963 había plasmado sus vivencias en El largo viaje, hubo que esperar a 1994 para que explorara a fondo aquellos años en La escritura o la vida. Durante ese tiempo, Semprún se dedicó a la militancia comunista. Fueron los años de Federico Sánchez, su nombre en la clandestinidad de la España franquista. Pero las cosas volvieron a torcerse, en 1964, cuando fue expulsado del PCE por su discrepancia con la línea oficial de Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo. Este episodio será la columna vertebral del libro que le valió el premio Planeta de 1977: Autobiografía de Federico Sánchez.

Para desarrollar la política del Partido Comunista español, a partir de 1953 Semprún entró clandestinamente en numerosas ocasiones en España a fin de involucrar a los sectores intelectuales y universitarios en la lucha contra la dictadura. Son años de tensión no sólo en la represiva España de Franco, sino entre las filas comunistas, que empiezan a descubrir los crímenes del estalinismo mientras, en el comité central español, Santiago Carrillo se afianzaba como líder firme e indiscutible del partido. Al final de este periodo, Semprún empezó a mostrar sus dudas acerca de la política y los métodos que el PCE empleaba en España. Fue justamente la construcción de una andadura literaria –acaso una de las más fascinantes del siglo XX- la que permitió a Semprún elaborar y entender todo cuanto le había ocurrido. Es justamente esa sustancia vital: la memoria, la palabra la que cobra vida en estas páginas.

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