Cultura

José Ignacio Domínguez: "Los bombardeos de Churchill sobre las ciudades alemanas fueron un crimen de guerra"

José Ignacio Domínguez repasa la trayectoria política del primer ministro en 'Winston Churchill y su época. El político bipolar'

Consumidor de ingentes cantidades diarias de alcohol, hombre autodidacta, más intuitivo que racional, terco, de difícil trato, pero con sentido del humor. Profundo defensor del Imperio británico, con un pensamiento claramente racista, y figura clave en la Segunda Guerra Mundial por mantener la resistencia a Hitler, cuando este había conquistado media Europa. El jurista José Ignacio Domínguez García de Paredes repasa la figura de Churchill y la época que le tocó vivir en Winston Churchill y su época. El político bipolar. Para Domínguez, Churchill escala al podio de los grandes hombres del siglo XX por su actuación y resistencia frente al nazismo durante los años 1940 y 1942, cuando el Reino Unido estuvo prácticamente solo frente a Hitler. El autor también repasa en una entrevista para Vozpópuli algunas de las sombras del 'premier', como la catástrofe de Galípoli en la Primera Guerra Mundial, su actuación durante la hambruna de 1942 en India o los bombardeos sobre las ciudades alemanes. 

Pregunta. ¿Por qué califica a Churchill como una figura heroica?

Respuesta. Porque sin él, los mandamases del Partido Conservador de la época hubieran llegado a un acuerdo con Hitler, y por tanto, podíamos haber tenido el nazismo durante muchos años en toda Europa. Tenía muchos defectos, pero tenía un valor a prueba de bombas y un coraje extraordinario. Ese es el gran Churchill, el hombre del año 1940 a 1942, cuando está solo hasta que se produce, primero, la invasión hitleriana en Rusia, y por último, el ataque a Pearl Harbor, la entrada de Estados Unidos en la guerra que cambia la dinámica completamente. A partir de ese momento deja de tener la importancia que tuvo en los primeros años, pasa a un segundo plano, con harto cabreo, porque Churchill es un hombre con un orgullo muy grande.

P. Menciona en el libro que por la propia personalidad de Churchill fue la guerra, este contexto brutal con un enemigo absoluto, lo que permitió el desarrollo de su tan marcada personalidad. 

R. Realmente es un hombre que ha cometido muchísimos errores. Él, que fue un ministro muy joven, en la primera fase de su vida política en la Primera Guerra Mundial metió la pata hasta el corvejón con el tema del ataque en Turquía en los estrechos, que acaba con un desastre monumental. Después de la guerra, pierde la capacidad política y se queda como un parlamentario, pero prácticamente se pasa fuera de juego más de diez años. ¿Qué ocurre? Pues que él es de los primeros y casi única de las personalidades políticas inglesas que realmente combate a Hitler casi desde el primer día. La sociedad civil no quería otra guerra porque recordaban la carnicería de la I Guerra Mundial. Entonces, Churchill es el hombre que sirve para la guerra. Pero los ingleses se lo quitan de encima cuando la guerra está ganada.

P. También menciona que era muy inteligente, pero que actuaba dejándose guiar más por la intuición que por el raciocinio y el análisis cuidadoso…

R. No era un pensador. Era un hombre hiperactivo, eso clarísimamente, un hombre que no podía dejar de hacer cosas. Y era militar de carrera. Tuvo una experiencia en la India, que realmente no fue muy allá. Yo menciono en el libro, que no recuerdo bien la hora, pero me parece que a las diez o diez y media la mañana ya había acabado. Es decir, aprovechaba el día para hacerse una especie de autoeducación literaria tremendamente extraña. 

P. Fue autodidacta, ¿no?

R. Autodidacta total. Yo menciono que le dijeron que tenía que leer a William Blake, uno de los grandes poetas británicos de los siglos XVIII y XIX, y Churchill  lo confundió un almirante. Era una persona especialmente activa, que tenía una necesidad brutal de actuar, de inventar y de plantear, digamos operaciones, cuando su papel era político.

P. Explica que su verdadera religión, una religión laica, era el Imperio Británico. Pero justo coincide en un momento que se va a empezar a desintegrar ¿Cómo vivió este proceso? 

R. Él nace con la reina Victoria, el Imperio Británico de su máxima gloria. Con India como la joya de la Corona. Por tanto, la India para él representaba todo lo que tenía que quedarse, de lo que tenía que estar, no podía perderse. Hasta el punto de que podía haber permanecido en la India mucho más tiempo. No sé si para siempre, pero mucho más tiempo, concediendo la autonomía como en Canadá. Pero él se opone absolutamente, y es una cosa que contribuye enormemente a su aislamiento. En los años 30, está absolutamente fuera de juego, y una de las razones es esa.

P. Sobre la India, usted cuenta y analiza que este inmovilismo en el fondo es un pensamiento muy imperialista y racista. 

R. Racismo puro y duro. En las hambrunas de la India de 1942 y 1943, tras los tifones, murieron entre 2 y 3 millones de personas, de hambre. Hubo entre 50.000 y 60.000 muertos del hecho físico del tifón, pero después se arrasaron completamente las cosechas. Canadá regaló miles de toneladas de trigo, y Churchill se niega a transportarla porque lo primero era la guerra. Y que se mueran. Churchill es una gran figura, pero tiene unas sombras detrás de mucho cuidado… 

P. Hablando de sombras, los bombardeos de las ciudades alemanas ya durante la Segunda Guerra Mundial, usted refleja varias declaraciones en las que se muestra cruel, mofándose de las víctimas civiles alemanas. Es el contexto de la guerra más brutal de la historia, pero ¿tienen algún tipo de justificación los bombardeos?

R. Yo creo que no. Sin frente a donde acudir, pensó que la única manera que estuviesen en la guerra fueron los bombarderos. La guerra aérea no tiene justificación. 

P. Usted menciona que incluso desde el punto de vista práctico, tampoco conseguían debilitar militarmente la producción industrial. 

R. Una gran destrucción de una ciudad después militarmente no te sirve, al revés, te complica. A Stalingrado la dejan con la palma a la mano, y, ¿qué hacen los rusos?, meterse en las ruinas y hacer imposible el avance. Los niveles de producción militar alemana de 1944 son bastante superiores al 1940 y 1941, pero bastante superiores. Los bombardeos fueron un crimen de guerra. 

Los bombardeos sobre las ciudades alemanas fueron un crimen de guerra

P. Acercándonos al final de la guerra, ya repartiéndose la victoria, él dijo: "Fue en Teherán donde percibí por vez primera lo pequeña que era nuestra nación". ¿Cómo se sintió cuando vio que EEUU y la URSS superaban a su Imperio?

R. En números redondos, Inglaterra pierde medio millón de hombres en la Segunda Guerra Mundial. Rusia pierde más de 30 millones. Stalin es Stalin, las salvajadas de ese país son las que había y el sistema era el que había. Pero es quien aguanta, quien resiste.  Bajo el punto de visto militar, no había duda. Claro, Estados Unidos tampoco, porque era el gran salvador que venía del occidente, que tenía toda la fabricación, millones de hombres en activo… Por lo tanto, Churchill era un hombre que se sentía cada vez más marginado, un aliado menor, y eso le tenía frito. Lo que no quería es permitir que su país perdiera el lugar, la ubicación de gran potencia. 

P. ¿Cómo asume una persona con ese ego la derrota en las elecciones de 1945?

R. Pues lo asume… Es un tipo que tiene estilo, y a pesar de la mala leche que tenía, con el carácter tan duro, a veces brutal, era una persona con sentido de humor. Cuando salió del gobierno, el rey Jorge VI le ofreció la Orden de la Jarretera, la más importante y antigua del Reino Unido, y Churchill dijo: 'Mire usted, cuando me acaban de dar la orden de la patada, pues no es la ocasión'. Al final, cuando se retiró, años más tarde, la aceptó. Pero cuando perdió esas elecciones de 1945, su mujer le decía a su hija, que Churchill estaba con un mal humor constante, y que estaba, no digo destruyendo, pero digamos, no facilitando la convivencia familiar de la pareja.

P. Describe y enumera alguna de sus costumbres alcohólicas, ¿hasta qué punto esas cantidades de alcohol llegaban a mermar sus capacidades? 

R. Yo lo que no he visto en ningún caso, o no me acuerdo en este momento, que estuviese tirado por los suelos. Parece que aguantaba bien. Se bebía una botella de champán para el desayuno, y luego whisky, vino, vodka… Varios litros de alcohol cada día. Era un alcohólico pero no borracho.

Me extrañaría mucho que se hubiese opuesto radicalmente al Brexit

P. Otro aspecto curioso es que no parecía tener ningún tipo de pudor con su desnudez.

R. Sí, estaba en pelotas delante de Roosevelt. Estaban en un crucero, en camarotes próximos. Roosevelt fue a verle, entró por la puerta, sin más, y encontró al otro en pelotas. Y dice: 'ay, perdone'. Y Churchill respondió: 'el primer ministro de Reino Unido no tiene nada que ocultar al señor presidente de los Estados Unidos'.

P. Jugando con las ucronías, ¿Churchill hubiera sido partidario de mantenerse la Unión Europea?

R. Me extrañaría mucho que se hubiese opuesto radicalmente al Brexit. Él vivió los primeros proyectos de la Unión y dijo que había que incentivar la Unión porque esa unidad europea iba a evitar otra guerra. Pero que Gran Bretaña tenía que estar como impulsora y no como socio.

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