La música latina lleva años pasando por encima de los prejuicios de la industria española. Quien mejor describe la brecha entre ambos mundos es Juan Magán (Badalona, 1978), sin duda el peor tratado de nuestros superventas internacionales. Esta reflexión suya de 2017 merece repetirse: “Sobrevive esa categoría que llaman ‘pachanga’, que para mí remite al juego, algo gracioso, que no tiene valor cultural. Meter todo en ‘pachanga’ es ocultar nuestra riqueza y diversidad sonora. Deberíamos usar los términos de cada género: salsa, merengue, bachata… Tengo que tratar con esos prejuicios a diario. Me consideran peor que a cualquier artista pop. En España somos de letras y no valen mis cifras de ventas. Los números no sirven para nada. Hay gente que ve incompatible la palabra 'arte' con hacer música latina. Si bajaran el IVA cultural, seguramente a mí me seguirían cobrando el 21 por ciento”, explicaba hace dos años. “A los españoles se nos ha olvidado que somos latinos. Se nos fue mucho la olla con el rollo europeo, nos vinimos arriba. Pero somos un país latino, nos gusta más la fiesta que a un tonto un palo. Hay que asumirlo y estar orgulloso. Ahora queremos un poco más a nuestro lado latino”, añadía en otra entrevista de la misma época.
Magán fue el artista español más escuchado en Spotify España en 2018, nada menos que 600 millones de reproducciones. Viene de arrasar con sus colaboraciones con Ana Guerra (Ni la hora) y Mala Rodríguez (Usted), además de participar en el disco de duetos con Camela (Cuando zarpa el amor). Ahora mismo defiende Internacional, una canción con CeeLo Green, la impresionante voz de Gnarls Barkley. Hace años que vive con su familia en la República Dominicana y se ha empapado por completo de la tradición musical del país, como confirma el reciente Muñequita linda, donde hace suyo el clásico del merengue Los Algodones. La receta de Magán es tan sencilla como efectiva: melodías cariñosas, ritmos hedonistas y mucho buen rollo. Una apuesta en las antípodas de los machos alfa macarras del “perreo”.
Menospreciado en Cataluña
Hablamos del único artista en la historia del pop español que ha conseguido crear una etiqueta con impacto internacional: el electrolatino. A pesar de eso, es menospreciado por la cultura catalana, donde nunca ha sido llamado para actuar en el Sónar, ni a tenido el espacio que merece en TV3, ni se la ha tomado como emblema de la creatividad musical. Demasiado "de abajo" para la estirada escena local, donde por cierto escasean los músicos capaces de interesar más allá de sus fronteras. Mientras unos le ignoran, se ha convertido en superventas en países insospechados (Suiza, Rumanía, Francia…) y triunfa ante el adinerado público internacional de Ibiza, gracias a su fiesta en el Hard Rock Café, que lleva por título Latinibízate. Magán pincha música latina, a contracorriente del EDM que domina la isla, abriendo brecha para otros superventas. La estrategia empieza a dar sus frutos: J. Balvin ya ha anunciado seis sesiones en Pachá entre junio y julio de 2019.
"No debe existir artista más atronador al que se le dispense mayor silencio mediático. Seguramente porque en él convergen los dos géneros más estigmatizados: el poligonero y lo latino" (Nando Cruz, periodista musical, 2013)
¿Tan mal ha tratado la crítica a Magán? Un texto de 2013 firmado por Nando Cruz, veterano periodista musical de Barcelona, responde a la pregunta. “No debe existir artista más atronador al que se le dispense mayor silencio mediático más allá de las emisoras de la música comercial de baile. Seguramente, porque en él convergen los dos géneros más denostados y estigmatizados: el poligonero y lo latino. Magán es carne de recopilatorios de ‘Gran hermano’ y ‘Hombres, mujeres y viceversa’. Nos ha acribillado hasta la saciedad con la ubicua Te voy a esperar y se ha juntado con tipos como Don Omar y Daddy Yankee. Si Ella se vuelve loca sonase en el Sónar los extranjeros la bailarían despendolados, pero el melómano español percibe lo de Magán como música cutre para otra gente. Una percepción que los medios refuerzan con decisiones como, por ejemplo, no cubrir su inicio de gira”, escribía. Un caso palmario de clasismo cultural, el rechazo a compartir referentes con el público de los barrios populares. “Nuestra telaraña de prejuicios, esa en función de la cual otorgamos más atención a unas músicas que a otras, se hace más y más tupida con la edad: se solidifican los prejuicios estéticos, generacionales, raciales, de clase….”, remataba Cruz.
Triunfo contra todos
Frente a los enfoques hípster, que dicen que un DJ es un artista debe “iluminar” al público, Magán siempre ha demostrado vocación de servicio. “No olvido nunca que un DJ está para entretener. Hay que observar las reacciones de la pista y seguir la línea que te marcan. El mayor fracaso es aburrir. El DJ debe ser un "mandao". Yo abarco un terreno delimitado, nunca voy a poner una sardana, pero dentro de eso es el discjockey quien debe entrar por el embudo del público, nunca al revés”, explicaba en 2015. Cuatro años después, tiene el mundo a sus pies. En toda América, se ha convertido en un artista capaz de incendiar clubes y también grandes recintos, entre ellos el Madison Square Garden, Estadio Azteca, American Airlines Arena de Miami, Estadio Nacional de Lima y la cancha de los San Antonio Spurs. Solo se le resiste el reconocimiento de los “modernos” españoles, que todavía le cierran las puertas de sus páginas web de tendencias, las listas de mejores del año y los carteles de festivales ‘cool’. A estas alturas, muy pocos dudan del intenso ridículo que supone contratar a artistas anglosajones que hacen música latina (Diplo, Masters At Work, Roger Sánchez…) y cerrar las puertas al talento de casa. Hace años que Magán ganó la batalla del público y ahora vive su momento de esplendor. La venganza alegre de un grande del pop español.
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