La cultura católica sufre en nuestros días un menosprecio olímpico. Se trata de una situación delirante, ya que la iglesia de Roma es una de las principales fundadoras, si no la principal, de la cultura europea. Podríamos estar ante uno de los trucos habituales de Escrutopo, el diablo literario de C.S. Lewis, que enseñaba a su sobrino que “contar chistes guarros es mucho menos devastador que tratar a la virtud como si fuese algo cómico y anacrónico”, según nos recuerda el novelista Juan Manuel de Prada. Hoy padecemos una situación análoga: casi nadie se molesta en refutar las propuestas de la Iglesia, sino que se las descarta como algo pasado de moda, como si fuese una bufanda de los años setenta y no un paradigma existencial de primer orden.
Por eso destaca la propuesta del volumen Una biblioteca en el oasis. Literatura para la fe (Magnificat), espléndida oportunidad para descubrir o redescubrir la virtud -palabra que hoy suena cursi-, plasmada en los mejores escritores católicos, que suelen ser los que plantan cara a los valores dominantes de su tiempo (obligados por su fe). “El gran Leonard Castellani se rebelaba contra los católicos que reclaman una literatura de soluciones netas, de triunfos apoteósicos, sin penumbra ni conflicto”, nos recuerda el prólogo. La figura más clara en este sentido es León Bloy, escritor francés que llegó a vivir de las lismonas, se casó con una prostituta a la que redimió de su oficio y perdió a dos de sus hijos por los rigores de la pobreza. Su libro Exégesis de los lugares comunes se embarca en una ataque frontal hacia “nuestras claudicaciones burguesas, nuestra sórdida y taimada afición al dinero, nuestras concesiones al degradante espíritu de nuestra época” (da igual cuando leas esto). No es un texto que vaya a dejar indiferente, según sospecha Vozpópuli.
Economía católica
Sobra decir que de Prada desborda con frecuencia los límites de la reseña para abordar cuestiones más ambiciosas, entre ellas demostrar que Cervantes fue un escritor inequívocamente católico -texto sobre el 400 aniversario de la segunda parte de El Quijote-, que las invasiones bárbaras contra Roma tienen mucho de falsificación histórica para perjudicar a la iglesia -reseña de Europa y la fe, de Hilaire Belloc- o que el cristianismo puede defender con ejemplos históricos un modelo económico más justo que el capitalismo y el comunismo (la doctrina del distributismo).
Chesterton es consciente del error histórico que están cometiendo muchos católicos al defender el capitalismo", advierte De Prada
Ya en el siglo XII, como explica Belloc, los “trabajadores libres nacidos del experimento moral de la fe cristiana se organizaron luego en gremios y corporaciones, sociedades parcialmente cooperativas (aunque, en lo sustantivo, compuestas de propietarios particulares) que gozaban de autonomía y tenían por objeto principal protegerse mutuamente frente a abusos externos e impedir la competencia entre sus miembros, evitando que la prosperidad de uno se consiguiese a expensas de otros, cuidando con el máximo celo que la propiedad se mantuviese dividida”, destaca.
La reseña más polémica, no me cabe duda, será la delicada a Los límites de la cordura, de G.K Chesterton, donde se defiende que la doctrina católica es incompatible con la economía capitalista (una verdad tremendamente incómoda). “Chesterton es consciente del error histórico que están cometiendo muchos católicos al defender el capitalismo, que está dispuesto -exactamente igual que el comunismo- a crear ‘una civilización centralizada, impersonal y monótona’, capaz de destruir las más numantinas resistencias humanas. No se cansa de proclamar que el capitalismo ha hecho todo lo que amenazaba con hacer el socialismo. "Sin duda, el comunismo ha matado más cuerpos que el capitalismo; pero ni de lejos ha matado tantas almas”, denuncia el texto.
Falsos salvadores
En el plano personal, destacan las reflexiones en torno a El samurái, novela del escritor japonés Sushaku Endo, que creció sintiendo una rechazo visceral por el Cristo cruficado y termina siendo presa de la fascinación por la imagen, en el contexto de una persecución salvaje a los cristianos de Japón. ¿Cómo se explica un cambio tan radical? “Supongo que en alguna parte del corazón de los hombres está el anhelo de que alguien nos acompañe durante toda nuestra vida, aunque solo sea un perro sarnoso. Ese hombre se convirtió en un perro por el bien de la humanidad. Sí, ese hombre se convirtió en un perro que nos acompaña”, celebra Endo.
La galería que presenta De Prada es fascinante. Aparecen libros como Señor del mundo (Robert Hugh Benson), distopía muy cercana a nuestro tiempo, donde somos dominados por un líder “salvador de la humanidad, extraordinariamente seductor, de apariencia mansa y dialogante” a quien tratamos como un Dios, a pesar de que solo defiende los intereses de las élites. Otro momento luminoso es la explicación de la propuesta literaria de Flannery O'Connor, católica resistente en el sur profundo de Estados Unidos, cuyos cuentos versan sobre “la acción de la gracia sobre un personaje que no está dispuesto a aceptarla”. También se abordan novelas mediocres e influyentes como Las sandalias del pescador, reflejo de muchos vicios de la Iglesia actual. Y mapas de los conflictos sentimentales eternos como Sobre el amor humano, de Gustave Thibon. Este volumen de reseñas no rebaja la intensidad en ningún momento, contagiando la capacidad de la lectura para transformarnos (otras cosa es que nosotros no sepamos aprovecharla).
Las ramas y el árbol
¿Podemos sacar alguna conclusión general? C.S. Lewis defendió que la iglesia católica no es solo una opción más entre distintos sistemas de valores, sino que ofrece la doctrina más cercana y conectada al orden moral natural. “Las nuevas ideologías, al sacar de contexto y tergiversar aspectos diversos de ese orden natural, proponen algo así como ‘la rebelión de las ramas contra el árbol’”, recuerda De Prada.
La idea ya se ha tratado en la apertura del libro, al recordar la escritura de G.K.Chesterton, el autor que más espacio ocupa en este libro, cuya obra nos recuerda lo siguiente: “Si la fe católica, a lo largo de la historia, ha estado muchas veces asediada, arrinconada y casi muerta, para después emerger otra vez de sus cenizas, es porque cuenta con un Dios que sabe como salir del sepulcro”.
A algunos esta última frase les puede sonar a exageración, pero Una biblioteca en el paraíso confirma que la fe católica ha sido la tabla de salvación a la que se han agarrado decenas de escritores mayúsculos para no rendirse o enloquecer ante el naufragio del mundo, cada vez más dominado por lógicas incompatibles con una vida humana digna.
Por cierto, este volumen de sesenta reseñas se cierra con un texto sobre la novela Juan XXIII (XIV), donde Leonard Castellani imagina la llegada al Vaticano de un papa argentino que lamenta que "Roma se está volviendo, del museo que fue, un enorme cenicero". Reduce en dos tercios la burocracia y vende obras de arte para construir parroquias. "El verdadero tesoro de la iglesia son los pobres", declara. ¿Veremos algo parecido alguna vez?
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