Los portales de internet describen el Café Varela como uno de los más famosos y emblemáticos de Madrid, por su cocina, sí, y porque en él se citaban escritores de la talla de Baroja, los Machado, Carrere o Unamuno. Pero el Varela no murió con ellos: hoy lo frecuentan otros genios literarios como Juan Manuel de Prada (Barakaldo, 1970), cuya foto preside el salón. Allí nos recibe para hablar de su nuevo libro, El derecho a soñar, que, dice, es la obra de su vida, aquella por la que será recordado. Y eso que se trata de una vida en la que apenas quedan premios literarios por recibir.
Pregunta. Tú conoces a Ana María Martínez Sagi por una entrevista que le hace Ruano. ¿Por qué te llama tanto la atención el personaje?
Respuesta. Porque era un personaje desconocido. El libro de Ruano consistía en entrevistas a personajes de la época, en su mayoría muy conocidos, y en medio de todos ellos encontré una entrevista a esta mujer que yo no conocía y que tampoco conocía la gente a la que pregunté. Nadie sabía nada de ella. Entonces me suscitó curiosidad que Ruano dedicase una entrevista a una completa desconocida. Además, era un personaje muy atractivo: una chica deportista que viene a presentar su primer libro de versos a Madrid, que se confiesa republicana… Por eso me puse a investigar y poco a poco fui encontrando sus colaboraciones en la prensa de la época; resulta que fue bastante famosa en aquellos años y, sin embargo, había desaparecido sin dejar ni rastro. Eso me resultó llamativo.
P. Escribiste una novela sobre ella, Las esquinas del aire, a partir de su testimonio; sin embargo, en El derecho a soñar revisas la versión que das sobre su vida. ¿Cómo te das cuenta de que hay cosas que no cuadran en su testimonio? Y, sobre todo, ¿cómo has logrado descubrir esas verdades que ella te ocultó?
R. La novela la escribí porque el personaje me pareció muy atractivo. Le dediqué un libro que tuvo la forma de novela, de novela muy sui generis, en realidad, porque el testimonio que ella me dio era muy incompleto, insuficiente para escribir una novela. Y yo no lo puse en tela de juicio a pesar de que me di cuenta de que algunas cosas eran un poco inverosímiles o fantasiosas. Cuando quise profundizar más en ese testimonio ella ya se estaba muriendo; no podía recordar, ni hablar siquiera. Entonces decidí dar forma literaria a su testimonio a pesar de que hubiese detalles que me pareciesen inverosímiles.
P. Como el poema del exilio…
R. Bueno, eso fue en una etapa posterior. Ella me dio toda su obra inédita, efectivamente, y me pidió que la publicase veinte años después. Es entonces, preparando su publicación, cuando descubro cosas que me chocan. Por ejemplo, ella me había dicho que había cruzado la frontera por Port-Bou, que es por donde cruza la frontera Machado, y que había cruzado a la vez que él; sin embargo, yo me encuentro un poema en donde ella habla de la gente que está cruzando la frontera por Agullana. Eso me llamó la atención. Y encontré alguna otra cosa que me resultó desconcertante. Por eso, por curiosidad, empecé a sumergirme en una nueva investigación que pronto supe que iba a ser inabarcable. Sagi me había ocultado muchas cosas: de todo su exilio, que fue largo, me había hecho un relato superficial en el que había resaltado una serie de hitos que ella consideraba relevantes, pero que no necesariamente tenían que serlo. Entonces me lancé a escribir este libro.
P. ¿No te dio reparo contradecir su versión?
R. Sí, pero si yo quería rehabilitarla verdaderamente y darla a conocer era un poco demencial propagar una versión falsa o lagunar. Porque no se trata tanto de que me contara falsedades, sino de que lo que me había transmitido era muy escueto, fragmentario. Ahí está el viejo adagio que se le atribuye a Aristóteles: "Amicus Plato, sed magis amica veritas" (soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad).
Además, creo que es una mujer importante. No es simplemente un personaje exótico, pintoresco; creo que tenía mucho talento como poeta. De modo que he procurado fijar su vida dentro de unas coordenadas veraces para que exista un estudio de su obra y de su personalidad: tenía que subsanar las fabulaciones a las que había dado pábulo con Las esquinas del aire.
P. ¿Pensaste alguna vez en abandonar esa empresa? Digo, por lo tedioso de la investigación.
R. Nunca pensé en dejarlo porque ha sido una obsesión y cuando decidí lanzarme lo hice con todas las consecuencias. Lo que sí es verdad es que la investigación parecía inacabable porque traté de ser exhaustivo, de visitar todos los archivos que pudieran tener información sobre ella, de contactar con las familias de las personas con las que ella hubiera tenido trato… En este libro hay material recuperado de más de treinta archivos, pero yo visité muchos más, y me puse en contacto con muchísimas personas que no figuran en el libro porque no tenían nada de ella.
De todos modos, la curiosidad que me iba suscitando cada descubrimiento era tan grande que, aunque he vivido momentos de desaliento y de cierta decepción, no he contemplado rendirme. Era todo demasiado intrigante como para hacerlo.
Creo que el fracaso es el estado natural del artista, sobre todo en una época en la que no existe verdadero interés por el arte
P. Pedro Luis de Gálvez, Armando Buscarini y Ana María Martínez Sagi. ¿Qué tienes con los poetas olvidados?
R. Creo que el fracaso es el estado natural del artista, sobre todo en una época en la que no existe verdadero interés por el arte, una época filistea, como decían los bohemios. Porque el interés por el arte suele ser falso: nace de motivos de conveniencia, no de un amor verdadero. Entonces, es natural que en una época como la nuestra muchas personas de talento sean olvidadas.
De todos modos, mi interés por los bohemios es de otra naturaleza: tiene que ver con la vocación tronchada que no encuentra acomodo en la sociedad. En el caso de esta mujer es una obsesión personal que nace de que la traté, de que ella me eligió para mantener viva su memoria, y cuando uno asume ese papel tiene que tratar de ser riguroso, veraz; no puede transmitir una versión edulcorada o embellecida. Además ella fue una gran poeta y la mejor manera de que pueda ser reconocida en el futuro es que se conozca su vida, sus elecciones, sus vicisitudes.
P. Vicisitudes como no reconciliarse nunca con su verdadero amor, Elisabeth Mulder. Porque da la sensación de que gran parte de su obra está marcada por ese amor y por algunos recuerdos de juventud.
R. Yo creo que ella era una mujer atormentada por muchas razones. En primer lugar, porque vivió situaciones traumáticas, acontecimientos históricos dolorosos. También porque se implicó de forma desaforada con ideologías o realidades de las que posteriormente abominó. Eso hizo que su relación con su propio pasado fuera difícil. Los traumas que vivió fueron muchas veces personales…
P. Como la relación con su madre…
R. Claro. Tuvo una relación muy mala con su madre, un anhelo de maternidad frustrado… en fin, experiencias personales muy duras de muchas de las cuales hablo en este libro. Y creo que en algún momento contempló su vida y vio que le producía tal amargura, tal sensación de fracaso que necesitó embellecerla: quiso legar una visión mejorada, liberada de los aspectos oscuros; lo que pasa es que son esos aspectos oscuros los que la hacen interesante.
P. ¿Más interesante que la que te contó?
R. Muchísimo más.
P. Esa vida interesante incluye ciertos logros, como participar en el primer campeonato de atletismo femenino en la modalidad de lanzamiento de jabalina o haber sido la primera directiva de un club de fútbol (el F.C. Barcelona). ¿Podrías contarnos alguno más?
R. Los que ella pregonó: ser fundadora, en plena dictadura de Primo de Rivera, del Club femení i d’Esports, un club deportivo y cultural para mujeres trabajadoras en Barcelona; haber sido en los años treinta una reportera muy atenta a cuestiones sociales, como el papel que las mujeres estaban desempeñando en ese momento; haber ejercido como reportera de guerra… De hecho, una de las cosas que me ocultó es que había sido reportera gráfica en el frente, y yo no tengo noticia de ninguna otra mujer española que lo fuese. Sospecho que eso no me lo contó porque recordarlo la traumatizaba. Probablemente porque vio cosas terribles, pero también porque el oficio de fotógrafa lo asociaba a Elsy Longoni, una compañera suya a la que por oscuras razones tampoco quería recordar. En líneas generales, excepto en el caso de su relación con Mulder, que convirtió en protagonista de su poesía, no quiso recordar sus relaciones amorosas cuando habló conmigo.
P. ¿Cómo vivió ella, que se dedicó a tantas cosas, su vocación literaria? ¿La acompañó toda su vida?
R. Sí, porque la vocación poética es una vocación literaria, pero de una naturaleza distinta. La poesía no nace de la constancia, de la disciplina, como el trabajo del novelista o el ensayista; la poesía tiene que ver con la iluminación, con la intuición, con la inspiración. O sea, que la vocación poética la acompañó siempre, pero ella se tuvo que ganar la vida de otras maneras: periodista, reportera, pintora, fotógrafa, profesora...
P. Cuentas en el libro que Xavier Juncosa la describe como una "mujer sin encaje", como de ninguna parte. ¿Crees que es una descripción atinada?
R. Sí. Yo creo que Sagi nunca encontró su sitio. Fue una mujer de la alta burguesía que se hizo anarquista; una mujer que escribió su obra más personal, su poesía en castellano y que al mismo tiempo perteneció al mundo de Esquerra Republicana; una mujer lesbiana que quiso ser madre. Es decir, que se movió siempre en una tensión de elementos contrarios bastante difíciles de encajar y eso la dejó en tierra de nadie. Por eso su carácter se fue agriando y terminó enfrentándose al mundo, que terminó por repudiarla: rompió con su familia, rompió con sus amistades y tuvo que reconstruir su vida constantemente.
P. ¿Late detrás de El derecho a soñar la intención de que la vida y la obra de Ana María Martínez Sagi sean reconocidas?
R. Como te decía, es una poeta muy valiosa. Su poesía, aunque desigual, tiene un nivel muy alto, y en muchos aspectos es superior a la de sus contemporáneos. Pero que no haya tenido repercusión es natural: Sagi vivió en el anonimato toda su vida, y dio a conocer su poesía en España de manera marginal. Yo quiero que al menos exista la posibilidad de que sea reconocida y que si alguien desea profundizar en su obra tenga los elementos suficientes como para poder hacerlo. Eso es todo lo que yo puedo hacer. Voy a procurar editar su obra —ya hice una antología de su poesía y de su periodismo y dentro de poco sacaré un libro con otras prosas de tipo memorialístico— y estoy abierto a hacer una edición más exhaustiva en el futuro porque quiero que esté disponible y que pueda ser enjuiciada.
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