Juan Mayorga escribe teatro desde hace más de 25 años, pero desde 2011 ha comenzado él mismo sus piezas a escena. Al fin y al cabo, el espectador es un lector, así que para él “dirigir es escribir en el espacio y en el tiempo”. De ahí que su teatro sea total y que, edificado en el texto, resista los embates del tiempo. Mayorga está ocupado en estos días. Acaba de estrenar en el Teatro Abadía su quinto montaje como director, Intensamente azules. Se trata de un monólogo de germen autobiográfico y que está interpretado por César Sarachu, y podrá verse en la Sala José Luis Alonso hasta el 10 de febrero. La ocasión resulta más que propicia para conversar con él.
Las palabras no pueden andarse por las ramas. Deben ser justas, precisas, milimétricas, algo que Juan Mayorga (Madrid, 1965) consigue exprimir como una verdad en cada uno de sus textos, también al conversar, no en vano fue elegido para ocupar la silla M de la Real Academia de la Lengua, aunque ésa no es la revelación más significativa sobre un creador dotado de una lucidez y un sentido político claro. A Mayorga le incumbe la realidad y ha dado pruebas de ello. En 2003, hizo una sátira de la boda de la hija de José María Aznar, justo en los años en que la foto de las Azores daba la vuelta al mundo y poco o nada se sabía de La Gurtel. Aquella pieza se llamó Alejandro y Ana: lo que España no pudo ver del banquete de boda de la hija del presidente. Pero no sólo eso. Mayorga resucitó a una Santa Teresa en un cara a cara con su inquisidor; dio voz y cólera a Copito de nieve –sí, el mono del zoo de Barcelona-, hizo filosofar a cuatro perros y trajo de vuelta a Harriet, la tortuga de Charles Darwin.
Doctor en Filosofía y matemático, Mayorga es uno de los dramaturgos españoles más prolíficos y premiados. Ha sido distinguido con los premios Nacional de Teatro (2007), Valle-Inclán(2009), Ceres (2013), La Barraca (2013), Nacional de Literatura Dramática(2013) así como varios Max al mejor autor (2006, 2008 y 2009) y a la mejor adaptación (2008 y 2013). Su teatro ha sido representado en 31 países y sus obras traducidas a 22 idiomas, además de haber participado en la adaptación de clásicos como Shakespeare, Calderón, Eurípides, Valle-Inclán, Dostoievski, Ibsen o Dürrematt.
Teatro, política y memoria
En Intensamente azules, Mayorga explora la forma en la que cambian las percepciones del mundo en el que vivimos. Para conseguir ese efecto Mayorga ha elegido a César Sarachu, único actor en escena. Luego de trabajar con grandes nombres de la escena europea como Peter Brook y Simon McBurney, Sarachu se mete en la piel de varios personajes y la configuración del mundo que tiene cada uno de ellos. El espectáculo, producido por Entrecajas Producciones Teatrales, iluminado Juan Gómez Cornejo y con música de Jordi Francés, propone un tiovivo de la existencia que Mayorga ha procurado destilar.
“Escribo buscando a otros” escribía Mayorga en la nota introductoria de Teatro 1989-2014, un volumen que compilaba todas sus obras y fue publicado por La Uña Rota hace ya cuatro años. Existe en sus textos un espíritu marcado por la búsqueda del otro, en su sentido más ciudadano, es decir: político. Al momento de revalidar sus percepciones y opiniones sobre si el creador debe tomar una posición, Mayorga contesta a Vozpópuli: “El ciudadano ha de tomar posición. Todos debemos hacer política en un sentido complejo. El creador puede hacerlo de otra forma. Antes que proclamar las libertades, el arte las practica. Lo que el teatro hace es ofrecer una reflexión”.
"Una es olvidar el pasado que no nos interesa y otra es utilizarlo para propiciar un fenómeno de olvido y utilización"
Juan Mayorga se doctoró con una tesis en la que estudió la filosofía de la historia en la obra de Walter Benjamin. Muchos elementos del que ha sido considero uno los principales teóricos de la memoria, se transfieren en el teatro de Mayorga, quien ha abordado constantemente la paradoja de la memoria y la recuperación. En un momento en el que el contexto político español parece dominado por la exhumación de los asuntos sin resolver –desde el que ocupa al PSOE con Cuelgamuros hasta el cráter político de 1714 y el uso que ha hecho el secesionismo- , conviene preguntar, a los ojos del dramaturgo, cuál es la relación de España con su propia memoria: "Hay dos formas en la que los países se relacionan con el pasado y creo que España no es ajena a esa dinámica. Una es olvidar el pasado que no nos interesa y otra es utilizarlo para propiciar un fenómeno de olvido que permita la utilización política de ese pasado. Una cosa es olvidar y otra utilizarlo. Frente a eso, Benjamin me enseñó a atender a las interpelaciones del pasado. Paradójicamente, cuando uno está atento a las víctimas del pasado, está atenta también a las del presente”, contesta.
Cuando a Mayorga se le pregunta por la salud del teatro como espacio escénico, el dramaturgo se muestra optimista. Ni siquiera ahí puede esconder su afinidad hacia Benjamin. En su obra, el berlinés habló de la llamada cotización de la experiencia y de la progresiva pérdida de la vida moderna para transmitirla. Por eso Mayorga otorga cada vez más valor a aquellas artes y espacios en donde eso ocurre, acaso por eso se dedica desde hace ya un cuarto de siglo a la dramaturgia y la literatura, un territorio familiar para él. De pequeño, su padre leía en voz alta mientras él jugaba a las chapas en el salón. Fue allí donde descubrió que las palabras eran capaces de despertar mundos en quienes las escuchan; que con ellas es posible levantar un territorio y una geografía. Hoy, a sus 54, sigue entendiendo el teatro como una forma de lectura colectiva.
RAE y lenguaje inclusivo
Aunque rehúsa a ser llamado académico –no ha leído aún su discurso de aceptación, lo hará próximamente para tomar posesión de su plaza-, Mayorga se atreve sin embargo a hablar de esa institución como un que debe mantener el peso y a centralidad que ha tenido en los últimos trescientos años, incluso todavía más. “Es un idioma que hablan 500 millones de personas, insiste”. Sobre el lenguaje inclusivo, un debate que sobrevuela a la Academia, Mayorga adopta una posición tan personal –no pretende hablar en nombre de la RAE - como intermedia. “No suelo utilizarlo, pero hay que estar atento a las preguntas que eso supone. Si yo digo que el teatro es el arte del actor, y aunque en el español el neutro es masculino, dejar por fuera a la actriz propone una interpelación a la que hay que prestar atención. Creo, en ese caso, que serán los propios hablantes quienes asumirán qué forma deba de ser utilizada”.
"El lenguaje inclusivo propone una interpelación a la que hay que prestar atención"
En la obra El crítico, su personaje Volodia dice: “Criticar el teatro es criticar la vida. Y la vida está llena de mal teatro. El teatro espera la verdad”. Aunque es cierto que la actualidad parece dar la razón a su personaje, bastaría saber qué piensa el dramaturgo. Qué resonaría con más fuerza en un mundo jalonado por el perpetuo enfado o la boutade. “Cualquier obra clásica resuena en el tiempo. En estos días he pensado mucho en Antígona, porque es una obra, no sólo sobre esta mujer que busca dar sepultura a su hermano, sino también una obra sobre quién puede levantar la voz. Es una obra que nos recuerda que el lenguaje y quién puede hacer uso de él es también un acto político”.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación