Cultura

Juan Mayorga: "El derecho a conocer nuestra lengua no va contra nadie"

El dramaturgo y académico de la lengua edita todo su teatro breve en un mismo volumen publicado por La Uña Rota

Juan Mayorga escribe teatro desde hace treinta años, pero no fue hasta el 2011 cuando decidió dar un paso más. Del escritorio subió al escenario para dirigir sus propias obras. Él, que se definió en su discurso de ingreso a la RAE como un carterista, un trapero y un remendón de la palabra, enfoca todo su interés en ella. Considera al espectador un lector, por eso comprende el acto de dirigir como una forma más de escribir en el espacio y en el tiempo. De ahí que, edificado en el texto, su teatro resista los embates del tiempo.

Tras publicar su teatro y sus ensayos completos con La Uña Rota, Juan Mayorga regresa con Teatro para minutos, en el que reúne  todas sus obras breves, en total 44 piezas de las cuales siete son inéditas. A Mayorga le incumbe la realidad y ha dado pruebas de ello en su teatro. En 2003, hizo una sátira de la boda de la hija de José María Aznar, cuando poco o nada se sabía de la trama Gürtel. Resucitó a una Santa Teresa en un cara a cara con su inquisidor; dio voz y cólera a Copito de nieve; hizo filosofar a cuatro perros y trajo de vuelta a Harriet, la tortuga de Charles Darwin. 

Doctor en Filosofía y matemático, Mayorga es uno de los dramaturgos españoles más prolíficos y premiados. Ha sido distinguido con los premios Nacional de Teatro (2007)Valle-Inclán(2009), Ceres (2013), La Barraca (2013), el Nacional de Literatura Dramática(2013) así como varios Max al mejor autor (2006, 2008 y 2009) y a la mejor adaptación (2008 y 2013). Su teatro ha sido representado en 31 países y sus obras traducidas a 22 idiomas, además de haber participado en la adaptación de clásicos como Shakespeare, Calderón, Eurípides, Valle-Inclán, Dostoievski, Ibsen o Dürrematt.

Desde el 14 de enero hasta el 7 de febrero de 2021, Juan Mayorga llevará al escenario del Teatro Galileo su obra La lengua en pedazos, con Clara Sanchís como Santa Teresa y Daniel Aldabejo en el papel de inquisidor. Sobre el próximo estreno, el libro recién publicado por La Uña Rota, así como la importancia de la lengua o los efectos negativos de la pandemia sobre el teatro conversa Juan Mayorga en esta entrevista concedida a Vozpopuli

Teatro para minutos reúne 44 piezas cortas, siete de ellas inéditas. ¿Cuáles reescribió y por qué? ¿sigue buscando el lenguaje sin grasa?

A veces digo que más que un escritor soy un reescritor. Incluso creo que la reescritura precede a la escritura. Cuando los escritores escribimos una frase, ya en nuestra cabeza hemos desechado tres. No hay un momento original de la iluminación de la escritura. La primera frase que uno escribe no es la frase original de la obra. Por otro lado, yo, que vivo en permanente conflicto con mis textos, porque soy modesto (debo serlo, porque no tengo mucho talento), al mismo tiempo soy un vicioso e intento entregar a la gente, especialmente a la gente del teatro, los textos más poderosos, más complejos e intensos que puedan despertar el deseo de teatro en otros. Cuando reescribo, no lo hago con una afán perfeccionista, porque el perfeccionismo me parece una forma de vanidad, lo que es cierto es que el tiempo puede relevarnos algo de aquello que ya estábamos buscando, porque indica qué es lo accidental y qué lo esencial. 

Reivindica el teatro breve más allá del ejercicio estilístico. ¿Se extiende el teatro a otras formas de literatura como la novela o el relato?

Buena parte de los textos de Teatro para minutos pudieran parecer poemas o incluso ensayos. Quiero creer que todos encierra una teatralidad. La palabra está atravesada por oralidad y pide enfrentarse a un cuerpo que la encarne. Es capaz de generar conflicto entre los personajes y con el espectador mismo. Más allá de la apariencia ensayística, tienen una teatralidad porque establecen conflicto no sólo con el autor sino con el público. Todos estos textos encierran drama y me han permitido abordar temas con absoluta libertad. 

La idea del doble forma parte importante de su obra. Normalmente de personajes con posiciones morales contrapuestas. ¿Cómo en Hegel, el teatro de Mayorga es el combate?

Ese es un asunto clave para mí, al menos por dos razones. Creo que el encuentro entre dos seres humanos es la escena fundamental. El encuentro entre Caín y Abel resume muchas posibilidades o casi todas las posibilidades de la vida: no sólo que Caín mate a Abel, sino que lo asista o le pida ayuda. Nada deseamos tanto como el reconocimiento del otro y nada nos es tan insoportable como que el otro nos ningunee. Por ejemplo, en El buen vecino, que habla sobre la vulnerabilidad del extranjero o la amistad, o en Tres anillos… Se trata de relaciones asimétricas en las que un ser humano comparte con otro y, al mismo tiempo, es dependiente de él. Vivimos en el otro, combatiendo con el otro, ayudando al otro o precisando su ayuda. El otro se convierte en nuestro doble, una figura importante en mi teatro.

"El encuentro entre Caín y Abel se resume muchas posibilidades o casi todas las posibilidades de la vida"

Por otro lado, el teatro es el arte en el que podemos encontrarnos con nuestro doble, estamos en el patio de butacas y de pronto nos damos cuenta de que estamos en el escenario: de pronto descubrimos que somos el  Rey Lear, Tío Vania, Doña Rosita la soltera o  Bernarda Alba. Ese es un encuentro catastrófico, porque el doble no es una copia de ti, sino otra posibilidad de ti, aquello que no te atreves a ser o aquello que niegas. Por eso el doble está en el centro de mi teatro y del escenario. Estoy ahora mismo ensayando La lengua en pedazos, en el que se encuentran Santa Teresa y su inquisidor. De algún modo esa es la obra más intensa he explorado ese antagonismo.

Dramatizar historias pequeñas, acaso como la de las dos mujeres que miran la ciudad desde las cornisas, ¿conduce al verdadero hallazgo de lo universal?

Creo que fue Chéjov quien dijo que era más difícil escribir una obra sobre una cocinera que sobre Napoleón o Julio César. Pero mira lo que hizo Shakespeare con enormes personajes. En ocasiones, sí es cierto que lo universal puede estar en unas mujeres que suben a la azotea cuando sus maridos se adormecen para esperar el amanecer, que acude a abrazarlas como no las abrazan sus maridos. Por muy distante que resulta esta experiencia para los espectadores, quizá se reconozcan en ella.

Ese el misterio del teatro, que sea capaz de ofrecer algo que te sorprenda como un asaltante imprevisto y te obligue a examinar tu vida. Al mencionar este texto me doy cuenta de que, en ocasiones, debo obligarme a recordar que cada asunto exige su forma y que yo no debo imponérsela. El hecho de que ese texto tenga dos páginas no lo convierte en algo menor, si lo hubiese metido en una obra como escena o hubiese intentado alargarlo habría ofrecido algo de inferior calidad.

"Yo no quiero usar el escenario como lugar para tener razón de nada, sino para compartir mi experiencia del mundo y de la vida"

La condición política del teatro es parte de su naturaleza. ¿Cómo pensar en esa condición en un tiempo en el que hay que explicar que la ficción es ficción, mientras campa  una fascinación por el derribo de estatuas?

En esta época de iconoclastia, y modestamente, he procurado en 'Teatro para minutos' crear una cierta conversación en dos textos: 581 mapas y Voltaire, donde precisamente se habla sobre la libertad de expresión, sobre lo que podemos o no podemos escribir o representar. Ya al plantear la cuestión existe una toma de posición política. Yo no quiero usar el escenario como lugar para tener razón de nada, sino para compartir mi experiencia del mundo y la vida, que es compleja. Precisamente por eso tengo que advertirme contra la tentación de la militancia. Nuestra primera misión política es presentar lo complejo como complejo, porque la vida es compleja. Estamos rodeados de discursos simplificadores y maniqueos y confieso que el tema de la demolición y derribo de estatuas me está tentando ideas.

¿Por ejemplo?

Tomé algunas notas para una obra cuando vi el asedio a la estatua de Chruhill, los que intentaban y los que colocaban el andamio para protegerla.  Aquí hay una pieza, pensé. El teatro me permite defender y atacar a muerte cada posición y creo que en el asunto de demolición de las estatuas, y en esto que últimamente se llama cultura de la cancelación, hay aspectos de enorme interés y teatralidad. 

Como académico de la lengua, ¿percibe más embestidas ideológicas contra el idioma que antes?

Es muy significativa e interesante la pasión con la que la gente participa en torno a la lengua y cuestiones tan específicas como si "solo" debe acentuarse o no. Eso es bueno, porque estamos atravesados por palabras, porque hemos sido educados en ellas. Demuestra que la lengua es parte de la vida y es, en buena medida, la vida. Cuando Aristóteles hablaba del ser humano como ser político, se refería al hecho de que no llegamos a un espacio virginal, sino que entramos en el mundo y somos abrigado por un lenguaje que ofrece enormes libertades al mismo tiempo que pone límites.

"Es interesante la pasión con la que la gente participa en torno a la lengua y cuestiones tan específicas como si 'solo' debe acentuarse o no"

En esta cuestión, como en tantas cosas, percibimos discursos maniqueos y simplificadores. Tenemos que tener paciencia y trabajar duro. En mi caso, desde la academia y en el teatro. Sobre el escenario vemos cómo unos personajes utilizan el idioma y podemos reconocernos e incluso sentirnos avergonzarnos del uso tan reducido que hacemos de él. El lenguaje se puede utilizar tanto para iluminar como para manipular o ejercer formas de violencia, el escenario puede ser un lugar para entenderlo.

¿Está el castellano amenazado como lengua?

Como dice nuestra Constitución, cada español tiene el derecho y debe conocer el español, me parece que es de sentido común. Defender la lengua no va contra nadie, todo lo contrario. Para constituirnos como sociedad, para construir trama, compartir una lengua es algo maravilloso y tanto más cuando se trata de una lengua tan compleja y rica como el español, que nos permite establecer una comunidad natural con un continente. Es importante que compartamos eso, que lo defendamos y trabajemos para que cada persona que nace en esta sociedad conozca muy bien esa lengua. Es bueno para el individuo y para los demás. Eso no va contra nadie. Tenemos que hacer lo posible también para que las otras lenguas sean atendidas y permanezcan fuertes. Sería bueno que en todos los colegios del Estado los niños recibieran algunas clases de catalán, gallego y euskera. Cuando lo digo, algunos contestan que lo que debe enseñarse es inglés. Claro, pero para respetar a las demás lenguas, es necesario conocerlas, aún más en el momento fundante de la escuela. Hay que insistir en el derecho y el deber de conocer su lengua. El lenguaje es la cuestión política por excelencia.

"Una ciudad es más rica si tiene teatros y se empobrece si los pierde"

¿Cuál es el alcance negativo que ha tenido la covid19 para el teatro en España?

La pandemia ha sido un golpe tremendo para un medio que ya era frágil. Entre otras cosas, ha puesto en peligro, si no es que ha condenado, la continuidad de algunas compañías y espacios teatrales. Cuando un teatro se cierra, cuesta muchísimo abrirlo. Una inversión, por modesta que sea, permite no solo que la gente siga trabajando, sino que esos espacios sigan existiendo. Una ciudad es más rica si tiene teatros y se empobrece si los pierde.

El golpe ha sido muy grande y no obstante muchos estamos trabajando todavía con más exigencia que nunca, porque nos hemos dado cuenta de cuán importante es el teatro para nosotros e incluso para la gente que no va a él. La reunión, el encuentro con otros, la posibilidad de imaginar, es lo que dota de belleza a la vida y eso es lo que se da en una sala de teatro. Hay gente que hace un esfuerzo por salir de la casa para sentarse en el patio de butacas y tenemos que entregarles algo más poderoso que nunca. Nuestro esfuerzo debe estar a la altura de ese esfuerzo. Debemos ser agradecidos los espectadores, para que vuelvan al teatro. Yo mismo como espectador he percibido un reencuentro y gratitud hacia los actores.

Un detalle de la cubierta 'Teatro para minutos', acompañado con ilustraciones de Daniel Montero Galán.

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