Extravagante, indomable, independiente y muy admirada. La actriz Katharine Hepburn consiguió lo que muchos otros desearon durante tanto tiempo: vivir al margen de las normas y mantenerse insobornable en su personalidad y, a pesar de todo, brillar en el cine de Hollywood, que se aferró a su rostro y a su vibrante y nervioso gesto durante varias décadas.
Este jueves se cumplen 20 años de su fallecimiento y aún muchos están convencidos de que fue y sigue siendo la estrella más importante del celuloide. No en vano, el American Film Institute la nombró en 1999 la mayor estrella femenina de la historia de Hollywood. Pocos años después, en 2003, falleció a los 96 años de edad.
Katharine Houghton Hepburn, nombre de nacimiento, llegó al mundo un 12 de mayo de 1907 en un pequeño pueblo del estado de Connecticut, al este de Estados Unidos, en el seno de una adinerada familia, hija de un urólogo y una activista feminista, por lo que pudo estudiar en la universidad privada Bryn Mawr College.
Al mismo tiempo que desarrollaba sus estudios, comenzó a actuar, llegó a Broadway y, a continuación, a Hollywood, donde empezó una carrera cinematográfica con A bill of divorcement 1932), seguida por Hacia las alturas (1933). Su tercera película, Gloria de un día (1933), le hizo merecedora de un Oscar a la mejor actriz.
Katharine Hepburn se negó a cambiar su aspecto y su indumentaria -unos famosos pantalones y petos que incluso pasaron a formar parte del aspecto de sus personajes- sino que también se negó a contar con un agente y era ella misma quien negociaba con los productores
Puede que debido a haber crecido en una familia liberal y progresista, Katharine Hepburn siempre mostró una actitud poco dispuesta a asumir la vida que el mundo del cine tenía prepara para las mujeres que pasaban a formar parte de él. No solo se negó a cambiar su aspecto y su indumentaria -unos famosos pantalones y petos que incluso pasaron a formar parte del aspecto de sus personajes- sino que también se negó a contar con un agente y era ella misma quien negociaba con los productores.
Tampoco dejó que los publicistas difundiesen información sobre su vida privada ni tampoco permitió que la prensa se hiciera eco de cotilleos o de informaciones sin fundamento y, de hecho, supo mantener en secreto de cara a la opinión pública el romance que mantuvo durante más de cinco lustros con el también actor Spencer Tracy.
Katharine Hepburn y Spencer Tracy
Precisamente, con Spencer Tracy formó un dúo para la Metro-Goldwyn-Mayer que dio como fruto un total de nueve películas, entre ellas, La llama sagrada (1942), La mujer del año (1942), The Sea of Grass (1947), La costilla de Adán (1949) o Pat and Mike (1952).
Si es difícil elegir una de las películas de esta colaboración tan larga y fructífera, también lo es elegir un solo título de la filmografía de Hepburn, en el que destacan Mujercitas (1933), la adaptación al cine de la novela de Louisa May Alcott que rodó cuando apenas tenía 26 años; Holiday (1938), junto a Cary Grant; Historias de Filadelfia (1949), con James Stewart y Cary Grant; o En el estanque dorado (1981), con Henry Fonda, con la que ganó su cuarto y último premio Oscar, así como algunos de los títulos rodados junto a Spencer Tracy, especialmente La costilla de Adán, de George Cuckor, en la que se aborda la guerra de sexos.
Al margen de su carrera como actriz, Katharine Hepburn también destacó como figura comprometida con la política. Tal y como recuerda el Canal TCM, que le dedica esta semana un homenaje con una selección de sus grandes trabajos, la actriz apoyó al candidato Henry Wallace en su campaña por la presidencia frente a Truman, y en una de sus intervenciones hizo un discurso en contra de la censura, incluso a pesar de las actividad cada vez más frecuente del Comité de Actividades Antiamericanas.
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