No cabe duda de que Kendrick Lamar es un rapero de nivel: tiene riqueza verbal, flow elegante y una sensibilidad artística vulnerable, que contrasta con la testosterona habitual en el género. Dicho esto, caben dos grandes debates sobre su figura: si realmente está a la altura de los grandes raperos clásicos y si consideramos demasiado forzado el intento de ciertas élites de la industria y de la política -incluidos los Obama- de convertirle en un icono, una especie de Curtis Mayfield o Marvin Gaye para la generación Black Lives Matter (aquí sí tengo clarísimo que existió una campaña y que tuvo mucho de artificial). De todo modos, la noticia es que Lamar ha vuelto después de cinco años con un disco doble destinado a convertirse en emblemático de 2022: Mr. Morale & the big steppers (Interscope). A muchos lectores de Vozpópuli les dirá poco el nombre de Lamar, pero hablamos de un rimador al que le han concedido el premio Pulitzer y que se rumorea que cobra dos millones de euros por un solo concierto -con cláusula de exclusividad- con un gran festival español. Poca broma.
La figura de Lamar es buena alegoría del desarrollo del hip-hop: tanto el género como el artista comenzaron hablando de los problemas de los barrios y terminaron haciendo crónicas de las neuras y dramas de las celebridades estadounidenses. Este último disco tiene el tipo de material que se considera explosivo en programas de televisión tipo los de Oprah Winfrey y Ellen de Generes: asuntos de ego, abusos sexuales y trastornos de conducta. Además hay varios invitados chic, entre ellos la diva indie Beth Gibbons, inconfundible voz de Portishead, ideal para subrayar momentos melodramáticos. Aunque sin duda el plato fuerte es Kodak Black, polémico rimador condenado por agresión sexual y finalmente indultado por Donald Trump en enero de 2021.
La decisión de incluir a Kodak Black puede parecer incomprensible, sobre todo por la tendencia de Lamar a la corrección política, pero un fragmento de la letra de Mother I sober ofrece la explicación: “Conozco los secretos/ cada uno de los demás raperos abusados sexualmente/ los veo a diario enterrando su dolor en cadenas y tatuajes/ así que escucha atentamente antes de juzgar cómo nos movemos”, recita Lamar. Ciertamente honra al rapero este posicionamiento incómodo, siendo casi todo su entorno progresista. Otros invitados de prestigio en el álbum son Gosthface Killa de Wu-Tang Clan, la diva R&B Summer Walker y la actriz Taylour Page, entre otros.
Kendrick lamar, rompiendo tabués raperos
El crítico de The Guardian Alexis Petridis ha descrito así el sonido del disco, al que otorga cinco estrellas sobre cinco posibles: “El álbum está absolutamente abarrotado de ideas, tanto en las letras como en la música. Los cortes de apertura no fluyen sino que rebosan, mutando de manera frenética de un género musical a otro: acordes de piano staccato y baterías programadas al revés, un loop de jazz acelerado que parece un corazón a punto de desbocarse; una masa de voces sampleadas, sintetizadores sendos al estilo de las bandas sonoras e los años ochenta y también algunas bases de trap. Las palabras brotan de la garganta de Lamar a un ritmo que parece que van a adelantar a la base rítmica y un denso loop de afrorock nigeriano, cocinado por la banda Funkees, de repente se convierte en soul relajado de los setenta, antes de volver a la agitación de nuevo”, resume.
Al contrario de muchos de los debates que se mantienen en España, el rapero no contrapone los conceptos de cultura trans y familia tradicional
Otro punto que está fascinando a los medios de comunicación es ‘Auntie diaries’, un poderoso himno en favor de la comunidad trans y la fluidez de género. Lo interesante de la letra es que, al contrario de muchos de los debates que se mantienen en España, el rapero no contrapone los conceptos de cultura trans y familia tradicional, sino que explica su viaje de aceptación repsecto a una tía que hizo la transición precisamente por lo mucho que valora tener a su familia. Ni que decir tiene que es una de las primeras canciones hip-hop que abordan estos conflictos y que este tipo de innovaciones han contribuido a cimentar la figura de Lamar como ‘el rapero woke’ (aunque incluir en el disco a Kodak Black sea una bofetada a la cultura de la cancelación).
Según defiende la veterana revista Rolling Stone, ‘Auntie diaries’ es una seria candidata a mejor canción del año, sobre todo porque Lamar no se excluye de los feroces cuestionamientos que maneja: “Admite que utilizaba con frecuencia la palabra ‘maricón’ cuando era más joven. (…) El eventual abrazo de Lamar a los miembros de su familia queer se siente sincero y ganado, y para los oyentes que recuerdan cómo el tormento cristiano de fuego y piedra ha sido central en su trabajo anterior, es emocionante escucharlo reflejar un ethos espiritual que es más inclusivo. ‘Auntie Diaries’ es el punto culminante de un álbum que lo encuentra evolucionando de manera apurada más allá de los miedos, la misoginia y los deseos de vagabundear de su pasado a favor de una vida ‘moral’ más rica y positiva”, escribe el periodista Mosi Reeves. El problema quizá es que el hip-hop tiene más intensidad retratando disfunciones rimadas por antihéroes.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación