Escuchando a 16.000 gargantas cantar todos y cada uno de sus éxitos en un estadio resulta imposible no contagiarse de su repertorio. Se trata de canciones sencillas y directas sobre amor, desengaño y diversión adolescente. Con un pie en lo que llamaban tontipop (Fresones Rebeldes, la primera etapa de La Casa Azul) y otro en la energía ramoniana (Los Nikis) logran un contagioso equilibrio de dulzura y hedonismo de andar por por casa. Todo ello coronado con el ocasional tuneado de música electrónica para dar brillo. Podrían haberse quedado en tierra de nadie pero han terminado convenciendo a casi todos de atenderles, incluso a quienes conocemos hace décadas todos los trucos de su caja de herramientas.
Precisamente ese es su gran mérito. "Laponia" seduce aunque sepas que es otra vuelta de tuerca a la idea de "Groenlandia" (Los Zombis), pasada por el filtro adictivo y excitante de Un Pingüino en mi Ascensor. “La canción del verano" se te pega como un chicle aunque parezca compuesta con Inteligencia Artificial, bajo la orden de ‘Hazme una de los Fresones pero que guste también a los seguidores de El Canto del Loco’. "El fin del mundo" te pone un poco triste mientras mueves los pies, usando la misma fórmula de aquellas canciones de autoodio que arrasaron en los años noventa, digamos "Creep" (Radiohead), "Teenage dirtbag" (Wheatus) y "Loser" (Beck). Al final del concierto, tras una sesión intensa de endorfinas pop, sales a la calle más que satisfecho.
Su gira actual tiene cierto hilo narrativo: recrear una noche del baile de graduación en un instituto estadounidense, con sus situaciones previsibles y sus emociones a flor de piel. El público viene ataviado con sus mejores galas pop, baila en cuanto tiene oportunidad y luce pulseras fluorescentes que convierten el Wizink en una gran misa o fiesta pop. El final con la emotiva "El principio de algo", la rotunda versión de "Tenía tanto que darte" (Nena Daconte) y la mascletá de la citada "El fin del mundo", con sus estrambote electrónico, alcanzan una intensidad notable.
La La Love You, munición para grandes recintos
¿El truco para enganchar? Sus canciones se inspiran muchas veces en sentimientos reprimidos, que van tejiendo una vulnerabilidad con la que es fácil identificarse. De hecho, su nombre lo copiaron de un éxito de los clásicos noventeros The Pixies donde se usa la expresión "La la love you" porque resulta menos vergonozosa que admitir abiertamente "I love you". También pesó el factor suerte: tras muchos años en la música sin demasiadas alegrías, Amaia les citó en La Resistencia como uno de sus grupos predilectos y se encendió una chispa que ha llegado ya a explotar con cifras de más de cien millones de reproducciones de sus canciones.
El truco, tantas veces, no radica en inventar la pólvora sino en mimar y empastar bien cada uno de los ingredientes que manejas
En 2024 pueden presumir de haber logrado una sólida aleación de público indie clásico, preadolescentes que sueñan con verles triunfar en Eurovisión y omnívoros de las playlists adictos a su estilo agridulce. El potente directo que ha forjado el grupo arrasará en esta temporada de festivales, solo hay que ver su extenso calendario de actuaciones que incluye el San San, FIB, Cruilla y tres actuaciones en México, entre otras muchas fechas. El truco, tantas veces, no radica en inventar la pólvora sino en mimar bien y saber empastar cada uno de los ingredientes que manejas.
El grupo de Parla todavía no ha compuesto todavía un éxito a la altura "La, la, la” (Massiel), ni de ”Fu-Gee-La” (Fugees) ni del reciente “Lala” (Myke Towers) pero llevan el maletero lleno de canciones de siete y ocho sobre diez que sacuden y divierten a cualquier amante del pop que no se cierre en banda al escucharles. Ya quisieran muchos tener la conexión que ellos han logrado con el público. Tenemos La La Love you para rato.
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