Un capitán retirado, una tierra indómita por explorar y un enemigo despiadado. La tierra prometida, dirigida por Nikolaj Arcel y protagonizada por Mads Mikkelsen, es una de las propuestas más atractivas que llegan a los cines esta semana y se estrena en España después de haber competido por el León de Oro en Venecia y de haber sido preseleccionada por Dinamarca para participar en los Oscar.
Se trata del drama histórico de esta temporada y le sobraban motivos para estar entre los títulos nominados a la estatuilla a la mejor película internacional, a la que finalmente no aspira. La historia arranca en 1755, cuando el capitán Ludwig Kahlen propone al rey crear una colonia en su nombre en los páramos inhóspitos y baldíos por los que el monarca siente atracción. A cambio, y una vez consiga convertir estas tierras en un terreno fértil para el cultivo y en un lugar habitable, recibirá un título nobiliario.
Su empresa parece imposible para la corte del rey, que conoce los esfuerzos ímprobos por sacar provecho a unas hectáreas con demasiada arena donde solo brota el brezo, pero también choca con los intereses del despiadado Frederik de Schinkel, el gobernante de la zona, que verá además con enojo la decisión del capitán de contar con quienes fueron sus criados y escaparon de su casa, cansados del maltrato y los abusos.
La tierra prometida (The Bastard, en su título original) está basada en la novela The captain and Ann Barbara, de la autora danesa Ida Jessen, que a su vez relata la hazaña histórica real de este capitán, un descerebrado, inconsciente y valiente militar, hijo de una doncella, que hace lo imposible por no dejarse intimidar y conseguir su objetivo, con el fin así de lograr redimir su pasado y sus orígenes.
'La tierra prometida' funciona como un "western" robusto e impecable que puede entrar en la categoría de las mejores producciones de cine europeo de los últimos años
Mads Mikkelsen, protagonista de la laureada Otra ronda, de Thomas Vinterberg, es el verdadero sostén de esta película, en el que se entrelazan el romance, las pasiones palaciegas, la aventura, el cine histórico y el drama social, para componer un "western" robusto e impecable, que puede entrar en la categoría de las mejores producciones de cine europeo porque tanto el guion como la puesta en escena funcionan a la perfección.
El actor, que da vida a este capitán venido a menos, brilla en sus hazañas en solitario, pero también en la relación que teje con su criada, Ann Barbara (a quien da vida Amanda Collin) y con la pequeña Anmai Mus (Melinda Hagweg), a quien da cobijo a pesar de ser considerada un ser que solo puede atraer las desgracias. Sus ambiciones más profundas -formar parte de la burguesía danesa para rendir cuentas con su pasado y ganar así una dignidad que nunca tuvo- son capaces de dirigir todas sus acciones, pero su inconmesurable humanidad no le ciega del todo la voluntad.
La tierra prometida y la épica
Junto a la brillante actuación de Mikkelsen, que bien podría considerarse el mejor actor europeo de su generación, y la interpretación contenida y entregada de Collin, destaca también la actitud despiadada e incluso enferma de De Schinkel que encarna el actor Simon Bennebjerg, que se convierte en uno de los villanos más aterradores y crueles que se ha visto en el cine en los últimos años.
Sin embargo, a pesar de todas las bondades que posee La tierra prometida, durante todo el metraje uno tiene la sensación de que no se desarrolla en el encuadre que debería y el resultado es una película más pequeña y menos ambiciosa de lo que esta aventura merece. Para esta redactora de Vozpópuli, la épica queda escondida tras una cámara que parece tímida, incluso a pesar de la belleza y de la fotografía impecable, y da la sensación de que el director tiene cierto pudor en mostrar algo más grandioso, más allá del drama y de los dilemas del protagonista.
Las aventuras palaciegas, la sed vengativa y la gesta de este capitán valiente y fuerte se quedan pequeñas sin una música a la altura y sin unos planos más llamativos del impresionante paisaje de este páramo, en los que la historia más íntima, lejos de perder protagonismo, ganaría peso y atraería la atención del espectador con más éxito durante las más de dos horas de metraje. Con todo, y a pesar de la prudencia de su director, La tierra prometida es una película inmensa.
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