La restauración de los frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina del Vaticano, en Roma, permitió descubrir elementos pictóricos originales del artista que estaban ocultos debido a rehabilitaciones y a censuras posteriores, según ha declarado ante los medios de comunicación su restaurador, Gianluigi Colalucci.
La mano de Adán, por ejemplo, no era la originalmente pintada por Miguel Ángel, sino que correspondía a otro pintor que dibujó el famoso dedo del primer hombre que trata de unirse al de Dios, después de producirse una fractura en la bóveda de la capilla. Como estaba tapado por suciedad parecía que ese dedo formaba un conjunto pictórico original, pero al limpiarlo, se descubrió que fue una aportación posterior.
La restauración evidenció también la censura que las pinturas de Miguel Ángel sufrieron en los siglos XVI y XVIII tras el Concilio de Trento, que ocultó con vestidos y sombras algunos desnudos, y que actualmente han quedado tal como eran al principio. "La visión del Juicio Final que tenía Miguel Ángel era de alguna forma herética y chocaba con la tradición de la época, lo que llevó a los censores a reformar la obra", ha señalado su restaurador.
Colalucci se ha referido a la polémica suscitada por las obras de restauración de la Capilla Sixtina, terminada en 1994, y cómo muchos criticaron la viveza de los colores resultantes. Asimismo, ha mencionado la precisión en la delimitación de los personajes obtenida, que ha permitido comprobar "la textura de porcelana" de algunas figuras, así como la reproducción de algunos elementos y técnicas pictóricos ya utilizados por Miguel Ángel en sus obras escultóricas.
Destaca también cómo el maestro florentino logró una gran precisión de la figura de Cristo gracias a una técnica similar a la fotográfica, mediante la cual resalta su cabeza con un foco de luz situado detrás de ella, mientras que la de la Virgen que está a su lado aparece menos definida y como desenfocada. Otras figuras las pintó con puntos, con una técnica que más tarde desarrollaría el puntillismo, ha indicado Colalucci.
La Capilla Sixtina fue construida en 1484 para el papa Sixto IV, a quien le debe el nombre, pero fue Julio II quien encargó a Miguel Ángel su decoración (1508-1512). El papa Julio II inauguró con una solemne misa los frescos en el día de las Vísperas de la Festividad de Todos los Santos, el 31 de octubre de 1512. La relación entre Julio II y Miguel Ángel fue tormentosa; el gran maestro dudó antes de aceptar el encargo pues se consideraba escultor y no pintor, pero empezó a trabajar en 1508 con una obsesión apasionada, despreciando cualquier ayuda.
La capilla tiene 20 metros de altura, y Miguel Ángel trabajó sobre un andamio que colgaba en las alturas durante cuatro años, con un esfuerzo físico y artístico descomunal y en medio de grandes trifulcas con el papa Julio II que le conminaba a que acabara el trabajo.
Los frescos representan nueve escenas del libro del Génesis como "Creación de la luz", el Pecado Original y el Diluvio Universal. A pesar de su descontento por ser un pintor empleado del Vaticano, Miguel Ángel regresó casi 20 años después, con 59 años, para acometer otra pintura en la Capilla Sixtina a petición de Clemente VII, quien encargó el Juicio Final en la pared del altar y que terminó en 1541.
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