Laia Costa es uno de los pocos nombres españoles que han estado nominados a los premios Bafta de la Academia de Cine Británico, una categoría en la que figuran otros intérpretes como Javier Bardem y en la que ella figuró por su trabajo en la película germana Victoria (2015). Además, se convirtió en la primera actriz extranjera en ganar un Lola -los premios del cine alemán- por ese mismo título, un plano secuencia trepidante por las calles de Berlín que le valió también los elogios del publico y de la crítica.
Desde entonces, su carrera discurrió por caminos más o menos discretos tanto en el extranjero como en España, hasta que protagonizó uno de los debuts más brillantes de los últimos años: 'Cinco lobitos', dirigido por Alauda Ruiz de Azúa, un filme que recalaba en la maternidad y los cuidados y que le otorgó su primer Goya a la mejor interpretación femenina. Ahora, llega a los cines con Els encantats, el tercer largometraje de Elena Trapé, que ganó la biznaga de Plata en la pasada edición del Festival de Málaga.
Laia Costa, que última el rodaje de la nueva película de Isabel Coixet (Un amor, basada en el relato de Sara Mesa) interpreta en esta ocasión a Irene, una mujer que ha de afrontar los primeros días sin su hija de tres años tras la ruptura de su pareja. La actriz ha hablado con Vozpópuli sobre esta película, que llega este viernes a los cines, así como de su carrera y los espejos de su personaje en el presente.
Pregunta: Elena Anaya dijo hace poco que su carrera se había construido a base de rechazar guiones. ¿Cómo describes el camino que ha tomado tu trayectoria?
Respuesta: Me da vértigo describir mi carrera en una frase, ese concepto de carrera. Frances MacDormand tiene una frase que dice "fuck your career, get alive" ("a la mierda tu carrera, sobrevive"), y ese es un buen mantra para esta profesión. Poner el foco en la carrera me hace siempre ponerme a la defensiva, porque siento que no controlas tanto cómo va ese camino. Es más una cuestión de adaptarse, aunque obviamente tomas direcciones que van en una u otra dirección, pero tampoco sabes cómo van a ir los resultados finales, si van a gustar o no, si algo tan complicado como si una película encuentra su público lo hace o no. La definiría entonces como la decisión de subirse en un tren que toma una dirección que no puedes controlar.
"Cuando un cineasta quiere salir de su zona de confort, de lo que sabe hacer, siempre hay algo ahí que me interesa. Es como si pudiera trabajar con óperas prima todo el rato", afirma Laia Costa
P: ¿Qué tenía de atractivo este personaje, Irene?
R: Me llamó por teléfono, me contó este proyecto y enseguida vi que quería dar un paso adelante. Ella había escrito y dirigido Las distancias y Blog, y eran películas narrativas muy parecidas, con elencos muy corales. Aquí en cambio se alejaba de esa cámara en mano, con un reto. Cuando un cineasta quiere salir de su zona de confort, de lo que sabe hacer, siempre hay algo ahí que me interesa. Es como si pudiera trabajar con óperas prima todo el rato y ese cineasta tiene esa ilusión intacta de la que me alimentó mucho. También me llamó la atención la temática. Elena hace una disección en tres días de la vida de Irene de algo a priori muy pequeño. Sentí una pulsión que me ofrecía un proyecto que buscaba un camino más profundo, y no algo efectivo.
P: A grandes rasgos vuelves a abordar la maternidad, pero cuando uno se introduce en la película se da cuenta de que, como ocurría en Cinco lobitos, toman protagonismo el personaje femenino, sus dudas y sus miedos en un momento tan trascendental.
R: Lo que me gusta de la perspectiva de esta película es que la directora no pone el foco en la pareja. Siempre que hay un divorcio y una hija de por medio nos centramos en lo que ha ocurrido, por qué se han separado, quién es más culpable, Kramer contra Kramer. Esto no tiene nada que ver con esa película, aquí ponemos el foco en descubrir de repente que la maternidad era algo en lo que no habías pensado porque estás pensando, desde el dolor absoluto de hacer las paces con el hecho de que esa expectativa de vida, ese proyecto familiar ha fallado, en que tu maternidad la vas a vivir desde la ausencia. Es algo de lo que no se da cuenta hasta esos primeros tres días. El foco se pone en la hija ausente y esa es la herida.
P: Precisamente, uno de los grandes retos es que toda la acción gravita en torno a tu herida.
R: Lo que me gusta es que Elena no quiere mirar más allá de esa herida, sino meterse hasta lo más profundo, incluso cuando el mecanismo de defensa de ese personaje es hacer ver que no pasa nada, que está todo bien. Como ahora estoy rodando fuera de casa, el otro día estuve fuera de casa tres noches sin mi hija y pensé "voy a dormir 12 horas como hacía antes", y dormí fatal. Me despertaba tratando de comprobar si estaba tapada o destapada, me tardaba en dormir porque estaba alerta. Mi cuerpo no sabía hacerlo, voy a tardar en volver a dormir. Es lo mismo que le ocurre a Irene: una cosa es lo que se decide desde la razón, que está muy bien como mecanismo de supervivencia, y otra diferente lo que el cuerpo necesita.
Laia Costa y la distancia con el glamour
P: ¿Somos una sociedad a la que le cuesta enfrentarse al dolor? Celebramos mucho las buenas noticias y evitamos el enfrentamiento con los malos episodios, que son inevitables, al fin y al cabo.
R: Lo más importante es la gestión de las emociones. Ahora mismo me preocupa mucho la educación de los hijos y lo que dicen los expertos. No se educa desde lo emotivo, no nos educan para gestionar el duelo de la muerte, ni a estar en contacto con nuestras emociones. Socialmente hay algo que te dice cómo debe ser, y si te sales de esa norma lo que haces es invisibilizar lo que te está pasando. Una de mis primeras películas fuera era una película rusa en la que conocí a un actor americano que vivía en Moscú. Cuando le pregunté por qué se había mudado allí me dijo que, como norteamericano, sufrió una depresión y sintió que tenía que esconder sus emociones, porque estar triste en un lugar como Los Ángeles no era lo correcto. En Moscú podía estar triste, y allí conoció a su mujer, se convirtió en padre y fue feliz. Como madre, veo que nos educan para negar las emociones. De pequeña me daba un golpe y me decían que no llorase, y ahora te dicen que hay que validar las emociones. En esta película, Irene se mete en una especie de anestesia emocional. Acallamos los problemas porque pertenecen al primer mundo pero luego tenemos una úlcera.
"Intento poner límites: jamás he ido a presentaciones o eventos si no es porque estoy presentando una película. Nunca lo he hecho y me va bien", señala la actriz
P: No han pasado tantos meses desde que ganaste el Goya a la mejor actriz por Cinco lobitos. ¿Cómo vive el mundo del glamour, de fiestas y presentaciones?
R: No me siento cómoda, me cuesta mucho. Rodar es increíble, en el trabajo en el set el tiempo se para, y es complejo porque estar rodando durante seis u ocho semanas durante 13 horas al día hace que tu vida se pare, y luego tienes que buscar el equilibrio y reubicarla. Es como cuando los niños juegan en el patio a ser indios y vaqueros y tú les avisas de que les quedan solo cinco minutos, cuando son tan felices. Eso es lo que me ocurre en el set y todo lo demás me supone algo muy pesado, me tengo que preparar para eso. Siento que cuanto menos tenga que lidiar con ello mejor para mi bienestar y mi felicidad. Intento poner límites: jamás he ido a presentaciones o eventos si no es porque estoy presentando una película. Nunca lo he hecho y me va bien.
P: Has estado nominada a los Bafta y a los Goya, en momentos diferentes. ¿Dónde te has sentido más cómoda?
R: Nunca me siento cien por cien cómoda en los eventos. Lo que recuerdo de esos momentos son cosas que ocurren dentro, como conversaciones que no tienen nada que ver con ello. En los Goya tenía fiebre, tenía frío, pasé hambre y tuvimos que esperar mucho, por eso intento ir siempre lo más cómoda posible y llegar lo más tarde posible. Con los años recuerdas más detalles del rodaje y no el super éxito o fracaso que viniera después.
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