Leer, ¿para qué? La lectura está en la base del proceso educativo: es la extensión de nuestro pensamiento comunicado a lo largo del tiempo y el espacio. Pero cada vez necesitamos leer de una manera más sofisticada para no quedarnos solo en las líneas, profundizar en el análisis. El diálogo intercultural y humanista que supone debe ayudarnos a alcanzar su utilidad máxima: conocer, preservar y acrecentar nuestro legado cultural.
Existe una narrativa sobre la lectura que la correlaciona proporcionalmente con el desarrollo económico de las sociedades. En ese sentido, se realizan estudios y comparativas –principalmente estandarizadas– sobre las habilidades de lectura. Estas visiones pasan por alto la complejidad del fenómeno lector: hay muchos tipos de lectores, textos y contextos. Por eso, la manera de socializar la actividad de la lectura tendría que ir más allá de sus aportes en términos económicos o educativos.
Lectura y cultura
La lectura es una de las habilidades más sofisticadas que ha logrado la humanidad. Poder leer y escribir ha permitido dejar constancia de formas de vida y pensamiento, de diversidad de culturas. La cultura letrada es un medio poderoso y relativamente accesible de acercarse al legado cultural. En él se resume nuestro proceso civilizatorio: nuestros avances en la ciencia, la técnica y la tecnología para mejorar nuestra calidad de vida.
Acrecentar la comprensión de nuestra ignorancia es una de las máximas utilidades de la lectura. ¿Qué y cuánto ignoramos si reflexionamos en nuestro devenir histórico? La ciencia pone en nuestras manos muchas respuestas, pero también nuevas preguntas. La ignorancia amenaza nuestra meta como especie, que es la supervivencia. Otra asignatura pendiente es la violencia como reacción primitiva para resolver nuestros problemas. Por eso es vital que la escuela no olvide la tarea esencial de educar en el pensamiento científico, crítico y en el humanismo.
Lectura y tecnología
La tecnología ha jugado un papel fundamental en la democratización de la habilidad de leer, pero avanza más rápido que el desarrollo de nuestras capacidades humanas para leer más, mejor y con claridad de propósito.
La facilidad tecnológica promueve muchos otros modos de comunicar el pensamiento hoy día: vídeos, podcasts, etc., que están llevando en alguna medida a la sustitución de la lectura. Por ejemplo, hay quienes prefieren ver una película o serie en lugar del libro.
Las nuevas formas de comunicar que se propagan por medios electrónicos contribuyen a socializar narrativas diversas. Muchas de ellas son primitivas porque apelan a la emoción inmediata sin reflexión. La lectura crítica importa porque enseña a ir más allá de la emoción como punto de partida de un diálogo cualquiera.
Gracias al humanismo y la lectura crítica podemos comprender que la diversidad nos podría convertir a cualquiera en objeto de estigma, y podemos aprender a usar la tecnología para propiciar narrativas de empatía, respeto e inclusión, en lugar de narrativas de odio y extremismo.
Acciones educativas para leer
Las acciones educativas para la lectura se pueden dar a tres niveles: el terreno de la socialización; el pedagógico; y el institucional, tanto en el entorno de las políticas públicas como en el escolar.
La lectura es un diálogo, y como tal ha de seguir los cánones de comunicación establecidos por los participantes en un cierto tiempo y lugar. Las comunidades de lectores pueden ser tan amplias o reducidas como marque el contexto. Actualmente, a nivel internacional un canon es la comunicación breve, sencilla y directa.
Para una comunidad de innovadores, el texto escrito y la imagen se disponen para ser leídos de maneras diversas, con múltiples significados, con sentido de la estética, con ritmos y métricas intencionales. Por ejemplo, alguien puede recurrir a un haiku para presentar su definición de lectura:
Voces que suenanMi mente las atrapaEs la lectura
Propiciar el diálogo implica saber interpelar a nuestro interlocutor, ¿cómo lograrlo cuando las diferencias de edad o contexto marcan una distancia que pareciera infranqueable? Tener claro nuestro propósito discursivo podría ayudar a identificar los puntos de interés y los que se tienen en común para realizar este diálogo.
Siempre habrá cuestiones que nos permitan identificarnos como humanos y son las que se pueden aprovechar para mostrar lecturas que actúen como un espejo en el que se puedan reflejar las demás personas. Aprovechar el espacio público para compartir lo que de disfrute tiene la lectura más allá de los deberes contribuye a socializarla.
En el terreno pedagógico las acciones son múltiples, variadas y tan abundantes como la creatividad de los profesores lo permita. Van desde propiciar el dominio del lenguaje académico, hasta la enseñanza puntual del desarrollo de la habilidad lectora en los niveles literal, inferencial, crítico y creativo.
Por último, la importancia que una sociedad otorgue a la lectura se verá reflejada desde las políticas públicas que se diseñen para propiciar el gusto y el acceso a los libros, hasta en las disposiciones curriculares que se apliquen en el terreno escolar. La intención de tejer una narrativa de importancia social de la lectura puede verse representada incluso en el diseño del espacio que muestre arte, mensajes, mobiliario y activaciones culturales de la lectura.
Patricia Rosas Chávez, Directora del Instituto Transdisciplinar en Literacidad de la Universidad de Guadalajara; Profesora investigadora "C" de la Universidad de Guadalajara, Universidad de Guadalajara.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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