31 noches es su primera novela. Y ya puede escribir una segunda, a juzgar por su éxito entre lectores y reseñistas. Ha sido publicada hace poco menos de dos meses y la crítica ha sido casi unánime: muy pocas han sido negativas. O casi ninguna. Visto lo visto, al periodista, bloguero, columnista y tertuliano Ignacio Escolar parece que se la da tan bien tanto el periodismo como la ficción.
Calificada por él mismo como una novela negra –quizás uno de los géneros más complejos de escribir como para proclamarse exponente- 31 noches inicia y cierra sus páginas con una imagen, sin duda, potente: una habitación forrada de plástico en cuyo centro alguien ha colocado un cubo de basura lleno de ácido sulfúrico para disolver un cadáver.
A lo largo de sus 157 páginas, 31 noches cuenta la historia de un periodista sin nombre –Escolar aduce que se trata de un guiño para que el lector identifique personaje y autor- empeñado en contar una exclusiva y que para conseguirlo se inmiscuye en los entresijos de la Sala Premium, una discoteca de Madrid donde conviven el narcotráfico, la violencia y la corrupción policial con la delincuencia.
"Prefería que el lector se quedara con ganas de más, que ocurriese un poco como en los textos de prensa"
Junto a él, dos personajes avanzan en la historia: Velasco, un policía corrompido, y Alek, un portero rumano –ambos tienen conexiones con el narcotráfico- con los que terminará metido hasta el cuello en un enfrentamiento de cárteles de droga colombiano y mexicano. “Soy de los que dicen que no soporta la violencia, de los que se creen incapaces de hacer daño a una mosca. Aquel verano descubrí que no es verdad”, escribe Ignacio Escolar en la piel de su alterego literario.
Amparado en las lecturas de Rubem Fonseca, Manuel Vázquez Montalbán o Lorenzo Silva, el periodista Ignacio Escolar decidió recuperar lo que fue una historia escrita por entregas para las páginas del suplemento de verano Libre del diario Público –y que fue publicada en agosto de 2009-. Así que año y medio después, amplió su estructura hasta darle forma final en lo que sería 31 noches, la cual publicada por la editorial Suma de letras.
Uno de los aspectos que llaman la atención, sin embargo, de la novela –y que podría ser su mayor defecto, como su mayor virtud-, es el modo sucinto y efectista de sus páginas.
En 31 noches, Escolar ametralla. Apuesta por la fórmula “show, don’t tell”, muchas veces resbalándose en la ecuación hasta crear imágenes achatadas, incluso estereotipadas de los porteros de discoteca o policías, algo por lo cual, al ser preguntado, es visto de una manera completamente distinta por él: “31 Noches está prensada como una novela negra corta, a la manera de Rubém Fonseca, que juega con secuencias cortas, impactantes. Todo ocurre apenas en un mes. No es necesaria la evolución de Alex, ni de Velasco, ni de la chica, en ese caso sería necesaria la del periodista, porque el que cambia es él”.
Es justamente esa brevedad, comenta Escolar, el efecto que quería conseguir como catalizador de la lectura: “Quería que ésta fuese una novela que se leyera, que el lector la disfrutara. En ese sentido prefería que el lector se quedara con ganas de más, que ocurriese un poco como en los textos de prensa”.
La brevedad, a su manera una característica inevitablemente periodística, es algo que el propio Ignacio Escolar ha reivindicado también como parte de su estilo narrativo: “Me ha costado mucho zafarme del tipo de escritura de prensa, donde lo que tienes son 300 palabras. Y no hay lugar para adjetivos, ni barroquismos. Huyo de las subordinadas y cuanto más directo esté escrito mejor. Donde puede existir una perífrasis prefiero un verbo, eso es parte de mi estilo. Durante estos últimos cuatro años me la he pasado haciendo una columna para la contraportada de Público y eso ha condicionado mi estilo. En esta novela, prefiero enseñar antes que contar”.
"El ácido sulfúrico está presente para disolver cuerpos pero también para disolver también un oficio, que está en extinción"
En 31 noches, lo periodístico no se limita sólo al lenguaje. Algo mucho más evidente, el protagonista, gira alrededor del oficio. No sólo por el hecho de que éste sea un reportero, sino que es además, el reportero clásico de las historias policíacas: el que convive con maleantes, bebe gin-tonics hasta el amanecer y convive con el crimen para escribir una gran exclusiva. Una visión romántica y casi extinta, por la que el bloguero y tertuliano Escolar se pasea a lo grande: “Ésta es una novela negra y en ella, la figura del periodista forma parte de un paisaje. El ácido sulfúrico está presente para disolver cuerpos pero también para disolver también un oficio, que está en extinción”.
Escolar asume que para escribir 31 noches echó mano de toda su experiencia periodística. Los hechos son ficticios, pero inspirados en la realidad. Sobre la escritura de este libro, su sustancia y trasfondo, ha dicho Escolar conocer de cerca el mundo de los polis, el narco y las comisarías. Trabajó, dice, dos años -concretamente dos veranos- como becario, “cuando era muy joven”, en la sección de sucesos de La voz de Almería. También de sus días en México –vivió medio año- como consultor de prensa, donde tuvo oportunidad de pasar tiempo en ciudades como Culiacán, “una de las capitales del narco”, dice.
Ignacio Escolar ahora ha emprendido un nuevo proyecto periodístico llamado diario.es. Sin embargo, eso no parece quitarle tiempo ni atención para continuar su carrera literaria. Tiene entre manos, dice, otro libro. Y aunque no puede adelantar nada al respecto, tampoco descarta la opción de llevar a la ficción la realidad política de la que habla a diario y que ocupa buena parte de su tiempo como periodista y tertuliano.
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