Cultura

El mejor libro para entender la Semana Santa del siglo XXI

Todos tenemos el típico amigo pedante, sobrado de superioridad cultural 'fake', que piensa que la Semana Santa consiste en “pasear muñecos” para disfrute de un público inculto, adocenado e impresionable.

Todos tenemos el típico amigo pedante, sobrado de superioridad cultural 'fake', que piensa que la Semana Santa consiste en “pasear muñecos” para disfrute de un público inculto, adocenado e impresionable. Una salida mejor que enzarzarse en discusiones bizantinas es tener a mano artículos tan contundentes como “Izquierda, Semana Santa y cultura popular”, donde el extremeño César Rina, doctor en Historia, desmonta los tópicos que lastran el discurso ‘progre’ sobre estas celebraciones populares. “Cada primavera, la twitter-intelectualidad, aquella que su mano derecha no conoce el Gramsci que lleva su izquierda, se da un festín a costa de vídeos de los rituales sureños”, lamenta en un texto recomendado en Vozpópuli hace un par de años

Luego continúa: “Las críticas en nombre de dioses como la Razón, el laicismo o la Patria se cuentan por miles y muchos ya han ejercido en las redes su derecho a repartir carnets ideológicos y a delimitar las fronteras inquebrantables del raciocinio, que no suelen coincidir con los contornos meridionales. Estos guardianes de la ortodoxia moderna siempre encuentran contradicciones y atraso en la otra orilla, en los demás, como si fueran narradores omniscientes”, lamentaba en mayo de 2019. Traducido: muchos piensan que la devoción andaluza por la Semana Santa es solo una prueba del retraso cultural de esa comunidad, cuando en realidad demuestra su inmensa riqueza social, lúdica y espiritual.

El artículo es muy potente, sin desperdicio, pero las procesiones son fenómeno antiguo, profundo y complejo, que merecía un libro tan sustancial como El mito de la tierra de María Santísima. Religiosidad popular, espectáculo e identidad, que se extiende a lo largo de 370 páginas llenas de sustancia, publicadas este año por el Centro de Estudios Andaluces. El gran mérito del ensayo de Rina es abrazar las complejidades culturales de la Semana Santa, visibles ya desde la anécdota de arranque. “El 27 de agosto de 2017, la comunidad hindú llevó en andas al dios Ganesh hasta el templo de la Virgen de África, patrona de Ceuta. No se trataba de un gesto religioso, ya que los hindúes no creen en la Virgen, sino de la aceptación del icono como fuente de protección de la comunidad, independientemente de las creencias de cada cual”, recuerda.

Celebraciones vivas

¿Cómo creen que terminó la cosa? “La procesión fue recibida por la comunidad parroquial, que saludó a Ganesh con una salve rociera”. Esta escena, entre delirante y emocionante, confirma que estamos ante manifestaciones culturales que difícilmente pueden analizarse con la plantilla dialéctica de 'fachas contra progres’. Las paradojas ya nos las habían explicado autores como Isidoro Moreno y Manuel Chaves Nogales, que sirven de referencia a este libro. Moreno, por ejemplo, analizó las maneras en que las hermandades aglutinaron “el horizonte experiencial de grupos sociales, profesionales o de barrios”. Por su parte, Chaves Nogales hizo visibles los conflictos subterráneos de la Semana Santa. “Este espíritu de hermandad tuvo siempre el orgullo de su independencia y hasta hace algún tiempo alardeaba incluso de su rebeldía frente a los jerarcas de la Iglesia. La cofradía era únicamente la voluntad de los cofrades reunidos en cabildo”, escribía en 1935.

Durante la Transición, se consolidó también el estilo tumultuoso virulento de la procesión, a medida que aumentaba el numero de cámaras apostadas para captar el acto", advierte Rina

¿Qué tipo de batallas se libraban en sus seno? Entre otras, las que perseguía el cardenal Ilundain, relativas a el “pintoresquismo”, el “poquito de anarcosindicalismo” y la costumbre de los nazarenos de la Macarena de ir “piropeando por lo bajito a las devotas”. Rituales de resistencia. ¿Es culpable el franquismo de instrumentalizar la Semana Santa? “A medida que avanzaban las tropas nacionales y tomaban el control de las ciudades leales a la República, se puso en marcha un protocolo simbólico de purificación y redención del espacio público. En este sentido, la salida en procesión de imágenes religiosas acompañadas de sus cirios, rezos e incensarios, permitían simbolizar la recristianización del espacio, su purificación y su asimilación de los valores nacionalcatólicos”, recuerda Rina.

Especialmente vibrante es el análisis de las turbulencias culturales durante la Transición. Algunas cofradías andaluzas se convirtieron en espacios de contrapoder respecto al cambio democrático, de defensa de la participación de militares o de reivindicación del españolismo frente al andalucismo. “Quizá se ha exagerado como 'conquista social democrática’ la incorporación de las mujeres a las cofradías. Si analizamos caso por caso, comprobaremos como las mujeres se incorporan antes en las hermandades que tenían menor número de hermanos”, destaca. El equilibrio de género tuvo que ver, en ocasiones, con algo tan prosaico no perder cargadores o presentar desfiles más nutridos.

Pasión y sobreactuación

La mutación fue lenta, pero firme: “A partir de la Transición, se produjo un impresionante crecimiento del fenómeno cofradero que venía vislumbrándose años antes. Las hermandades se fueron despojando de la mayoría de sus símbolos y significados franquistas y los ritos recuperaron espontaneidad y componentes festivos, consolidándose como fiestas aglutinadoras de la comunidad”, recuerda. En 1979 el poeta comunista Rafael Alberti publica Nuevas coplas de Juan Panadero, donde celebra la religiosidad popular como resistencia colectiva a la opresión de las autoridades.

Otra parte destacable del texto de Rina es su análisis de cómo el cine y la televisión influyen en la imagen de las fiestas religiosas populares, retroalimentándose con el turismo de masas. Un ejemplo muy claro es El Rocío: “Los medios de comunicación fomentan la sobreactuación de los protagonistas de la fiesta. La visceralidad de los romeros se incrementa cuando aparecen las cámaras, omnipresentes en el salto de la reja. Lo que ha propiciado una exageración de formas, la brutalización de la vindicación ritual de los almonteños y un adelanto paulatino de la hora del salto, que tradicionalmente se realizaba la mañana del lunes de Pentecostés (…) Durante la Transición, se consolidó también el estilo tumultuoso virulento de la procesión a medida que aumentaba el numero de cámaras apostadas para captar el acto más televisivo”, subraya. Resumiendo mucho: un libro esencial para comprender las complejidades y paradojas de nuestras fiestas populares.

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