Uno de los libros más destacados de 2019 llegó ya casi en otoño. Tras el desconcierto que generaron El héroe discreto y Cinco Esquinas, el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ha publicado Tiempos recios (Alfaguara), un libro en el que el peruano retoma el pulso y la fuerza de La fiesta del chivo, y se sitúa en el nervio más fibroso de su músculo literario. Su estructura sorprenderá al lector hasta envolverlo en la virtuosa caja china de una novela dentro de otra, incluida la del propio escritor.
Tiempos recios -que debe su título a una frase de Santa Teresa- tiene los diálogos cruzados de Conversación en la catedral, los planos y saltos temporales de sus mejores novelas, la amargura de Historia de Mayta y la maestría de La fiesta del chivo. Ambientada en la Guatemala de 1954, esta novela narra el golpe militar perpetrado por Carlos Castillo Armas y auspiciado por Estados Unidos a través de la CIA para derrocar al gobierno de Jacobo Árbenz, un personaje trágico y fugaz que intentó poner en marcha la democracia liberal en Guatemala y que justo por eso terminó acusado de comunista por la administración de Eisenhower.
A la manera del western clásico, Arturo Pérez-Reverte retrata la vida de Rodrigo Díaz de Vivar
También, de este año, destaca Sidi, la más reciente novela de Arturo Pérez-Reverte. Después de tres entregas de la serie protagonizada por Lorenzo Falcó, el escritor, periodista y académico de la lengua recurre a un episodio de la historia de España para crear un mundo de ficción y un personaje de frontera. Ambientada en el siglo XI, la trama de Sidi se desarrolla en el territorio que se extiende hasta el valle del Duero y que tiene como principal protagonista a Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid.
En estas páginas, el Cid aún no es leyenda. Tiene su nombre y sus armas, poco más. Encabeza una hueste de mercenarios que lo acompaña tras el destierro decretado por Alfonso VI, y a la que unos burgueses de Algorbe ha contratado para perseguir una partida mora que azota la zona. A la manera del western clásico, Arturo Pérez Reverte levanta una frontera dura y peligrosa -conviven moros y cristianos cual apaches y pioneros- y en la que un grupo de hombres desesperados inicia, sin ellos saberlo, la reconquista.
En tiempos de 'procés', una novela brilló con inteligencia, humor e ironía: 'La noche fenomenal' (Anagrama), de Javier Pérez Andújar
Justo en su cincuenta aniversario, la editorial Tusquets ha publicado otra de las novelas más elogiadas del 2019. Se trata de Lluvia fina, de Luis Landero, una novela que parte del reencuentro de una familia para celebrar el 80 cumpleaños de la madre. Y como la lluvia leve que da origen al título, las rencillas y reconcomios habrán de acabar en tormenta. Entre Agosto e Hijos de un dios salvaje, Lluvia fina es la novela más sólida de Luis Landero, aseguran sus editores y lo respalda la crítica.
En tiempos de 'procés', una novela brilló con inteligencia, humor e ironía: La noche fenomenal (Anagrama), de Javier Pérez Andújar. Se trata de una novela hilarante, en apariencia absurda, que borda con hilo fino una crítica demoledora. No queda títere con cabeza y el lector tiene la sensación de estarse riendo con asuntos que aun pareciendo inverosímiles, tienen más de realidad de lo que está dispuesto a pensar. Y ahí está la maestría de Pérez-Andújar: hacer lo que un flautista de Hamelín. Lleva el pacto de la ficción a su punto más trabajado y sin enseñar las costuras.
La noche fenomenal se desarrolla en una Barcelona contemporánea en la que no para de llover y un grupo de colaboradores de un programa de fenómenos paranormales –'La noche fenomenal', se llama– descubre una serie de fenómenos extraños. Hay dos Barcelona paralelas que se comunican a través grietas, a la par que ocurren los asuntos más extravagantes: gente que pierde su identidad y aparece metamorfoseada en Walt Disney, hallazgos inquietantes, agujeros negros y fenómenos paranormales. Eso, sin contar episodios como Tejero tomando el Congreso a ritmo de rumba –en la novela buscan a Javier Cercas para arrojar luces al respecto- o el inquietante madrigalista de Clot. No tiene desperdicio. Es una joya.
Dos libros de relato destacan este año: el del colombiano Juan Gabriel Vásquez y el del español David Gistau
Hacer un balance de la mejor literatura de 2019 exige mencionar a Juan Bonilla con Totalidad sexual del Cosmos (Seix Barral), una novela que estalla entre las manos de quien lee no sólo por el personaje que recupera sino por la potencia de la prosa que emplea Bonilla para construirla. En sus páginas, el escritor narra la vida de la pintora, poeta y ‘performer’ Nahui Olin, una mujer de sensualidad y temperamento expansivo. Nacida en México en 1893, vivió en el París de los primeros años del siglo XX, donde conoció a Georges Braque, Henri Matisse o Pablo Picasso. Tras su paso por San Sebastián, regresa al México pre-revolucionario, donde se convierte en una de las primeras mujeres en convertir el desnudo en propuesta estética y transgresora: arte conceptual con un siglo de ventaja.
Dos libros de relato merecen especial atención. El primero de ellos Canciones para el incendio (Alfaguara), de Juan Gabriel Vásquez. Está escrito con elegancia, gusto y coherencia. Todos los relatos están unidos entre sí por un tema: la memoria y sus mecanismos falibles, aquello que se recuerda o se olvida con una intención detrás de la cual se revela un poso político. Aunque Vásquez esté hablando de una mujer que se deja retratar llorando ante una cámara, alude a algo más complejo y oscuro que guarda relación con la naturaleza humana y ese sentido irreparable que acompaña determinados episodios de nuestras vidas.
El segundo libro, y sin que esto suponga un orden en la valoración, es Gente que se fue, un conjunto de relatos del escritor y periodista David Gistau que el sello Círculo de Tiza, capitaneado por Eva Serrano, ha incorporado a catálogo y que sirven al lector para seguir la pista del columnista al que el periódico comienza a quedarle estrecho un domingo sí y el otro también. Sus personajes boxean, se dejan partir la ceja o acunan al bebé de una stripper en el asiento de un Jaguar que no saben conducir. Los cretinos y las prostitutas salen hasta de debajo de las piedras y la melancolía se corta con cocaína sobre billeteras tan lisas como el anillo de un obispo. Un pelotón de gente que, de tan rota, enternece.
Candaya publicó a una de las grandes promesas de la literatura latinoamericana: Mónica Ojeda
Errata Natura y Periférica repitieron este año una edición conjunta. Se trata de la estadounidense Mary Karr (Texas, 1955), de la que se publica Iluminada, un libro en el que la autora escarba en sí misma al tiempo que abre una ventana al mundo. Alcoholismo, soledad, depresión, maternidad, la enfermedad de los padres, la pena, el sacrificio... todo junto como un artefacto explosivo y atronador, aunque mucho menos vitalista y rompedor que El club de los mentirosos (también editado por Errata Naturae & Periférica).
El sello Candaya publicó un libro al que críticos y editores se refieren como una de las grandes promesas de la literatura latinoamericana: Mandíbula, de la autora ecuatoriana Mónica Ojeda, quien mezcla el miedo, las relaciones afectivas y la crueldad. Una adolescente fanática del horror y de las creepypastas (historias de terror que circulan por internet) despierta maniatada en una cabaña en medio del bosque. Su secuestradora no es una desconocida, sino su maestra de Lengua y Literatura, una mujer joven a quien ella y sus amigas han atormentado durante meses en un colegio de élite del Opus Dei. Ella ha sido una de las revelaciones literarias de América Latina.
En una clave autobiográfica, Libros del Asteroide publica Sigo aquí, un libro en el que la escritora norteamericana Maggie O’Farrell recoge lo que ella llama "diecisiete roces con la muerte", episodios que pudieron terminar en desastre, diecisiete momentos clave de su vida que revelan una manera de ser y estar en el mundo. Sigo aquí, que sale a la venta el 11 de febrero, es, en palabras de sus editores, “un libro sincero” que huye de lo sentimental y anima al lector a reflexionar sobre la fragilidad de nuestra existencia y a celebrar la belleza. Hay quienes aseguran, como Tracy Chevalier, no haber salido nunca tan vivos de un libro sobre la muerte.
Destaca en 2019 el escritor y traductor húngaro András Forgách con 'El expediente de mi madre' (Anagrama)
Destaca en 2019 el escritor y traductor húngaro András Forgách con El expediente de mi madre (Anagrama). Valiéndose de la investigación y la narración novelesca, Forgách plantea un libro efectivo y profundo en el que no se limita a reconstruir el pasado, sino a adentrarse en las nociones de memoria, verdad y ocultación a partir de la figura de su madre. Todo ocurre décadas después de la desaparición del comunismo en Hungría, cuando llega a manos del autor un archivo que cambiará por completo la historia familiar. Esos papeles prueban que su madre trabajó como espía para la dictadura de János Kádár y no de manera puntual, sino a lo largo de los años.
A medida que avanza en sus pesquisas, el narrador descubre cómo su madre pasó información comprometedora sobre amigos, vecinos, familiares y hasta sobre sus propios hijos. El largo proceso de indagación sobre un personaje tan sensible, la madre, opone con profundidad la idea de hasta dónde puede llegar el aparato del Estado, pero también deja sobre la mesa el conflicto con una mujer que se revela para quien escribe como un ser hasta ahora desconocido. ¿Se trata de una memoria familiar o colectiva? Tras años de ocultación, ¿quién determina qué sabemos y qué no de nosotros y de quienes nos rodean?
Tusquets publico este año 14 de julio, de Éric Vuillard, ganador del Premio Goncourt 2017 por El orden del día, una novela que fue acogida con entusiasmo por los lectores y la crítica literaria tanto en Francia como en el resto de Europa. En sus páginas, Vuillard sigue, hora a hora, la toma de la Bastilla desde la perspectiva de sus protagonistas. Carga las tintas en el detalle y la historia anónima; se explaya en el empobrecimiento de la población, así como en el trasfondo social que originó el levantamiento. Una decisión curiosa, sin duda, en tiempo de chalecos amarillos.
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